09 de febrero de 2014 (Zenit.org) - Como cada domingo, el papa
Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el
Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la plaza de san Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo,
que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les
dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de este domingo, que viene inmediatamente después
de las Bienaventuranzas, Jesús dice a sus discípulos: "Vosotros sois la
sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 13-14). Esto
nos sorprende un poco, si pensamos en los que tenía delante Jesús cuando decía
estas palabras. ¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente
sencilla... Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su afirmación se
entiende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere
decir: si seréis pobres de espíritu, si seréis mansos, si seréis puros de
corazón, si se seréis misericordiosos... ¡Vosotros seréis la sal de la tierra y
la luz del mundo!
Para comprender mejor estas imágenes, tengamos en cuenta que la
ley judía prescribía poner un poco de sal sobre cada oferta presentada a Dios,
como un signo de alianza. La luz, entonces, para Israel era el símbolo de la
revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los
cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces, una misión para con todos los
hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda la
humanidad. Todos los bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados
a convertirnos en un Evangelio vivo en el mundo: con una vida santa daremos
"sabor" a los diferentes ambientes y los defenderemos de la
corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo a través del
testimonio de una caridad genuina. Pero si los cristianos perdemos sabor y
apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la efectividad.
¡Pero que hermosa es esta misión de dar luz al mundo! Pero es una
misión que nosotros tenemos. Es hermosa... También es hermoso conservar la luz
que hemos recibido de Jesús. Custodiarla, conservarla. El cristiano tendría que
ser una persona luminosa, que lleva luz, siempre da luz, una luz que no es
suya, sino que es un regalo de Dios, un regalo de Jesús. Y nosotros llevamos
esta luz adelante. Si el cristiano apaga esta luz, su vida no tiene sentido. Es
un cristiano solo de nombre, que no lleva la luz. Una vida sin sentido. Pero yo
quisiera preguntaros ahora: ¿Cómo queréis vivir vosotros? ¿Como una lámpara
encendida o como una lámpara apagada? ¿Encendida o apagada? ¿Cómo queréis
vivir? Pero no se escucha bien aquí. ¡Lámpara encendida!, ¿eh? Y es
precisamente Dios el que nos da esta luz y nosotros se la damos a los demás.
¡Lámpara encendida! Esta es la vocación cristiana.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del
ángelus. Y al concluir la plegaria, el Papa prosiguió recordando que el próximo
martes la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo:
Pasado mañana, 11 de febrero, celebraremos la memoria de la
Bienaventurada Virgen de Lourdes, y viviremos la Jornada Mundial del Enfermo.
Es la ocasión propicia para poner en el centro de la comunidad a las personas
enfermas, orar por ellas y con ellas, estar junto a ellas. El mensaje para este
jornada está inspirado en una expresión de san Juan: fe y caridad. También
nosotros "debemos dar nuestras vidas por los hermanos" (1 Jn 3, 16).
En particular, podemos imitar la actitud de Jesús hacia los
enfermos, enfermos de todo tipo. El Señor cuida de todos, comparte su
sufrimiento y abre el corazón a la esperanza.
Pienso también en todos los operadores sanitarios: ¡Qué trabajo
precioso hacen! ¡Muchas gracias por vuestro trabajo precioso! Ellos encuentran
cada día en los enfermos no sólo unos cuerpos marcados por la fragilidad, sino
también unas personas a las que ofrecer atención y respuestas adecuadas.
La dignidad de la persona no se reduce jamás a sus facultades o
capacidades, y no es menor cuando la persona es débil, invalida y necesitada de
ayuda. También pienso en las familias, donde es normal que cuiden de aquellos
que están enfermos. Pero a veces las situaciones pueden ser más pesadas. Muchos
me escriben y hoy me gustaría asegurar una oración para todas estas familias, y
les digo: ¡No tengáis miedo de la fragilidad! ¡No tengáis miedo de la
fragilidad! Ayudaros los unos a los otros con amor y sentiréis la
presencia consoladora de Dios.
El comportamiento generoso y cristiano hacia los enfermos es la
sal de la tierra y la luz del mundo. Que la Virgen María nos ayude a
practicarlo, y obtenga paz y consuelo por todos los que sufren.
El Pontífice también quiso dedicar unas palabras a los Juegos
Olímpicos de Invierno:
En estos días tienen lugar en Sochi, Rusia, los Juegos Olímpicos
de Invierno. Quisiera hacer llegar mi saludo a los organizadores y a todos los
atletas, con la esperanza de que sea una verdadera fiesta del deporte y la
amistad.
A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente
realiza Francisco:
Saludo a todos los peregrinos presentes hoy, las familias...
¡Todos los peregrinos! ¡Todos! Las familias, los grupos parroquiales, las
asociaciones. En particular, saludo a los maestros y estudiantes venidos de
Inglaterra; al grupo de teólogas cristianas de diferentes países europeos, que
se encuentran en Roma para un Congreso de estudio; a los fieles de las
parroquias de Santa María Inmaculada y San Vicente de Paul, en Roma; a los que
han venido de Cavallina y Montecarelli, en Mugello; de Lavello y de Alfi; a la
Comunidad 'Sollievo' y a la Escuela de San Luca-Bovalino, en Calabria.
El Santo Padre dedicó un especial recuerdo a las víctimas de los
desastres naturales:
Rezo por todos aquellos que están sufriendo los daños y molestias
causados por los desastres naturales, en diferentes países. También aquí, en
Roma. Estoy con ellos. La naturaleza nos desafía a ser solidarios y estar
atentos a la custodia de la creación, también para prevenir, en la medida de lo
posible, las consecuencias más graves.
Y antes de despedirme, pienso en aquella pregunta que he hecho:
¿Lámpara encendida o lámpara apagada? ¿Qué queréis? ¿Encendida o apagada? El
cristiano lleva la luz. Es una lámpara encendida. ¡Siempre adelante con la luz
de Jesús!
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención
diciendo:
"A tutti auguro una buona domenica e
buon pranzo. Arrivederci!" (Deseo a todos un buen domingo
y una buena comida. ¡Hasta pronto!)
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