16 novb.:
ORACIÓN y JUSTICIA
Es
evidente que Jesús habla de la oración. Está e el primer versículo de este
texto de San Lucas (18, 1-8). “Jesús,
para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse…”
Aun estando así de claro, hay estudiosos que pretenden hallar aquí el tema de
la “justicia”. Yo me quedo con lo que el texto dice, y entonces no queda duda
que la intención de la parábola es afirmar
la necesidad de una oración constante, en la que no cabe el desánimo porque
nuestras peticiones no se vean atendidas con la rapidez –e incluso exactitud-
que nosotros desearíamos.
La
conclusión de Jesús, siguiendo este tema, es que Dios escucha sin tardar. Nosotros diremos –según experiencias- que
Dios se hace esperar muchas veces, mucho tiempo, y dejando las cosas al límite.
Sin embargo, aquello de que Dios tiene mucho
tiempo, porque para él mis años son como un día, forma parte de ese “tiempo
de Dios”, en cuyos relojes “las horas no son de sesenta minutos”. Él escucha y
lo hace “sin tardar”, aunque a nuestros ojos parezca que “no nos ha hecho caso”.
Si
el tema se enfocara desde LA JUSTICIA, por aquello del ejemplo de la parábola que
presenta a un juez indolente que no presta atención al caso de aquella pobre
viuda. Pero la viuda será pobre en recursos pecuniarios pero no en arrestos de mujer.
Y va una y otra vez al juez para pedirle que le haga justicia de su enemigo. Y
su tono sube cada vez. No está por dejar pasar su derecho. E insiste y cada vez
más.
Tanto
que el juez injusto, que ni atiende a leyes, ni a derechos…, ni a Dios ni a los
hombres, acaba viendo que o le hace justicia a esa pobre viuda, o la viuda es
ya capaz de abalanzarse sobre el juez y pegarle en la cara.
Es
doloroso pero los que estamos asistiendo a esta “justicia” humana que sale cada
día en los periódicos, no podemos menos que sumarnos a la grosera expresión de
ese sindicalista: la justicia es un
cachondeo. (Perdonen que haya traído al blog una expresión poco correcta,
pero así fue la expresión del que la pronunció). No queremos usar nosotros
expresiones así, pero bien podemos pensar que es una verdad como un camión. No
podríamos extrañarnos hoy de ese juez inicuo que nos describe la parábola,
cuando desgraciadamente lo estamos viendo como la luz de cada día.
Lo
que Jesús deja claro es que la JUSTICIA DE DIOS no es así. Aunque aquí
tendríamos que aclarar el término –en su acepción bíblica- , porque no hay
equivalencia entre la justicia de los jueces humanos (ni siquiera los que son
verdaderos profesionales honrados), y la Justicia divina. La justicia humana
debe tener una finalidad (por supuesto, muy alejada del pasteleo político) de
liberar al inocente y castigar al culpable. La JUSTICIA DIVINA es exactamente
la misericordia de Dios, de tal
manera que se vuelca a favor del más débil, del más necesitado, del más
pecador. [Por eso es impropia la
expresión: “Dios es justo PERO es misericordioso”
porque hace una falsa concepción de dos cosas contrarias, cuando en la realidad
divina son una sola cosa: La justicia de
Dios es su misericordia. Dicho con forma más comprensible: la Justicia de
Dios busca HACER JUSTOS (buenos, leales, santos…) a los que Dios viene a “juzgar”.
Por
eso no es comparable ni equiparable aquel juez injusto que ningunea a la pobre
viuda, y no le hace justicia, porque ni cree en Dios ni en la humanidad…, con
este Dios nuestro que se acerca a la injusticia humana para hacer el cambio del
pecador al hombre o mujer imbuidos
por la Gracia de Dios…, de la indigencia humana a la “justicia sin tardar”, del
grito de la persona que pide a la atención de un Dios vigilante.
Al
final las posibles líneas paralelas de ORACIÓN y JUSTICIA vienen a confluir en
una sola realidad: Jesús nos está pidiendo que en todo caso, nuestra fe sea tal
que sepamos echarnos en los brazos de Dios, que atiende las peticiones que se
le hacen. Y no como el juez que teme que
le puedan pegar en la cara, sino como el Dios que se adelanta a nuestros mismos
gritos de clamor ante nuestras necesidades.
Ahora
bien: la palabra final de Jesús no podemos pasarla por alto, porque es muy
seria. Se pregunta a sí mismo, tras haber expuesto ese clamor constante de
oración y de búsqueda de Justicia: Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará
esa fe en la tierra? A mí no me
pasan por alto estas expresiones que deja Jesús caer a plomo. ¿Va a encontrar Jesús esa actitud orante y
perseverante cuando llegue esa hora suya de regreso a la tierra? ¿Estamos
viendo “brotes verdes” que nos auguren que va a resurgir esa fe que cuenta con
Dios y que cuenta con Dios tal como Dios quiere ser amado, servido y
glorificado? ¿Habrá esa oportunidad de HACER DIVINA JUSTICIA MISERICORDIOSA cuando el hombre/mujer
de este tiempo se puedan haber situado en otra “galaxia humana” que tan
fácilmente ha prescindido de Dios, y ya haya ambientes en que ni se hable de
Él?
Entonces,
¿qué fe va a encontrar sobre la Tierra nuestro buen Jesús, en su regreso
victorioso, sin relación ya con la muerte, porque Él es que VIVE POR SIEMPRE, A
LA DERECHA DE DIOS?
La
pregunta debe espolear nuestras respuestas, y que nuestra fe –cultivada,
profundizada, exigente-, tiene que dinamizarse en profundidad.
Dios conoce nuestras necesidades (incluso más que nosotros mismos que somos los que las tenemos). Una oración que persigue un fin justo, no se escapa a la Misericordia de Dios. Esa perseverancia en la oración, no cae en saco roto para el Señor. Pero es nuestra constancia la que falla, la que antepone otras necesidades en la oración (o que generan la ausencia de oración) que no son las que realmente tenemos. Dios escucha desde el corazón del hombre, desde el buen fin del deseo que pedimos al Señor, fin que sea para acercarnos a El, no para poseer, disponer, de aquello que no tiene como fin al Señor, sino que tiene como fin exclusivo paliar nuestra necesidad sin más. A veces, más que pedir CON perseverancia en la Oración (que también), hemos de perseverar EN la Oración.
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