TRONO de la Sabiduría y de la Gracia
En
el Corazón de Jesús está entronizada la SABIDURÍA, la que es sabiduría de Dios.
Y la Sabiduría de Dios es la misma Gracia divina, ¡Dios mismo! Una sabiduría en
encierra todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. De cuanto el
hombre va avanzando y progresando y “descubriendo” (que en realidad ya está más
que descubierto y sabido por Dios; el ser humano no hace sino hacer salir hacia
afuera lo que ya está creado y más que puesto en la existencia por Dios). En el
Corazón de Jesús, mientras vive en el mundo durante sus treinta y tantos años,
hay un CRECER, un aprender, un ganar experiencia y descubrir sentimientos de
reacción ante las realidades que se presentan delante. Pero ese mismo Corazón,
eterno como el mismo Corazón de Dios, ya encerraba toda la sabiduría que puede
irse desglosando en los siglos.
Pero
evidentemente hay una Sabiduría mucho más alta, más sublime, infinita…, que el
Corazón de Jesús nos fue descubriendo en su vida entre nosotros: la sabiduría
que se adquiere en las cosas de Dios, la se fomenta desde las posibilidades de
cada persona, la que supone parrase a descubrir y pensar y repensar, sin prisas…,
y con una gran convicción de que –detrás de cualquier descubrimiento del alma-
hay siempre otro mayor. Que los humanos nunca podemos llegar al fondo de ese
pozo que es Jesús, y que son los amplios tesoros que Él encierra. Cualquiera
que busque en el evangelio, y que su vida de persona orante se adentre en el
evangelio, irá descubriendo que nunca toca fondo; que siempre hay más…; que es
como un manantial que cuanto más se bebe, más queda. Y que es una ciencia que
no hincha pero que satisface y llena. Y, ¡paradojas de la vida!, más se bebe y
más se desea.
San
Marcos 11, 12 nos trae un suceso que tiene amplitudes que hay que buscar para
que tenga coherencia. Estamos al día siguiente de la entrada mesiánica de Jesús
en Jerusalén. Jesús había regresado a Betania y
de ahí sale otra vez hacia la gran Ciudad para seguir realizando su obra.
Por el camino realiza lo que se llama “parábola
en acción”: un gesto que equivale a palabras y busca la enseñanza que se
deriva de tal gesto. A la vera del camino, y sin dueño alguno, ve una higuera.
La higuera es árbol que prolifera y significa mucho en aquel Israel: es símbolo
de prosperidad. Jesús ve todo el ampuloso ramaje de aquella higuera y va a buscar a ver si encuentra algo en él.
Naturalmente no eran higos lo que buscaba porque no era tiempo de higos (en
marzo/abril).
Siendo
árbol simbólico de un próspero Israel, Jesús busca frutos buenos en ese Israel. Pero esa nación judía no ha respondido
a los años que Jesús le dedicó para llevarlo lo que podía ser su salud y
salvación. Y en ese gesto –“parábola en acción”- Jesús expresa la esterilidad
de un pueblo, lleno de follaje y carente de fruto. Y Jesús advierte así ante
sus discípulos que se ha acabado el tiempo. Y pronuncia palabras definitivas
hacia “ese árbol”: “Nunca más coma nadie
fruto de ti”. Los apóstoles no le dieron más importancia a la cosa; casi lo
tomaron como un juego caprichoso de Jesús. No en tendieron más allá.
Fue
a la tarde, al regresar a Betania cuando los apóstoles observan desde lejos que
la higuera aquella se había secado, y le llaman la atención a Jesús para que se
fije. Jesús ahora eleva a universal lo que era un símbolo muy concreto en la
higuera seca: Tened fe en Dios. Quien
dijere a este monte, álzate de ahí y plántate en el mar, y no titubeare en su corazón, lo alcanzará.
Es
evidente que poco fruto iba a sacarse de cambiar a un monte de su sitio. Pero
hay “montes” mucho más próximos y reales y más necesarios de remover que las
rocas de una montaña. Hay “montes de granito” en los corazones… En los
corazones de aquel pueblo… En los otros corazones. ¡Qué difícil le resulta a
una persona remover “sus montes defectuosos”! ¡Cómo están asentados
determinados modos que parece no haber fuerza humana que los pueda cambiar! Ahí entra esa SABIDURÍA Y GRACIA que
brota del Corazón de Jesús, y que ha de irse desdoblando a través de la sincera
oración sobre el Evangelio…, sobre el Corazón de Cristo…, para acabar
removiendo –aunque sea poco a poco- esos arraigados granitos de cada corazón
humano.
Se
extrañó Pedro de aquella higuera seca de repente… Samos por perdidos
determinadas carencias personales. Más peor: ni se las llega a plantear la
persona. Y puede llegar a secarse la “higuera” por el hecho de no querer verla
y no advertir que lleva mucho follaje y poco fruto…, mucho ruido y pocas nueces.
En
la liturgia, Pablo se despide de Éfeso (Hech 20, 17-27) y confiesa que va impulsado por el Espíritu…, y que ve que le
esperan cárceles y luchas en Jerusalén. Pero él ha de acabar su carrera de fidelidad a los pasos que
va marcando Dios. El
Evangelio (Jn 17, 1-11) es más para meditar que para explicar. Punto clave es
el de Jesús, venido como Salvador de la HUMANIDAD, que sin embargo no ruega por el mundo…, ese que se sitúa
decididamente contra los planteamientos de Jesús.
Señor,si no tuviéramos tu CORAZÓN DIVINO,estaríamos;
ResponderEliminarDesesperados y el mundo no tendría sentido.
Desesperados,cuando nos sentimos agobiados por nuestras faltas y dudamos del perdón.
Desesperados cuando sufrimos,sin que nadie nos eche una mano y sin amor.
Si no tuviéramos tu CORAZÓN , oh Señor,morirìamos de tristeza y congoja.....
Si no tuviéramos tu CORAZÓN,nuestras manos estarían vaccías para Dios y para el prójimo.