21 nvbre: Si
al menos ahora…
En
principio se le ve poco recorrido explicativo al texto de hoy en San Lucas: 19,
41-44. Unido con el tema de ayer, se ve más el sentimiento que expresa Jesús.
Ayer la parábola mostraba a uno que va a ser designado rey, y mientras regresa,
reparte bienes a sus súbditos para que la hacienda no queda estéril de frutos.
Pero simultáneamente surgen los contrarios a ese nombramiento mandan embajada para decir: No queremos que éste reine sobre nosotros.
Jesús ha dibujado una realidad sobre Él. Estuvo intentando establecer el Reino…,
y la resistencia de los influyentes fue total.
Cuando
hoy Jesús se asoma sobre Jerusalén desde la privilegiada panorámica que le
ofrece el Monte de los Olivos, a Jesús se le agarra un nudo en la garganta…
¡Había querido Él traer la paz a aquel pueblo, simbolizado en la Ciudad santa! Pero
no; está escondido a tus ojos.
No es sólo que no han captado esa profunda paz que le traía…, esa paz mesiánica
que no se hacía belicosa ni nacionalista. Eso es lo que se le ha escondido, lo
que –aplicando el dicho del relato de Emaús-, tenían los ojos presos. Es como una plena catarata que le cierra la
visión…, que desde el orgullo de sus dirigentes y la deformación que eso les
había traído, los ojos están agarrotados, como presos entre los barrotes de un
orgullo patrio y un error garrafal sobre la misión mesiánica.
Si
siquiera ahora tú comprendieras… Última oportunidad. Ya decíamos hace unos
días, que “el tren pasa”…, y o se está allí, o se pierde. Y hay un último tren…
Jesús
mismo les anuncia que la postura extremista que ellos tienen, les llevará al
enfrentamiento directo con la potencia invasora, y el mayor poder de Roma les
aplastará hasta sitiarlos y no dejar piedra sobre piedra. ¡Porque no reconociste el momento de mi venida!
“Si escucháis hoy mi voz…”, dice también
el Salmo. No procede Jesús desde la amenaza, pero exhorta seriamente sobre la
urgencia del YA… Porque lo penoso es pretender dejarlo para mañana… ¡Y más
penoso, no ver, tener los “ojos presos”. Fue entonces, camino de Emaús, donde
Jesús zangarreó a aquellos fugitivos, para poder hacerles desprender las
escamas de sus ojos.
Y algo de eso es
lo que debemos saber leer detrás de este episodio de Jesús mirando a Jerusalén
con pena desde el Monte de los Olivos. Porque cada uno necesitaremos
imaginarnos mirados por Jesús…, y
viendo en nosotros nuestra real situación interna espiritual y de sentimientos.
¿Qué expresión podría escaparse del alma de Jesús? - ¿Satisfacción porque fue acogido, y sigue
siendo acogido en esos diferentes pasos que toca dar en la vida, sin
apoltronarse ya en una forma determinada¿
¿Una mirada con cierto deje de tristeza porque aún no comprendimos que
Él venía a traernos la paz…, la verdadera paz?
¿Una sensación de ojos presos
porque no acabamos de ver lo que tenemos que ver?
Es
muy claro que en el blog no cabe ni la menor posibilidad de aportar algo
concreto, porque no se trata de aplicar una fórmula. Pero sí cabe la posibilidad
de hacernos cada cual la misma reflexión de Jesús. ¡Y que entre dentro esa “llamada”
y que no sigamos con ojos presos, con
esa pasividad de que ya poco nos queda que hacer…
No
estamos en la era de las reflexiones personales profundas. Más bien en la era
del ruido…, y del ruido interior. A veces como tapadera que impide penetrar
hasta el fondo del alma; otras veces porque el alma está tan llena del YO de la
persona, que parece que lo tenemos todo hecho y que ya no queremos más
complicaciones. San Ignacio de Loyola,
maestro de oración, insiste mucho en que un creyente que busca escalar otra
determinada manera de ejercitar su proceso de crecimiento, tiene mucho que examinar.
La
verdad es que en la misma vida practica, el inventario
de una empresa o comercia consiste en hacerse conscientes de qué productos
tienen atracción y cuáles no… Qué proceso de ventas… Qué dependiente fue más
activo… Qué debe pedirse para el nuevo ejercicio, y que no ha tenido salida.
La
evaluación es elemento esencial en el seguimiento de un alumno.
Y
todo eso es precisamente EXAMINAR.
Pues
en la vida espiritual seríamos más expertos si asumiéramos la urgencia del mucho
examinar…, y así –cuando hoy hemos escuchado esa pena que le brota al
alma a Jesús- ya estaríamos en ascuas para tratar de descubrir qué ceguera es la que nos impide ver la
realidad. Descubrir qué es lo que nos deja presos,
incapacitados para ver lo que nos traería una VERDADERA PAZ…, una respuesta
digna de la llamada que Jesús hizo de nosotros, por la que estamos en LA FE.
El
AÑO DE LA FE SE CLAUSURA YA EL
PRÓXIMO DOMINGO. Y nos cabe la pregunta de qué efectos directos se han seguido
en mí en este año de la fe, y precisamente por haber sido Año de la Fe. Otra
razón para examinar. A ver si alguna vez nos hacemos expertos en
ese arte que, a la postre, es el camino único hacia un discernimiento honrado
para descubrir la voluntad de Dios sobre
mí.
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