10 novb: El escándalo
Jesús
había hablado del gran peligro del “dinero”, que es el ídolo que hace frente a
Dios. Y veíamos que “el dinero” no es únicamente la moneda pecuniaria. Hay un “valor”
más fuerte que el dinero (y que es el que hace peligroso al dinero), que es yo egoísta que llevamos dentro. Tal
situación ha estado expresa y reflejada en el texto evangélico por la profunda
parábola del rico que vivía vistiendo y comiendo a lo gran rajá, mientras un
pobre –a su puerta- no recibía ni las migajas…, salvo un perro que le lamía las
llagas. Verdaderamente lo más enemigo de Dios es el ser humano que se hace un
dios de su dinero…, y entonces prescinde de Dios, porque cree tenerlo todo en
sus propia riqueza. Dios y el dinero se repelen, porque el orgullo humano y la
soberbia humana que se endiosa, se hace rival absoluto de Dios. Es un auténtico escándalo.
Hoy,
en Lc 17, 1-6, enlaza la lectura continuada con aquel tema del egoísmo, y lo
hace desde el punto –precisamente- del ESCÁNDALO que produce todo eso. Y dice
Jesús que es inevitable que suceda el escándalo, puesto que donde hay una ser
humano, ya es posible escandalizar o sufrirse escándalo. En una época se ponía
la fuerza del escándalo en temas que
tocaban o rozaban el 6º mandamiento, aunque se redujera el escándalo a los centímetros de ropa, o detalles similares.
Hoy
tenemos mucho más extendido el concepto. El escándalo social o financiero, el
escándalo de la corrupción política, el de las mafias de todo tipo y en todas
las direcciones, sacude mucho más la sensibilidad del pueblo, que sufre ese
hecho del escándalo ambiental, y la demoledora consecuencia de la desmoralización…,
que acaba produciendo contagio…, “pandemia” de mala conducta y el hundimiento
de los valores.
Jesús
dice que es inevitable… Pero también dice que ¡ay de aquel por quien viene el escándalo; más le valdría que le
encajasen al cuello una rueda de molino y lo arrojasen al mar. ¡Tan pernicioso es el escándalo! Y Jesús enseña a corregir al hermano que hace
eso…, y por supuesto, una vez que se arrepiente y que ya se ha rehecho,
perdonarlo…, y perdonarlo 7 veces
(¡siempre!). Lo que no transige Jesús es
con el escándalo.
Y
os confieso que a medida que voy expresando todo eso, casi estoy saltando de mi
silla. Porque podemos estar hablando y entendiendo el escándalo –poco más o
manos- como la maldad de aquellos malvados, y que no nos hayamos planteado el
tema en primera persona. Naturalmente que tendremos que “bajar un piso” y analizar
simplemente qué efectos nos están haciendo personas probas y piadosas,
responsables en determinadas iglesias, o cristianos que llevan la Biblia en una
mano y el maletín en la otra.
Estoy
pensando si yo escandalizo. En mis exposiciones, en mi forma de expresar…, o –peor-
en mi incoherencia entre lo que digo y hago. Y si lo pienso de mí, puedo
también mirar en derredor mío esas personas probas en su acción exterior, y no
fieles en su vida privada. O en esas “gentes de iglesia” que –apenas acabado” el
culto, y casi con la Comunión en la boca ya están “captando” el defecto ajeno,
o en la misma puerta del tempo están desplumando con sus juicios a los mismos fieles (y
conocidos) que comulgaron juntos…
El
escándalo grande, el de los periódicos, me indigna. Ese otro escándalo de la
incoherencia, me hiere. Aquel, sufre el rechazo instintivo (aunque habría que
mirar quién pude tirar la primera piedra).
Éste otro escándalo de las personas comunes, provoca un daño intenso…:
escandaliza a los pequeños, que son los
que tanto lleva Jesús en su Corazón. Y
como suelo hacer en estos casos, no se puede señalar a nadie, pero alguien debe sentir señalado, y
preguntarse: ¿acaso soy yo? El deporte de mirar hacia a afuera para ver lo que hizo mal el otro, hay que
personalizarlo sobre uno mismo, porque a lo peor resulta que yo me quedaba al
margen de esa rueda de molino…, y no debo quedarme como si la cosa no fuera
conmigo.
Repito
siempre que lo grave de una conciencia no es el falo grave que tiene, reconoce
y se arrepiente. Lo más grave es “lo pequeño frecuente”…, porque esa es la “foto”
diaria que uno ofrece. Y puede ser muy fácil que esa “foto diaria” sea la que
provoca escándalo. ¡Choca, extraña, molesta, es difícil de digerir no puede
entenderse…! (=todo eso está en el concepto de escándalo), y eso es lo que está siendo lima sorda en la habitual “comunidad
cristiana” en la que uno se desenvuelve.
Cuando
los apóstoles pidieron a Jesús que les aumentara la fe para poder digerir todo
lo que les estaba poniendo delante, Jesús les respondió que no hace falta una
fe “más grande” sino tener FE.
Porque lo que puede cambiar una postura personal (más importante que hacer
volar una morera), es LA FE. Y la fe no
es una piedad, una fe teológica para admitir verdades, sino la fe que provoca una coherencia vital
en la actuación de una persona.
El
evangelio de hoy, pues, no está para que “otros” vean sino que cada cual
podemos (debemos) aceptarlo como riqueza que nos ofrece Jesús para que hilemos
más fino, para que no miremos hacia afuera, y para que sea ahí dentro donde
sepamos encontrar la posibilidad de que sea yo quien provoco determinados
escándalos “de andar por casa”…, que no son tampoco los que se puedan
considerar “inocentes”.
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