2 novb: Los fieles difuntos
Bien
podría ser esta conmemoración una continuación de la fiesta de ayer. Si ayer
fuera tomado como la celebración de todos los santos reconocidos como tales,
hoy vendríamos a recoger esa otra gran masa de los que nadie se ha apercibido
de su santidad, pero que de hecho gozan ya de la visión y el abrazo de
Dios. Por otra parte, ha sido costumbre
de la Iglesia ese sufragio a favor de
quienes han muerto, a quienes los vivos desean el abrazo de Dios.
Pero
si nos vamos al Nuevo Testamento y recogemos el pensamiento cristiano, ahí no
hay sino la seguridad –fundamentada en la virtud teologal de la esperanza- que
los que fueron bautizados con el Bautismo de Cristo, participan en su plenitud
de la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo. Por consiguiente, no hay
muerte con luto, porque toda muerte del cristiano está abocada a la resurrección
inmortal.
No
prescinde ni niega la Iglesia el dolor y el sentimiento por la muere de un ser
querido. Eso está en el plano humano y es hermoso que lo haya. Y lo extraño es
que no lo hubiera. Sin embargo muchos
somos testigos de personas que han tenido una reacción alta y nobilísima ante
la muerte desgraciada de algún íntimo. ¿Qué ha pasado? Que el sentimiento y el sufrimiento humanos son
muy normales y venerables. Pero que quienes viven como actual realidad que la
muerte no es pérdida sino encuentro con Dios, triunfo sobre la vida mortal,
abandono temporal, llegada a la Casa del Padre…, subliman sus mismos
sentimientos doloridos y sobrenada en ellos el gozo de la eternidad feliz que
ha alcanzado ya su deudo.
Cualquiera
de las lecturas que hoy puedan tomarse a lo largo de los tres formularios de
este día, siempre estaremos tocando otro sentido diferente al luctuoso. Es la
altura de la fe, es la convicción de un Dios Padre misericordioso, y de un Jesucristo
Redentor, que murió y pasó por ese paso de la vida humana, pero HA RESUCITADO y
desde entonces nos metido a nosotros en esa dinámica ascendente de nuestra
propia resurrección: la vida no termina;
se transforma.
El
símbolo del Cirio Pascual, que preside nuestro Bautismo y las exequias, es muy
elocuente: nacemos ya para ser iluminados por la luz de Cristo, y morimos bajo
ese inmenso protector que es la Mano de Cristo que nos recoge. Y en la vida y en la muerte, somos Luz de Cristo para iluminar.
No
iríamos muy lejos de ese tema si hubiéramos seguido la lectura continuada en
Lc 14, 1, 7-11. Otra nueva invitación de
un fariseo a Jesús para que coma con ellos.
Jesús acepta (como aceptó la de Levi, el publicano). Lo que Jesús no
hace es dejarse sobornar por la comida ni por la invitación. Y viendo cómo
aquellos fariseos eran ávidos de figurar…, de colocarse en los primeros puestos,
Jesús les habla enseñándoles: cando9m te
inviten a una boda, no vayas a ocupar los primeros puestos, no sea que hayan
convidado a uno de más categoría que tú, y te digan que has de ceder el puesto
a ese. Porque entonces, abochornado, tendrás que acabar yéndote al último lugar
(que es el que ha quedado libre).
Por
consiguiente, y sacando la consecuencia más evidente, Jesús recomienda situarse
en el último lugar. Que entonces, el que te convidó, vendrá por ti para
decirte: Amigo, sube más arriba. Y quedarás
muy bien ante los demás.
Cae
de su peso que Jesús no está dando un consejo “político” para obtener ventajas.
No está la fuerza de la parábola en ese final (que es sólo una consecuencia del
bien hacer) sino en el meollo de lo que quiere enseñar. Y ese punto es: no pretendáis estar en el centro; evitad los
aspavientos que os dejan señalados con el dedo; ocupad vuestro sitio (y no os
metáis en el de los demás); evitad los relumbrones, ese estar en medio, el figurar
siempre.
La
parábola no puede quedarse para aquellos fariseos, ni para saber que “ocurrió”
una vez…, ni para meditarla. La parábola
salta de inmediato desde el papel a mi vida. Y aunque no se trate de una boda,
ni de un acto oficial, ni haya alguien de más categoría…, permanece la
enseñanza básica: ponte en el último
lugar, y allí vendrán a decirte: sube más arriba. Pero qué difícil es eso. ¡Qué complicado
resulta saber desaparecer!... Y no como
un medio de obtener algo a cambio, sino por convencimiento de que ahí está la
humildad del corazón, la madurez de la personalidad. Ahí está un camino que
mejor predispone a entender el Evangelio…, a estar en el camino del Evangelio.
*** *** ***
Ayer fue PRIMER VIERNES. Y día de fiesta.
El APOSTOLADO
DE LA ORACIÓN se reunió con una estupenda asistencia, y se tuvo el acto inicial
formativo, en el Salón de Actos.
En el
templo, el Rosario, la Exposición y Oración dirigida, Bendición, y SANTA MISA.
Más de
lo que se podría haber esperado en un día festivo, con connotaciones
especiales.
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