EL SACERDOCIO
DE JESUCRISTO
La
Liturgia está plagada de fiestas entrañables en este final del tiempo pascual:
En lo más solemne, la Santísima Trinidad, el Corpus, el Sagrado Corazón. Pero
en otra línea quedan las fiestas –más solemne- de JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO
SACERDOTE, y la del Inmaculado Corazón de María. Un sembrado de fechas
recordatorias de misterios maravillosos que tenemos la dicha de celebrar los
cristianos… Hoy es una de ellas, muy entrañable.
Jesucristo es el Sumo Sacerdote de la Nueva
Alianza. Y hoy se celebra la fiesta litúrgica. Empiezan las lecturas por
mostrar la parte sacrificial de ese sacerdocio, con una lectura que suena a
Viernes Santo (lectura tomada del poema del Siervo de Yawhé, de Isaías,
preludio adelantado del Cristo paciente y sacrificado). Representa un
Sacerdocio que le ha costado la vida, pero como Sacerdote, la ha puesto al
servicio de sus hermanos los hombres. Dado que la humanidad no hubiera podido
nunca elevarse hasta Dios, porque había rotgo –por el pecado- el puente de
comunicación, Jesucristo –por su Sacerdocio- establece ese puente [=pontífice] por el que la humanidad podrá volver a subir
hasta las alturas.
El
primer paso es de descenso: el Hijo
de Dios desciendo al mundo de los hombres, hecho hombre, uno de tantos, para
poder ofrecer al Padre a la humanidad blanqueada con la Sangre del Nuevo
Sacerdote, que así puede entrar –Él y ellos- en el recinto de la amistad de
Dios. Y Dios bajará hasta la pobreza humana por ese mismo puente que ha tendido
el Sacerdote Jesús, y vendrá a nosotros y hará su casa en nosotros.
El
segundo movimiento de de ascenso. El
ser humano, redimido, comprado por la Sangre del Gran Sacerdote, ya tiene paso
hacia Dios.
Pero
no es sólo ese movimiento. Hay otra serie de “lazos de circunvalación” por el
que Jesús trasmite a unos fieles su
propia misión sacerdotal, de manera que el Sacerdocio de Jesucristo no ha
pasado a la historia sino que está renovado permanentemente en sus
sacerdotes, que continúan el ejercicio del MINISTERIO de Jesús. Ellos
perpetúan la obra sacerdotal de Jesucristo que es único Sacerdote, y a la vez eterno
y actuando perpetuamente desde sus
sacerdotes.
Y en esa
“locura vertiginosa” de un Sacerdocio infinito, Jesús trasmite su misión
sacerdotal a esos otros sacerdotes laicos,
que también viven y ejercen el propio sacerdocio de Jesucristo desde sus
personales sacrificios, sus oraciones, sus servicios, sus ofrecimientos, su
apostolado, su trasmisión de ese sacerdocio que les ha sido otorgado en el
Bautismo. La exuberancia del Sacerdocio de Jesús da para todo ello y para mucho
más. Quizás hasta para que el sacerdocio de los fieles –y el sacerdocio
ministerial- fuera mejor aprovechado, por cuanto que no hemos llegado aún a esa
actitud de Pablo que se gasta y se
desgasta por el bien de sus hermanos.
En la 2ª
lectura (carta a los Hebreos, eminentemente sacerdotal) se hace un precioso
estudio del Sacerdocio eterno de Jesucristo: ofreció por los pecados un solo sacrificio, y se sentó a la derecha de
Dios. Ha llevado a plenitud la promesa de antaño por la que LA LEY que vale
es la que ya está puesta en los corazones, porque Cristo Sacerdote ha encarnado
la NUEVA LEY poniendo su aval de su propia carne y sangre –SU VIDA- para que lleguemos a la plenitud de la fe,
con sincero corazón. Nuestra gran
seguridad es que Cristo ha entrado ya en el Santuario, en virtud de su propia
Sangre, y ha abierto camino nuevo para toda la humanidad.
El Evangelio (tomado de San Lucas)
describe la institución de la Eucaristía, ese punto culminante del Sacerdocio
de Jesucristo, del que seguimos participando porque dejó en sus apóstoles el
germen de continuidad para que sus sacerdotes pudiéramos alargar aquella Cena
Pascual hasta el último rincón de la tierra, en todo momento, y mientras el
mundo sea mundo. Aquella inmensa palabra: Haced esto en memoria mía recorre
los siglos y las latitudes, y las seguirá recorriendo mientras aliente un
sacerdote. Y siempre alentará, porque Jesús se encargará de hacer surgir de las
piedras –si preciso fuere- Sacerdotes
según su Corazón, que sigan reviviendo aquel gran momento de la redención, EN RECUERDO MÍO.
Oh, sacerdote, tú no eres tú, porque eres
Dios.
Tú no eres de ti, porque tú eres sirvo y
ministro de Cristo
Tú no eres tuyo, porque eres esposo de la
Iglesia
Tú no eres para ti, porque eres mediador de
Dios y de los hombres
Tú no quedas en ti porque eres pecador
Tu no eres dueño de ti, porque eres nada.
Tú, ¿quién
eres, pues? Ohm, sacerdote: NADA y TODO
Cuídate,
pues, oh sacerdote, que Cristo dijera doloridamente: “A otros salvó, y a sí mismo no pudo salvarse”
San
Norberto de Magdeburgo
reconozco perfectamente la estampa que ilustra su meditación de hoy :"JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE",es la misma que guardo de SUS CINCUENTA AÑOS DE SACERDOTE.Gra labor la suya enseñándonos a meternos de lleno en la vida de Cristo a través del Evangelio.¡Cuánto hemos aprendido los que asistimos a las reunines del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN.Felicidades ,padre ,y gracias.
ResponderEliminarEl sacerdocio es un don inmenso que Jesucristo ha dado a su Iglesia.
El sacerdote es instrumento y diario de esa gracia salvadora que Cristo nos ha ganado.Hoy es yn día muy especial para agradecerle este don ,pidiendo de una manera muy especial por todos y cada uno de los que han sido llamados a desempeñar esta misión;misión difícil por los tiempos que nos ha tocado vivir
Recordamos las mismas palabras de CRISTO :"LA MIES ES MUCHA,LOS OPERARIOS POCOS........Hagamos nuestra esta oración.