Si Dios nos amó así…
Tengo
que confesar que el blog me es un instrumento muy positivo para mi reflexión y
concreción. No lo tengo como “púlpito” para decir a los demás. Empiezo porque
yo me encuentro conmigo mismo y que “exhorto” [me exhorto] a aterrizajes en la realidad para no quedarme en
palabras que le digan a otros. Me cuestiona a mí muy mucho. Y pienso que detrás de la mata (aunque jamás hagan
alusión) hay muchos otros a quienes el blog les está haciendo bien. Eso es lo
que estimula a seguir con él adelante.
¡Mira
que es conocida la 1ª carta de San Juan! Y sin embargo, detenerse en sus
afirmaciones es como encontrar el evangelio de Jesús explicado de forma
concreta y práctica. Ayer acababa mostrando que el amor de Dios no es que Dios corresponda así a nuestro amor, sino que Él
amó primero y lo hizo desorbitadamente enviando a su Hijo. En esto consiste el amor, apostillaba Juan. [Ya es para
pensarlo a fondo, cuando tanto hablamos de “amor” y nos pensamos “amorosos”
porque hacemos algo…, que –en definitiva- busca el propio provecho, aunque sea
el gusto de dar].
Y
hoy sigue diciendo Juan: Si Dios nos amó de esta manera… (y
parece que va a concluir: “de esta manera tenemos que mostrar el amor a Dios”.
Pues no. Concluye de forma práctica: “así
también debemos amarnos unos a otros”. Realmente está dando en la línea de
flotación, porque está poniéndonos ante la diferencia del amor interesado que
es tan fácil en nosotros. Y San Juan continúa: A Dios nadie lo ha visto. Quiere decir que es muy fácil decir que
amamos a Dios, cuando en realidad la forma concreta de “verlo”, “amarlo”…, es “si nos amamos unos a otros”, porque
entonces mostramos que estamos injertados en la misma savia de Dios: “permanecer
en…” es la imagen del injerto que prende en otro tronco y acaba sustentado en
él y dando los frutos según ese tocón fundamental: por eso, si nos amamos entre nosotros, Dios permanece en nosotros y su amor llega
en nosotros a su plenitud. Y PERMANECE EN nosotros porque nos injerta su
Espíritu. ¡Ahí es nada! ¡Si
fuéramos conscientes de ello!... Si lleváramos presente que ese Espíritu de
Dios está en nosotros, va a donde vamos nosotros, quiere ser el que habla
cuando hablamos nosotros…, el que piensa cuando pensamos, sentimos, miramos… Si eso se va verificando en nuestro crecer
del espíritu, damos testimonio [somos
testigos vivientes] de que el Padre envió a su Hijo para ser salvador
del mundo.
Salvador,
liberador… A veces hablamos de “nuestros pecados”
y los reducimos a las frecuentes 4 minucias diarias. El Bautista habló del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; el himno del “Gloria”
(que se proclama tan mal y con tantos fallos gramaticales y de construcción),
dice también: “Tú que quitas EL PECADO DEL MUNDO”. Porque la
liberación de Cristo no es “de pinzas” que van quitando pelillos concretos de
esos “índices” que fácilmente presentamos en la confesión. Lo que Jesús ha
venido a liberar es LA RAÍZ misma…, EL PECADO que está en la base de todas esas
cosas… Habrá “frutas picadas” pero donde hay que buscar la solución es en la
raíz del árbol. El TESTIGO VIVIENTE no
dejaría de serlo porque “cometió fallos” sino cuando esos fallos responden a UN
PECADO que está en el corazón de la persona.
Vino
Jesús no sólo a quitarnos “pecados” sino a entrar en la base de nuestro
corazón. Vino a abolir la esclavitud, la pobreza, la miseria, el abuso de los
poderosos… ¿Ojo…, ojo…! Que yo puedo estar haciendo esclavos a otros, y de
muchas formas que crean “dependencias”; que yo puedo estar “haciendo pobres y
míseros” cuando yo soy “el rico que todo lo sabe y el que determina el ben y el
mal”. Que yo puedo ser el abusador poderoso… Que EL PECADO DE BASE EN MÍ es
mucho más serio y más peligroso (porque encima de todo es que ni me lo veo…; y
así seguiré con ESE PECADO aunque me estén absolviendo de “mis pecaditos” que
muchas veces no son ni la espuma de lo que hay al fondo). [Y pretendo no estar “predicando”; estoy
expresando lo que a mí y en mí me preocupa: la facilidad para el maquillaje
externo, y la verdadera piel…, o la raíz que hay bajo mis apariencias].
San Juan dice
que “permanece en Dios quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios”. Muy bien sabe Juan que esa simple afirmación
la pueden hacer hasta los demonios (y en el evangelio está). Pero “confesar que Jesús es el Hijo de Dios”
es cambiar el chip, el rostro, las entretelas del alma. Porque no es algo que
se confiesa con los labios sino con el corazón. Y eso ya es mucho más a mirar
con detenimiento. Y no es nada que tenga
que mover a inquietudes, sino que “tendremos
confianza en día del juicio cuando el amor ha llegado a nosotros en plenitud
porque Dios es amor y quien permanece en
el amor, permanece en Dios y Dios en mí…; y no hay temor en el amor si el
amor es verdadero. Porque el temor mira al castigo; quien teme –y plantea
su conciencia desde el temor- no ha
llegado a la plenitud del amor.
Pero
permitidme que haga de “abogado del diablo”. Tampoco puede conducirnos a la
verdad ver ya todo de color de rosa…, imaginarnos en el “mar del amor”… Que
todo lo dicho al principio sigue siendo válido (y para releer y repensar) ahora
cuando llegamos al final de la reflexión.
Mi experiencia de hoy, me indica que el amor se debe ir construyendo desde lo pequeño. Si no somos capaces de lo pequeño, ¿cómo lo seremos de lo demás.? ¿Me distraigo en la Misa con las rayas del suelo? ¿Soy capaz de decir hola o buenos días a un desconocido con el que me cruzo en la Iglesia? ¿Y tu, sacerdote? ¿Cómo transmites alegría a los otros sacerdotes (los no ordenados)? Son tan sólo unos ejemplos prácticos que a mi me sirven.
ResponderEliminarPor último, decir, que a mi si me da temor lo que dice San Juan. En el sentido de que el dice que el que permanece en el amor permanece en Dios. ¿Y el que cumple con la asistencia a Misa, confiesa pecados, y hace rezos y oraciones frecuentes, pero su amor no se traduce en obras concretas con el de al lado, con el de su grupo, con el vecino, etc? ¿Podríamos concluir en ese caso, que Dios no permanece ahí, y sólo en el que ama sinceramente? El amor no es interesado, no es parcial, no elige a sus destinatarios por afinidad o por edad, se ama, o no se ama.