Domingo 31 C
El
Libro de la Sabiduría, de la Biblia,
es de los más expresivos y cordiales. La “Sabiduría” de que se trata aquí no es
la que se deriva de estudios o de inteligencias privilegiadas. Este libro de la
Sagrada Escritura habla de la Sabiduría
que se deriva de Dios, o que está en
Dios de tal manera, que algunas veces está describiendo al mismo Dios.
Lo
que hoy se expresa es la sabiduría divina
que se manifiesta en su compasión. Dios lo puede todo. Y en ese poder
omnímodo está precisamente poder compadecerse de todos, cerrar los ojos a los
pecados de los hombres… Porque una gota de miel hace más que un bidón de hiel.
Y la compasión abierta del Corazón de Dios provoca el arrepentimiento –en correspondencia-
y la conversión del pecador. Ama Dios a todos los seres y por eso los ha creado.
Si odiara a algún ser, no lo habría traído a la existencia. Subsistimos porque
nos sostiene la palma de la mano abierta de Dios. Su soplo nos llega y nos
corrige para que enderecemos nuestros pasos y así creamos en Dios,
convirtiéndonos de verdad a Él.
Esta
descripción –del Antiguo Testamento- nos muestra que Dios no está dividido en Dios del A.T. y Dios del Nuevo Testamento.
Dios es siempre el mismo (aunque los escritores bíblicos tengan sus formas de
expresarse diversas).
En
este marco que ha trazado la 1ª Lectura, podemos ya entrar de lleno en el
Evangelio. Un caso muy conocido: el de
Zaqueo. ¿Quién es Zaqueo? El evangelista traza una fotografía detallada: era publicano (lo que equivalía
popularmente a “pecador público”; de hecho el negocio de un publicano era sucio,
aprovechándose y trampeando con el dinero que no era suyo). Jefe
de publicanos…, y por tanto el “director de orquesta” de aquel negocio.
Consecuentemente, rico (que es el epíteto
más descalificador, en el Evangelio).
A
esos rasgos, San Lucas añade como descripción, dos pinceladas más: era bajo de estatura; quería ver pasar a Jesús.
Esa “estatura” no es la física, sino la moral… Un hombre de condición “baja”,
egoísta, usurera. Y ese es el “gentío” que le impide ver. Su dependencia de su
sucio negocio, su temor a la opinión de la gente (el “qué dirán”), el tener que
depender del engaño y el abuso…, impedían ver la vida y a las personas como
personas.
En medio de
esa radiografía tan negra del personaje, hay dos detalles positivos que
manifiesta el rescoldo que había en el fondo de Zaqueo. El motor de lo que va a suceder es su deseo
de ver a Jesús, que va a pasar por allí. Zaqueo saca su valor infantil –entonces inocente-
y se sale del “gentío” (rompe sus cadenas) y corre para adelantarse hasta donde
él pueda ver pasar a aquella persona que iba aureolada por una fama de hechos y
palabras prodigiosas. Y –roto el respeto
humano- gatea por una higuera hasta poder situarse donde nadie le impida la
visión. Por decirlo con idea moderna, quería captar la instantánea de ese pasar de Jesús. No aspiraba a más.
Más hete aquí
que Jesús –que va de camino- no “pasa” simplemente. Sino que se detiene bajo el árbol. Que Zaqueo estaba arriba sin hacerse notar,
pero que Jesús mira hacia el árbol y toma la iniciativa de ser Él quien llama a
Zaqueo…: Zaqueo, baja. Lo quiere Jesús a la altura de la vida
normal. Y ahora, en esa nueva normalidad, le pide hospedarse en su casa. Zaqueo bajó alegre…, y sobre sentir la
alegría, sin salir de su admiración. Nadie querría entrar en la casa de un
pecador. Ese Jesús, sí. Y entraron. Nada nos dice el evangelio de lo que
hablaron. Pero sí nos describe la gran novedad: Zaqueo puesto en pie… (actitud de disposición, de quien va a
emprender un camino, de quien muestra algo distinto), y dice: Daré la mitad de mis bienes a los pobres. “DARÉ”
es una decisión. Es una toma de postura. No se escapa por la tangente del querría, me gustaría… Es totalmente decidido.
¡Ya empieza a ser algo pobre! Y sigue en
pie…: y si defraudé a alguien, le
devuelvo cuatro veces más. ¡Y sabía
él que –en su oficio- había defraudado!
Por tanto, ahora Zaqueo se ha hecho pobre. Por decirlo así, “ha cambiado
su apellido” más despectivo.
Jesús acalla
las críticas de la gente con una afirmación: Hoy ha entrado la salvación a
esta casa. También éste es hijo de Abrahán (vive la fe de Abrahán).
Nosotros
estamos encaramados también a nuestras “higueras”… Nos creemos que vamos a ser
los que “demos a Jesús” nuestras “bondades”. Y resulta que es Jesús quien se
detiene tanto bajo esa “higuera nuestra”, que dentro de muy poco va a querer hospedarse en nuestra casa. El tema de “nuestra conversación” podrá ir de
una manera o de otra, según nuestro grado de sinceridad. Lo que va a ser
determinante es el cambio de actitud…, el ponernos “de pie” o el permanecer
sentados…; el decir “HARÉ” o “me gustaría”, “yo quisiera”…, porque cuando Jesús
llegue hoy a nosotros y lo tengamos albergado dentro de nosotros, está
queriendo “la salvación de mi casa”.
Ahora somos cada uno quienes tomaremos la palabra y diremos de un modo u
otro.
Por eso –y porque
hemos de ser muy realistas- no suelo impulsar grandes propósitos. Seguramente
tendríamos más eficacia en nuestros buenos deseos, si centráramos pequeños objetivos, que sean
realizables, y digamos con firmeza: HARÉ…
El poquito de ahora y lo de después…
Nuevamente nos habla el Evangelio de hoy de la misericordia divina.La gigura de Zaqueo,nos ha de ayudar para no dar nunca a nadie por perdido o irrecuperable para Dios..Nunca debemos perder la esperanza,ni siquiera cuando parece que todo está perdido.
ResponderEliminarSe cuenta de una mujer muy santa un suceso que dejó una profunda huella en su alma.Un pariente de esta persona,puso fin a su vida arrojándose desde un puente al rio.La mujer estuvo mucho tiempo tan triste y desconsolada que no se atrevía a pedir por él.Un dsía le preguntó el Señor por qué no intercedía por él como hacía por los demás.Esta mujer se sorprendió de las palabras del Señor,y le contestó:"Tú sabes bien que se arrojó desde el puente y acabó con su vida"...Y Jesús le respondió:"No olvides que entre el puente y el agua estaba Yo."
No dudemos nunca del Señor,de su bondad y de su amor por los hombres.Su misericordia es más grande que nuestros juicios.