5 junio: "collados eternos"

“Deseo de los collados eternos”

Así lo venimos diciendo en una de las invocaciones de la Letanía del Sagrado Corazón. Y lo dejamos ir con toda normalidad aunque no sabemos qué es lo que estamos diciendo. Hace unos días un compañero más intelectual y más crítico con las expresiones, se preguntó qué significaba eso. Y la verdad es que no es fácil de saber. Primero, puede ser una invocación derivada de la traducción antigua de un Salmo: Levanto mis ojos a los montes / de donde me vendrá el auxilio. // El auxilio me viene del Señor / que hizo el cielo y la tierra. Entonces “esos montes” serían los “collados”, que ya son divinizados con su calificativo de “eternos”.

Pero he aquí que los posteriores estudios e investigaciones bíblicas identifican los “altozanos” (¿”collados”?) con los lugares de culto idolátrico a los Baales. Y entonces el Salmo se presenta así: Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor…, (o sea, no de los “montes, altozanos o collados”, sino del eterno collado o sublime realidad más suprema que es Dios, que hizo el Cielo y la Tierra).

Entonces iría ahí la aplicación al Corazón de Jesús, como DESEO de los mismos collados ETERNOS, por cuanto que en el Cielo Jesús está encumbrado por encima de todos los seres: los Principados, Potestades, arcángeles, etc. Todo ser creado. Y así todo ser creado –nosotros también- miramos con DESEO, ansias y anhelos hacia ese Corazón de Jesús que está situado en lo más alto del Cielo. Ese sería el “eterno collado” al que la letanía haría alusión. Y ya se comprende que yo no soy especialista en esas materias, pero –ya que se ha presentado la pregunta en uno- se puede presentar en muchos. Y si se puede aportar una línea de salida, mejor que no decir nada. Orando he llegado a esa conclusión. También puedo haber cometido lo que los novicios llamábamos: “un bigote espiritual”.

Otro tema se me ha quedado atrás con el hecho de la higuera maldecida y secada. Entre esa venida a Jerusalén y el regreso por la tarde (que marcan las dos referencias de la higuera), Marcos (como también Lucas) sitúan el tema de los mercaderes del Templo. Ya es llamativo que se apartan notoriamente de la descripción de Juan, no sólo en el modo y contenido cuanto en la fecha (de tal modo que muchas ·concordancias” de evangelios ni siquiera sitúan en lugares paralelos o recíprocas referencias las dos narraciones). En los sinópticos no hay gestos violentos. En el simbolismo habitual de Juan, sí. Para Juan es toda una manifestación mesiánica del Mesías fustigando vicios (como se representaba en el Antiguo Testamento). Para Marcos es una reacción de Jesús ante una profanación del Templo. Jesús ha venido de Betania como lo hace ahora cada día. Al ir al Templo se encuentra montada (o montándose) una feria. Mesas de cambios de moneda (porque el Templo sólo admitía el siclo de plata), vendedores de palomas u ovejas, que eran los elementos propios para las gentes que venían a celebrar sus sacrificios, o se preparaban ya para la inmediatez de la Pascua.

En realidad Jesús no se pelea con los mercaderes. Desparrama, eso sí,  el dinero, que era el símbolo real de la profanación, porque era de lo que se aprovechaban los dirigentes del Templo al alquilar para beneficios pecuniarios aquella parte del recinto amplio del “atrio de los gentiles”. Contra los que allí se ganaban su vida Jesús no hace otra cosa sino advertirles que allí dentro, no; que la casa de Dios no puede convertirse en cueva de ladrones [era una cita del profeta Jeremías, que iba mucho más por los sacerdotes y los responsables del Templo, que eran quienes robaban aquel respeto merecido por la Casa de Dios]. Jesús impidió que siguieran montando puestos allí dentro, pidió a los vendedores de palomas que sacaran de allí la mercancía… Y por su parte –tras las catequesis que hiciera allí- al llegar la caída de la tarde, se retiró nuevamente a Betania.

Los escribas, los sacerdotes habían oído a Jesús. No salieron a dar la cara porque sabían que llevaban las de perder. Pero tampoco es que se quedaban parados ante aquello que les había aludido tan directamente. Lo que sí se quedaron deliberando era cómo acabar con Jesús. Por una parte, ellos lo eliminarían allí mismo. Por otra, el pueblo sencillo comprendía mucho mejor todo aquello, e incluso le asombraba la enseñanza de Jesús. Aquello que Jesús hablaba o hacía tenía una enjundia que no tenían los maestros de Israel.

Yo me quedo rezagado observando a Judas. Judas ya está tocado. Le han fallado sus planes humanos sobre el Mesías, planes que él había albergado solapadamente todo el tiempo de su seguimiento. Pero lo que ve ahora claro es que Jesús se ha metido en un callejón sin salida, enfrentado con los sacerdotes… Y el panorama se pone feo… Y con poco que alguien le tentara, y con moco que él añadiera de su enfado personal…, este día puede acabar de cocerse su idea de poner coto a los “desmadres” del Maestro. Y será hasta una “obra de caridad” con Él, apartarlo de una vez de aquel derrotero que ha tomado. En la mente de Judas se está cociendo la entrega de Jesús para ponerlo a buen recaudo.