Novena al
Sagrado Corazón
Día 7º: La Alianza
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REVERENCIA HACIA
LA PALABRA DE DIOS
Uno
de los textos más venerables de la historia antigua de Israel lo trae hoy la 1ª
lectura del día (2Re 22, 8-13; 23, 1-3).
Tras las profanaciones y expolios del Templo, se procede a la limpieza y reconstrucción
y adecentamiento. Los albañiles encuentras por allí un libro que lo entregan al
capataz. El capataz –tratándose de un libro aparecido en el Templo, lo entrega
al sacerdote y el sacerdote al cronista. Éste empieza a ver que se trata de
algo muy serio y muy sagrado y lo entrega al rey: el sacerdote me ha dado este libro. El rey deshace el camino y lo hace
leer al sacerdote primero, y se dan cuenta de que no es un libro cualquiera: es
nada menos que el LIBRO DE LA ALIANZA. Libro de la Ley. El rey rasga sus
vestiduras como un ardor que le queda el alma de emoción y reverencia y se
plantea si tienen que reparar por el pecado de sus antepasados.
Pero
lo positivo está más allá: convocan al pueblo, chicos y grandes, y el propio
rey les va leyendo EL LIBRO DE LA ALIANZA, Y ACABA -de pie- sellando el pacto
de compromiso a seguir el proyecto de Dios, y el pueblo se compromete a cumplir
todas las cláusulas de la Ley.
El
relato es un estímulo para nuestra manera de TRATAR la Sagrada Escritura. Y
para no perdernos, para cómo tratar el
Evangelio, al que debiéramos rendir un culto de respeto inmenso, porque ahí
nos ha dejado Jesús el Libro de la NUEVA
ALIANZA. Como aquel pueblo ante el Libro de la Ley, ha de levantarse en
nosotros un sentido de compromiso, suscribiendo
en el día a día esas “cláusulas” del Evangelio que más que pautas teóricas para
la vida, encierran LA VIDA MISMA DE JESÚS. ¡Con qué respeto y cariño, devoción
y compromiso, deberemos ir a ese LIBRO DE VIDA!
No
deja de venir a propósito el texto evangélico (Mt 7, 15-20) en el que Jesús se
remite al ejemplo de los árboles, que rinden frutos según la naturaleza del
árbol: a una naturaleza sana, corresponderán frutos buenos. A un árbol de
naturaleza dañada, se le hallan frutos malos. Y es que de las zarzas sólo salen
espinos y no manzanas. Está Jesús llevando al terreno de la respuesta de la
persona a las gracias que recibe…, al seguimiento que hace de “los cuidados”
que el árbol necesita de abono, poda, riego… Todo eso traducido a la vida de la
persona. El fruto de cada uno depende del cuido y cultivo que presta a su vida,
y por supuesto que en relación a la llamada de Jesús.
El
Corazón de Jesucristo nos dice mucho más que la primera apariencia. Hemos
polarizado en Él un sentimiento de nuestra confianza. Pero Esa confianza
conlleva de la mano un compromiso nuestro. El amor tiene que ir en los dos
sentidos. Del Corazón de Jesús a nosotros no falla. Lo que hay que cuidar muy
mucho es cómo respondemos desde nosotros hacia Él, al modo de Él, con el amor
también generoso y gratuito nuestro hacia Él. Esto es lo que se juega en esta
vida de nuestro árbol para que sus
frutos sean buenos. El fruto concreto va a depender de esa lectura meditativa,
detenida, repetitiva…, que hagamos del gran Libro de la Nueva Alianza, que
nos ha brindado la vida misma de Jesús.
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