18 novb.: Dos
hipótesis
D
No me es ajeno el planteamiento del hecho evangélico “al revés”. El juego de los futuribles para que resalte
finalmente con más fuerza la realidad. Tenemos hoy un bello texto de San Lucas
[18, 35-43] con el ciego al borde del camino pudiendo limosna.
Ahora
puedo imaginar que Jesús no pasó por allí. Y el ciego seguirá siempre pidiendo
limosna. Puedo imaginar al ciego poco despabilado que en su obsesión de que le
den algo, ni se interesa por el paso de un grupo de gente que forma un cierto
tropel. O la gente ahoga sus gritos para que no estropee su tranquilidad. O
Jesús no llega a poder oír los gritos desaforados de aquel ciego.
Hipótesis
que daría resultados muy diversos a los que dio en la realidad. Lo que hubiera ocurrido
sería que el ciego se queda ciego –alejado de la vida social, despreciado por
ciego, pobre que siempre pide limosna, que malvive…-; otra historia completamente distinta.
¿Y
por aquí se me ha ocurrido inventar este futurible
que, en realidad no se dio? Pues porque
he querido abrir los ojos a una realidad muy posible y actual de un mundo
encerrado en su egoísmo enfermizo, en que a nadie le importa lo del vecino, ni
se compromete demasiado por el prójimo. Una situación donde el pobre puede
llegar a no gritar siquiera, porque sabe que es inútil; porque la gente se le
echa encima para que se calle y no inoportune; porque el que tiene el poder no
quiere saber nada de los gritos y sigue con sus egocentrismos, adorando únicamente
su propio ego. Y porque pasará el tropel
sin que haya habido nadie más arriba a quien recurrir.
El
ciego queda ciego, queda pordiosero, abatido, paria que estorba, y cuyos gritos
cayeron en el vacío. Los demás van a seguir su “triunfante” tropel piadoso…,
ahogando todo grito que le estorbe, y haciendo de pantalla subjetiva al Mesías
salvador, único Salvador. Por decirlo así, la cerrazón de esos corazones de un mundo
que se encierra en su propio caparazón individualista, y que no sabe mirar una
cuarta más allá de las propias narices.
No
penséis que esta hipótesis es tan imposible. Puede ser un elemento de trabajo
sincero personal si queremos salir de ese “tropel” en el que nos apresa la vida
de hoy…, en la que sufrimos los barrotes de la insensibilidad. Pensemos. Y no
nos subamos a la parra. Que seguramente podemos observar que de estas cosas hay
más de las que parece haber.
La
otra hipótesis fue la realidad que nos cuenta el evangelista. Y la sigo
llamando “hipótesis” aunque fue un hecho. Le dejo esa calificación porque ya es
hipótesis que el corazón humano sepa cambiar y sepa pasar de una postura a
otra. Lo del camino de Jericó fue un hecho. Pero en nuestro “camino de Jericó”
sigo pensando en hipótesis… El ciego advierte que algo ocurre porque aquel
tropel no es normal. Ya es un paso hacia
la salud. El ciego pregunta. Y hay algún alma normal que se digna responder al
ciego (que ya tiene su mérito y valor): Pasa
Jesús Nazareno. Lo dice como quien no le da importancia…, porque el que ve,
no se da cuenta del valor que aquello tiene para el que no puede ver.
El ciego grita, y grita con invocación mesiánica: es en realidad el ciego que ve
mucho más que los otros… Porque los otros se sienten incomodados por los gritos
y pretenden callarlo y que no moleste. Muy típico: calladitos, mejor… Así no
incordia. Porque no tiene buena prensa en la sociedad el que alza la voz para
decir realidades palpables que tiene ante las narices…, pero que los demás no
ven, no huelen…, o hacen como que no existen…, porque es más fácil así seguir
por la vida. Pero el ciego grita más, y sus gritos llegan a Jesús.
Jesús
le manda traer. Y ahora se prestan muchos a traer al ciego ante Jesús. Los
mismos que pretendieron acallarlo; los mismos que ahora vuelven lo negro
blanco; los mismos que ahora quizás se den cuenta de que hay que atender a
aquel hombre, puesto que Jesús se interesa…
Y
lo traen. Y cuando está delante de Jesús
se encuentra con una pregunta que le puede parecer absurda: ¿Qué quieres que haga por ti? Sí: no
está jugando Jesús. Lo que quiere Jesús es que el ciego “se retrate”,
reconociendo primero su la necesidad por la que ha gritado. Y porque sólo así,
cuando la persona es consciente de su carencia fundamental, puede ser
atendido. Que hay demasiadas hojarascas
en las que somos capaces de perdernos…,y eso se nota en muchas conversaciones
en las que quien parecía tener una necesidad o buscar una solución, de pronto
se va por las ramas de fútiles detalles… Y hay “ciegos” que no piden la vista,
y se ponen a contar mil historias sin enjundia…
El
ciego respondió sensatamente: Señor: que vuelva a ver. ¡Ese sabía lo que necesitaba! Ese iba tras la
verdad. A ese hay que venerarle su honradez…, su no mentirse a sí mismo, su no
perderse en bagatelas. A ese es al que Jesús le concede ver…, y no sólo el ver
de la vista, sino el ver del corazón (que es más difícil). Es su fe la que le ha salvado, ¡su fe enraizada
en la vida, en la realidad, en el querer
ver!
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