Las
procesiones
La
1ª lectura -1 R 19, 19-21, podría representar la “procesión” de Eliseo arando tras
sus yuntas de bueyes, que tiene un encuentro con Elías, el profeta, que se
dirige a él y le echa el manto por encima como una señal de vocación que viene
de Dios. Eliseo responde –tras la despedida de su familia- realizando ese “quemar
de “sus naves” que ofrece en sacrificio al Señor.
Hoy
empezaba yo el día con un recuerdo a mi vida “procesional”…, y tengo que admitir que he participado poco de
procesiones. Pero ha habido dos en las que con asiduidad participé. Dejo a un
lado “mi primera procesión”, el 31 de mayo de 1942, el día de mi Primera
Comunión (día de la Santísima Trinidad) y procesión de la Virgen del Perpetuo
Socorro.
Lo
que fue MÍO, muy mío, fueron las procesiones del CORPUS y la del SAGRADO
CORAZÓN. Eso sí: procesiones de filas que procesionan, progresan, avanzan uno
detrás de otro, como símbolo de un caminar hacia…, ¡que es el verdadero sentido
de la procesión o progreso en una
dirección…! No he sido partidario de las masas-tumulto que se apiñan, se
separan, se buscan sitios concretos, y desaparecen cuando quieren, sin que
nadie lo advierta. No me representan el aspecto de una PROCESIÓN en su sentido
auténtico y etimológico. Me gusta la idea del Apocalipsis en que los ciento cuarenta
y cuatro mil caminan en fila tras al Cordero, y así se dirigen respetuosamente
hacia la Casa del Padre.
Por
eso me resulta tan poco bonito la manera “pícara” de los comulgantes que se buscan
el atajo de los laterales, para evitarse LA FILA…, esa “fila” que no es, ni
mucho menos, que toca ir así para acercarse
a comulgar, sino que PROCESIONAN camino de Cristo, al encuentro del ABRAZO
con la Eucaristía. La procesión litúrgica, ordenada, pausada, es verdaderamente
el modelo. Eliseo arando tras las 7
yuntas es el que va en fila con ellas. Y así recibe el manto de Elías que
le hace partícipe de la llamada de Dios. Por decirlo así, yendo en fila hay el
tiempo, el silencio, el recogimiento necesarios para recibir ese manto de la llamada de Dios…
No
quiero traer por los pelos el tema del Evangelio (Mt 5,33-37) en el que Jesús
insiste en que no se debe jurar NUNCA. No sólo porque en el juramento (aunque
esté impropiamente hecho) de suyo se trata de implicar a Dios [y Dios es algo
más serio como para tenerlo ahí a la mano como un “seguro”], y porque cada vez
que alguien jura está demostrando la poca fiabilidad de su palabra, de sus
afirmaciones, hasta el punto de que sólo se ratifica en algo cuando jura. Y por
lo mismo que lo hace así, puede llegarse a la duda de que sea verdad lo que
pretende asegurar con el juramento.
Para
Jesús la propia dignidad del que afirma debe ser la fuerza de su verdad. Su “Sí” o su “No” deben ser ya avales de verdad. ¡Y mala señal cuando no lo son!
En
San Marcos, en esa semana final de Jesús, el martes y miércoles están plagados
de situaciones: la trampa del tributo al
César, por la que pretendían poner a Jesús en el compromiso peligroso de
tomar partido a favor o en contra…, echarse encima a la gente o a los
recaudadores y políticos.
Luego
los saduceos con su ridículo razonamiento de la esposa con 7 esposos legales “después
de la resurrección”. Como ellos no creen en la resurrección, vienen
capciosamente a ridiculizar a Jesús con aquel cuentecillo de los 7 maridos
legales que mueren sin descendencia. ¿De cuál será esposa cuando resuciten
todos? Y Jesús les lleva a un terreno en
el que se pierden: en el Cielo vivirán
todos como ángeles. Que es la mejor manera de decir que el Cielo de Dios es
otra realidad impensable e inimaginable por nosotros, y que será siempre una
ficción de fantasías las diferentes imaginaciones que podamos hacer de ese
Cielo. La única realidad es que Dios será nuestro todo, y cada uno tendrá todo
con Dios. Lo demás, es ciencia ficción y pobre, porque no tenemos otros
elementos.
Llegó
un doctor de la Ley, bien impresionado por la rectitud con que Jesús iba
resolviendo la situación y, parte como una seguridad para él, parte como un “examen
de cómo es Jesús”, le pregunta por el primer
mandamiento de la Ley. Y como no podía ser menos, Jesús le recita al pie de
la letra el mandamiento que cada judío llevaba grabado a fuego y sangre en su
alma y en su sentir: Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Y cuando el
escriba se hubiera dado por satisfecho, Jesús le añade el segundo, semejante al primero: amarás
a tu prójimo como a ti mismo. No
hay mandamiento mayor que éstos.
Y
el doctor se sintió satisfecho y aliviado. Verdaderamente Jesús era un fiel
judío y podían fiarse de Él.
Ha
sido una jornada de afirmación mesiánica. Jesús ya va a tumba abierta a hacerse
reconocer Mesías. Y ahora es Él mismo quien pone el dilema de cómo David llamó “Señor”
al “hijo de David”. Porque traspasó los siglos y vio proféticamente que un
descendiente suyo sería ese SEÑOR Y MESÍAS que tanto esperaron y tanto
deseaban. Los doctores se quedan sin palabras; las gentes disfrutaban… Y Jesús
entró ya de lleno en el tema: es que los
escribas-doctores y los fariseos barren para adentro… Buscan alabanzas,
reconocimientos y ventajas pecuniarias. Por eso están ajenos al Mesías. Y más
que “ajenos”, le hacen la guerra por considerarlo un competidor y no ese HIJO
DE DAVID, EL ESPERADO.
La llamada "devoción al Sagrado Corazón" debe llevar un sentido "procesional", por cuanto que nunca sea una "devoción estática", "devota", "encerrada sobre sí misma". El ritmo de PROCESIÓN puede estar en esa invocación de sus letanías que lo llaman: fuente de vida y santidad. La FUENTE, el MANANTIAL, fluye. Fluye en orden, emana, siempre es nuevo, siempre camina, siempre riega. Si se embalsa, es por algún fin superior: no se queda en "masa de agua estancada". Si se ha detenido o lo han hecho detener, es para que fluya en alguna dirección o finalidad concreta. El Corazón de Jesús, FUENTE DE VIDA Y SANTIDAD, ha de fluir para regar y dar vida..., para santificar, y para no convertirse nunca en embalse de agua podrida por su estancamiento.
ResponderEliminarDe acuerdo con el "SÍ" o "NO" como avales de lo que somos.Los cristianos bebemos ser hombres y mujeres de palabra,leales en el cumplimiento de los pequeños deberes diario,sin mentiras ni engaños,sencillos y prudentes,huyendo de lo que no es claro.Si vivimos esta lealtad en lo humano,tambien seremos leales con Cristo.
ResponderEliminarJurar es poner a Dios por testigo de algo que se asegura o se promete y es lícito cuando se hace con las debidas condiciones y circunstancias y referida a una cosa o necesidad justa y buena..