30 nvbr.: ¡Y punto final!
Hemos
llegado al último día del año litúrgico. Y en Lc 21, 34-36, tenemos la última
pincelada de este capítulo tan denso que hemos vivido esta semana. Jesús nos
advierte de dos cosas: una, que en
este transcurso de nuestro vivir –que va avanzando inexorablemente hacia el
final- no se os embote la mente con el
vicio, la bebida, y la preocupación del dinero…
Parecen
cosas muy dispares, así en una primera ojeada…, o que hubiera bastado con la
primera. Pero Jesús es práctico y no se queda en un “dicho” que nos puede sonar
a “sermón consabido”: los vicios… Y para hacernos aterrizar y ayudarnos a
concretar, nos expresa dos temas de envergadura. Uno es “la bebida”…, mucho más allá que la
que se encierra en un recipiente.
Uno
es capaz de “beberse” la mentira…, la propia o la ajena… La que se “bebe para
olvidar”…, o se miente para disimular. O
aquello de “dime cosas buenas de mí…, aunque sean mentira”. La perniciosa bebida de vivir en el engaño…,
y vivir feliz en el engaño. ¿No es un hecho que se bebe para olvidar…, según el dicho fácil? Pues Jesús, enfocando el final de una
historia…, de la historia de cada cual, advierte de ese peligro. Una cosa es no
dar vueltas al pasado, y otra muy distinta la inconsciencia de ese “pasado” que
condiciona el HOY de este “encuentro” con Jesucristo, como VERDAD suprema a la
que no podemos ocultarnos.
Y
“la preocupación del dinero” es también ese aferramiento a lo que somos, como somos, y lo que “poseemos”. Y nuestra posesión
más fuerte y engañosa es el YO, bajo sus diversas formas de apariencias,
disimulos, mentiras, justificaciones, tendencia a escurrir el hombro,
“olvidar”, escaparse por la tangente, orgullo, soberbia… Todo eso que queda
englobado en el “amor propio”. Tan propio que se acaba haciendo falsa
“posesión”, mucho más peligrosa que el dinero.
Y
concluye el evangelio de hoy con esa llamada intensa de Jesús para que estemos
siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar [con garbo y gozo] de
todo lo que está por venir, y MANTENEOS EN PIE ANTE EL HIJO DEL HOMBRE. ¡Es muy expresivo eso de “mantenerse en pie
ante Jesús”…! Porque puede mantenerse en
pie y mantener la mirada, el que ha vivido despierto y atento a ese momento en
que se encontrará con Jesús. Ese es el “garbo”…, ese es el gozo de un encuentro
amoroso con el Amigo con quien nos relacionamos fielmente en el devenir de
nuestros días… El gozo del encuentro con Jesús, de quien vivimos enamorados,
sin que nunca se nos fuera ese amor. Lo inefable del encuentro con el Dios que ha marcado nuestra existencia,
y que hoy nos advierte cómo lo encontraremos en abrazo definitivo. ¡Y todos nos vamos a encontrar con Él!
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