17 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El papa Francisco se asomó un
domingo más a la ventana de su estudio, en el Palacio Apostólico, para el
tradicional rezo del Ángelus. Ante una multitud reunida en la plaza de San
Pedro, el pontífice comentó el Evangelio de hoy teniendo en cuenta dos claves
interpretativas: “no dejarse engañar por falsos mesías y no dejar que el miedo
nos paralice” y “vivir el tiempo de espera como un tiempo para el testimonio y
la perseverancia”.
A continuación les ofrecemos el texto íntegro de la alocución del
santo padre:
"Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Lc 21, 5-19) consiste en la
primera parte de un razonamiento de Jesús: el de los últimos tiempos. Jesús lo
pronuncia en Jerusalén, cerca del templo; y la idea se la da precisamente la
gente que hablaba del templo y de su belleza. ¡Porque era bello aquel templo!
Entonces Jesús dijo: “Esto que ven, llegarán días en que no
quedará piedra sobre piedra que no sea derruida” (Lc 21, 6). Naturalmente
le preguntan: ¿cuándo sucederá esto?, ¿cuáles serán los signos? Pero Jesús
dirige la atención de estos aspectos secundarios – ¿cuándo será?, ¿cómo será? –
la dirige a las verdaderas cuestiones. Y son dos:
Primero: no dejarse engañar por falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor.
Esta alocución de Jesús es siempre actual, también para nosotros que vivimos en el Siglo XXI. Él nos repite: “Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre” (v. 8).
Primero: no dejarse engañar por falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor.
Esta alocución de Jesús es siempre actual, también para nosotros que vivimos en el Siglo XXI. Él nos repite: “Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre” (v. 8).
Es una invitación al discernimiento. Esta virtud cristiana de
comprender dónde está el Espíritu del Señor y dónde está el mal espíritu.
También hoy, en efecto, hay falsos “salvadores”, que tratan de sustituir a
Jesús: líderes de este mundo, santones, también brujos, personajes que quieren
atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos
pone en guardia: “¡No los sigan!”. “¡No los sigan!”.
Y el Señor también nos ayuda a no tener miedo: frente a las
guerras, a las revoluciones, pero también a las calamidades naturales, a las
epidemias, Jesús nos libera del fatalismo y de las falsas visiones
apocalípticas.
El segundo aspecto nos interpela precisamente como cristianos y
como Iglesia: Jesús preanuncia pruebas dolorosas y persecuciones que sus
discípulos deberán padecer, por su causa. Sin embargo asegura: “Pero no
perecerá ni un cabello de su cabeza” (v. 18). ¡Nos recuerda que estamos
totalmente en las manos de Dios!
Las adversidades que encontramos por nuestra fe y nuestra adhesión
al Evangelio son ocasiones de testimonio; no deben alejarnos del Señor, sino
impulsarnos a abandonarnos aún más en Él, en la fuerza de su Espíritu y de su
gracia.
En este momento pienso y pensamos todos, eh, hagámoslo juntos,
pensemos en tantos hermanos cristianos que sufren persecuciones a causa de su
fe. ¡Hay tantos! Quizá más que en los primeros siglos. Jesús está con ellos.
También nosotros estamos unidos a ellos con nuestra oración y nuestro afecto.
También sentimos admiración por su coraje y su testimonio. Son nuestros
hermanos y hermanas que en tantas partes del mundo sufren a causa de ser fieles
a Jesucristo. Los saludamos de corazón y con afecto.
Al final, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: “Con
su perseverancia salvarán sus almas” (v. 19). ¡Cuánta esperanza en estas
palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia, a saber esperar
los frutos seguros de la salvación, confiando en el sentido profundo de la vida
y de la historia: las pruebas y las dificultades forman parte de un designio
más grande; el Señor, dueño de la historia, lleva todo a su cumplimiento. ¡A
pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el designio de
bondad y de misericordia de Dios se cumplirá!
Y esta es nuestra esperanza. Ir así, por este camino, en el
designio de Dios que se cumplirá. Es nuestra esperanza.
Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente
y nos da la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la
Virgen, que camina siempre con nosotros".
Después del Ángelus:
"Saludo a todos ustedes, familias, asociaciones y grupos que
han venido a Roma, de Italia y de tantas partes del mundo: España, Francia,
Finlandia, Países Bajos. En particular, saludo a los peregrinos provenientes de
Vercelli, Salerno, Lizzanello; el Motoclub de Lucania de Potenza, los chicos de
Montecassino y de Caserta.
Hoy es la ‘Jornada de las víctimas de la carretera’. Aseguro mi
oración y los aliento a seguir con el ejemplo de la prevención, porque la
prudencia y el respeto de las normas son la primera forma de protección de uno
mismo y de los demás.
Querría sugerir a todos ustedes que están aquí en la plaza un modo
para concretar los frutos del Año de la Fe, que llega al final. Se trata de una
‘medicina espiritual’, llamada Misericordina. Es el contenido de una cajita,
que algunos voluntarios distribuirán mientras dejan la plaza. Hay una corona
del Rosario, con la cual se puede rezar también la “Coronilla de la Divina
Misericordia”, ayuda espiritual para nuestra alma y para difundir en todas
partes el amor, el perdón y la fraternidad.
A todos les deseo un buen domingo. ¡Buen almuerzo y hasta
pronto!"
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