Mi memoria, ¿del Señor o
de las cebollas?
Invitó a distinguir "el pan falso que engaña y corrompe,
porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado
19 de junio de 2014 (Zenit.org) - Cuando el pueblo de Israel salió
de Egipto y de la condición de esclavitud, y una vez establecido en su tierra,
el pueblo elegido alcanza una cierta autonomía, un cierto bienestar y
"corre el riesgo de olvidarse de las situaciones tristes del pasado,
superadas gracias a la intervención de Dios y a su infinita bondad". Por
eso las Escrituras exhortan a recordar, a hacer memoria de todo el camino hecho
en el desierto, en el tiempo del hambre y la desesperación. Así lo ha recordado
el santo padre Francisco esta tarde, en la homilía de la misa celebrada en la
catedral de Roma, San Juan de Letrán, en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y
Sangre de Cristo.
De este modo, el Papa ha indicado que "además del hambre
físico el hombre lleva consigo otro tipo de hambre, un hambre que no puede ser
saciado con la comida ordinaria". Y ha explicado que "es hambre de
vida, hambre de amor, hambre de eternidad. Y el signo del maná --como toda la
experiencia del éxodo-- contenía en sí también esta dimensión: era figura de
una alimento que sacia el hambre profunda que hay en el hombre".
Francisco ha explicado que Jesús nos da este alimento, es más,
"es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo". Asimismo, ha
recordado que "no es un simple alimento con el que saciar nuestros
cuerpos, como el maná; el Cuerpo de Cristo es el pan de los últimos tiempos,
capaz de dar vida, y vida eterna, porque la sustancia de este pan es
Amor".
Al respecto, el Pontífice ha observado que en la Eucaristía se
comunica el amor del Señor por nosotros: "un amor tan grande que nos nutre
con Sí mismo, un amor gratuito, siempre a disposición de cualquier persona
hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas". Es por eso, ha
proseguido, que vivir la experiencia de la fe "significa dejarse nutrir
por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales,
sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su
Cuerpo".
Por otro lado, el Santo Padre ha recordado que si miramos a
nuestro alrededor "nos damos cuenta que hay muchas ofertas de alimento que
no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más". Así, ha puesto
como ejemplo que algunos se alimentan con el dinero, la vanidad, el poder el
orgullo. Y ha reafirmado que el alimento que nos nutre de verdad y que nos
sacia es solamente el que nos da el Señor y que "el alimento que nos
ofrece el Señor es distinto de los otros, y quizá no nos parece sabroso como
ciertos alimentos que nos ofrece el mundo". Por esta razón, "soñamos
otras comidas", como el pueblo de Israel en el desierto.
Francisco ha invitado a los presentes a preguntarse "y yo,
¿dónde quiero comer? ¿En qué mesa quiero nutrirme? ¿En la mesa del Señor? ¿O
sueño con comer alimentos sabrosos, pero en la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria?
¿La del Señor que me salva, o la del ajo y las cebollas de la esclavitud? ¿Con
qué memoria sacio mi alma?"
Y así, el Papa ha exhortado a recuperar la memoria y aprender a
reconocer "el pan falso que engaña y corrompe, porque es fruto del
egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado".
Para finalizar la homilía, Francisco ha mencionado que dentro de
poco, en la procesión, "seguiremos a Jesús realmente presente en la
Eucaristía". Por eso ha querido recordar que "la hostia es nuestro
maná, mediante el cual el Señor se da a nosotros". Con confianza, ha
pedido dirigirse a Jesús pidiéndole: "defiéndenos de las tentaciones del
alimento mundano que nos hace esclavos; purifica nuestra memoria, para que no
se quede prisionera en la selectividad egoísta o mundana, sino que sea memoria
viva de tu presencia a lo largo de la historia de tu pueblo, memoria que se
hace 'memorial' de tu gesto de amor redentor".
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