9 novb. El “vil dinero”
Jesús
sigue su discurso de ayer. No está cambiando de tema, sino que la lectura
continua va abriéndose poco a poco. Ayer Jesús expresó la alabanza del amo de
la parábola (que no representa a Dios ni a Jesús, sino a un amo humano
cualquiera), quien dentro de lo que le han robado a él, no puede menos que
admirar la astucia del administrador ladrón, que ha sabido prepararse el
terreno para no quedarse en la calle cuando quedara despedido.
Jesús
no entra en la alabanza a esa trampa, sino que hace pie en lo diligente que es
cualquiera para sacarle provecho a las cosas humanas, y mostrar que diligentes así los quiere Él en la respuesta
a la voluntad de Dios. Que todo lo linces que somos para averiguar,
aprender, obrar…, en lo humano diario, lo seamos –siquiera igual- para las
cosas que son de Dios y del interés de Dios.
Un padre da mil vueltas para que a su hijo no le falte nada…, y muchas
veces lo hace –decía el Papa ayer- dándole “pan
sucio” a su hijo (comprado con dinero negro o sucio…) Y el
interés que pone en dar un bien material a su hijo, no lo tiene igual para
enseñarle los valores sobrenaturales…, para grabar en el corazón de esos hijos
a Dios como referente indispensable.
Hoy sigue Jesús en el mismo tema –[Lc
16, 9-15]- empleando siempre un epíteto negativo junto a la palabra “dinero”. Y
no es que el dinero al que se refiere sea “dinero negro”, sino que el dinero va
ennegreciendo la vida de quien se apega a él.
No perdamos de vista esos epítetos, porque podemos asustarnos al leerlo.
Luego se va explicando todo, pero de momento venía Jesús de la parábola del mal
administrador. Y sigue en esas expresiones. Ahora, por ejemplo, dice: Ganaos amigos con el dinero injusto. O
sea: el dinero sigue con su epíteto peyorativo. Pero se puede “blanquear” si el
dinero que uno tiene y que se le pegaría a las manos (por eso es “injusto, vil,
el dinero)…, lo emplea en ayuda a quien necesita. Y lo que era “injusto”, puede
salir compartir las moradas eternas.
Y
Jesús da un paso adelante: Ya no es sólo ni exclusivamente “el dinero”. Ya es
la fidelidad en lo menudo…, que lleva a
la fidelidad en lo que es mayor. Vamos avanzando, y ya vemos que la mirada
de Jesús iba mucho más lejos que a un puñado de monedas. Ahora pasa de la fidelidad en el uso del
dinero a la fidelidad y honradez en “las cosas grandes”…, lo que vale de veras.
Pedagógicamente es una pieza maestra, porque va avanzando en la idea, y
va introduciendo en temas de trascendencia.
Hay
un fondo de enorme importancia: Nadie puede servir a dos amos, porque o se da a uno o al otro. Aplicando de primeras: no podéis servir a Dios y al dinero. O se sirve a uno o al otro. Y como el “dinero”, como se ha visto,
traspasa los límites de “la moneda”, lo que queda bien claro es que Dios tiene
que estar por encima, por delante, y –por decirlo así- fuera de los temas que
se han de resolver humanamente. Primero,
y sin rivales, es DIOS. Luego,
pospuesto, lo demás. Eso ya había quedado
dicho, de entrada, en Lc 14, 25.
Pero
la realidad da actitudes contrarias en el modo de proceder de tantos… Unas
veces es el dinero, y hasta el dinero vil (el dinero sucio, el dinero negro).
¿Dónde está ahí Dios? Y aunque fuera un cristiano quien hiciera esa obra sucia,
aún con las mejores motivaciones, ¿dónde está ahí Dios?
Y
surge la pregunta: ¿Y deja de hacerlas, en nombre de Dios…, cuando recapacita y
se pone delante a Dios? ¿O encontramos demasiados “cristianos” que se echan a
las espaldas a Dios para seguir haciendo “las suyas”?
Pero,
perdonadme…, no sea que nos escapemos por la tangente. ¡Que el “vil dinero” no
es “vil” por ser dinero, sino porque algo envilece! Al mismo dinero. Y ahí detrás, más que el “dinero negro” y el “pan
sucio”, está la mano del hombre “sucio y negro”. Ahí detrás, sosteniendo ese terrible edificio
de la mentira, el fraude, la trampa, el desfalco, el robo de guante blanco, o
el engaño “de andar por casa”…, está en la vileza y negrura del Yo, del amor
propio, del orgullo. No es posible servir a Dios y al Yo,
porque se ama al uno o al otro. Y ahí donde se ponga el corazón, ahí será donde
se servirá. [Lo que es otra forma de engaño es pretender hacer la amalgama de
Dios y el “dinero” –el amor propio de cada cual-, y querer así ir zigzagueando
para agradar a Dios. ¡Éste es el pecado
común de muchos! (y sálvese quien pueda…, que yo estoy también en ese
naufragio)]!
Así
se encontró Jesús con la burla de los fariseos –“amigos del dinero”, apostrofa el evangelista- porque ellos habían “conseguido
ser “los mentores espirituales” de un pueblo…, cuando estaban apegados al
dinero y con él trampeaban para parecer más buenos ante Dios. Claro: el dinero
los había hecho poderosos…, influyentes…, sobornadores…, y ¡hasta habían
llegado al límite de ser capaces de alterar los mismos mandamientos de Dios!
¿Entendemos
ahora mejor el contexto en el que habla Jesús? ¿Podemos ahora ser más sinceros
para descubrir en nosotros las posibles “ráfagas” que tenemos, y que necesitan
esa criba que nos lleva a tener en cuenta que no se puede servir a dos
amos; que o a Dios o al dinero?
Correspondiente al pastor o la mujer que reencuentran lo perdido [evangelio del pasado jueves], el PAPA ha añadido: "La alegría de Dios no es la muerte del pecador, sino su vida: es la alegría. ¡Que lejos estaba esta gente que murmuraba contra Jesús, que lejos del corazón de Dios! No lo conocían. Creían que ser religiosos, que ser personas buenas fuese ir siempre bien, también educados y muchas veces fingir ser educados, ¿no? Esta es la hipocresía de la murmuración. Sin embargo, la alegría del Padre Dios es la del amor: nos ama. '¡Pero yo soy un pecador, he hecho esto, esto, esto...!' 'Pero yo te amo igual y voy a buscarte y te llevo a casa. Este es nuestro Padre".
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