Domingo 29:
Procesión del Sagrado Corazón (Málaga)
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Lunes 30
Presentación del libro del P. Cantero S.I.
TRASPASANDO LA VENTANA
Salón de Actos de los Jesuitas
en C/ Compañía (Málaga)
8 de la tarde
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Corazón
Inmaculado de María
El
calendario litúrgico sitúa hoy la conmemoración del Corazón inmaculado de María. Digo yo que debe ser por la proximidad
a la gran solemnidad de ayer, la del SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. No tiene esta
conmemoración un rango litúrgico especial, hasta el punto que se impone la
memoria del mártir San Ireneo. No obstante, una parada en el Corazón de María,
merece la pna.
El
CORAZÓN de María aparece más de una vez en el Evangelio, unas veces de modo
explícito y otras no. Pero aún en esas otras que no se hace referencia al corazón
de María, no podemos menos que sentir que sólo quien tuvo tan inmaculado
corazón, tan abierto a Dios en plenitud, pudo ser quien acogiera de par en par
la llamada primera que nos consta: en la anunciación del ángel. Un sí
incondicional y tan difícil, no se da con la cabeza; sólo se puede dar desde el
corazón, ese “sexto sentido” tan
propio de la mujer, con el que sobrepasa todas las lógicas humanas.
Desde
ahí a su ida a casa de Isabel, su afrontar la dificultad de un esposo que está
dispuesto a marcharse, una ida a Belén tan a la aventura…, y tan penosa porque no hubo lugar para ellos…, y el
posterior “silencio” de normalidad en Nazaret…, todo eso no se podía afrontar
sino desde un Corazón limpio como el agua cristalina, capaz de reflejar a Dios
sin obstáculos.
Pero
el día que Jesús se queda en el Templo a los 12 años y les hace pasar aquella
tortura a María y José…, y María –al encontrarlo al tercer día- reprocharle
amorosamente que lo hayas hecho así con
nosotros, la respuesta del niño la desbanca…, no tiene dónde agarrarse…, y
ahí se abre el arcón de los misterios de ese Corazón inmaculado, parta bajar la
cabeza sin comprender nada, pero guardar
todo aquello en su Corazón. ¡Esto es lo enorme! Ahí es donde se ve la
grandeza de aquel Corazón. Corazón silencioso de Madre que no entiende ya nada,
pero ni discute, ni se queda con la molestia dentro, ¡Tiene Corazón…, y eso es
suficiente!
Esa
es la conmemoración de hoy…, el inmenso ejemplo para todos, y sobre todo para
la verborrea de tantos, a veces enfermiza, que parece que tienen que ir “radiándolo” todo, cuando se está tan
precioso con el silencio interior bien dispuesto para dejarlo llenar de Dios.
¡Y porque Dios espera ese silencio!, esa “agua clara”, ese espacio donde poder
Él hablar y tocar un alma. Guardar en el
corazón hasta que rebose…, aunque el arcón que Dios nos ha dado en la VIDA
INTERIOR es tan grande, que no está lleno nunca en esta vida.
Estamos
concluyendo el MES DEL CORAZÓN DE JESÚS. La brisa de ese divino Corazón ha
pasado por nosotros –y sigue pasando-. Ayer estaba nuestra Iglesia totalmente
llena en la Concelebración Eucarística que cerraba la Novena. En un mundo descorazonado
(así empezó la reflexión de esos días), está demostrado que la gente anhela,
ansía, necesita…, del CORAZÓN DE JESUCRISTO. Es evidente que cada uno a su manera,
desde quien confunde la Custodia con una “cruz” y al Santísimo con “unas
reliquias”…, pero ahí está, hasta quienes vienen con el alma en las manos para
confiarse a ese divino Corazón que nos invira a llegar a Él y llevarle nuestras
angustias y agobios y depositárselos en su Corazón…, con la promesa de que Yo os
aliviaré. ¡Y necesitamos de muchos alivios! Sea porque la población
envejece, sea porque se vive con más penuria, sea porque el alma lo pide a
gritos, los creyentes (aunque sean muchos “a su manera”) vienen necesitados del
Corazón de Jesús, que tanto ha amado…,
y del que necesitan sentirse acogidos y abrazados en el calor ardiente de un
pecho amoroso.
Y no es que Jesús no promete vivir ahora en
una ciudad de casas de chocolate. Lo que sí nos dice es la muy diferente manera
de vivir nuestras penurias y sufrimientos cuando nos hemos acogido a su Corazón.
Porque ahora el yugo es suave y la carga,
ligera. ¿Cómo es posible? Porque ahí está Jesús metiendo el hombro bajo
nuestras cargas para ayudarnos a llevarlas un poquito más suavemente. Nuestros
yugos y nuestras cargas nos abruman. De pronto se nos plata delante el Corazón
de Cristo, EL AMOR DE DIOS, la fuerza de la fe, y parece que nos inyectan vida
y fuerzas. A lo peor, no ha cambiado nada de lo que cargaba sobre nosotros. Y
sin embargo un Corazón amigo ha sabido ponernos alas para poder seguir nosotros
adelante.
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