“MANOS UNIDAS”
El
nombre que intitula esta organización cristiana puede definir dos realidades
que recíprocamente se están alimentando: de una parte, es la unión de manos de
quienes pueden desde “el lado de acá” constituir un frente común para ayudar
solidariamente a los que “están allá”; y de otra parte pueden ser ese sentido
amplio, de brazos abiertos, que nos hace sentirnos UNO y unidos los de “acá” y
los de “allá” como para estar muy convencidos de que no estamos “dando limosna”
sino que estamos vistiendo, alimentando, ayudando a nuestra propia carne. Ellos
nos ayudan a nosotros y nosotros a ellos, dándonos cada uno lo que podemos y
tenemos…, que es el signo propio del AMOR.
“Ellos”
nos ayudan desde su “oscuridad” a que ejerzamos nuestra misión de SER LUZ. ¿O
no será que ellos viven en una zona de LUZ peculiar, tan echada en manos de la
Providencia de Dios, que su LUZ nos estimula a nosotros a vivir la solidaridad
material, que les aporte nuevas razones para seguir caminando en su confianza
plena en los hermanos “de la otra parte” –nosotros- como generadores de
esperanza?
Porque
la liturgia de hoy es muy clara: “Parte
tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va
desnudo, y no te cierres a tu propia carne”. Y sigue el texto de la 1ª lectura: “Entonces brillará tu luz como la aurora…, te brotará la carne sana, te abrirá
camino la justicia, DETRÁS IRÁ LA GLORIA DE DIOS”. Es una secuencia muy expresiva: el bien que se
hace brilla como luz, cura como medicina, desbroza de malas hierbas y santifica,
hasta convertirse en Gloria de Dios desde la obra de uno mismo. Lo que dice
Jesus en el evangelio: Así alumbre
vuestra luz ante todos, que vean vuestra buenas obras y den gloria a vuestro
Padre del Cielo”.
Y
con una forma práctica que queda muy a la mano de cada cual, la 1ª lectura pone
un paralelo de esas grandes ayudas que ha enumerado al principio. Ahora se pone
en el plano de lo diario y dice: “Cuando
destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia…, brillará
tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”. No es excluir
ni orillar la obra directa de “llenar el estómago del indigente”, sino advertir
que no sería todo luz si faltara esa otra dimensión de la vida diaria, la que
realmente nos define: el gesto, la palabra, la actitud, el dominio de sí.
Pensemos
que estamos en un momento muy difícil en el ámbito social ciudadano. Que se van
perdiendo los frenos esenciales para la convivencia. Que la oscuridad va
invadiendo los ámbitos de los diversos estamentos… Que el Papa pone ahí unas
llamadas alarmantes de sentidos perdidos por una falsa cultura que no estima la
dignidad humana, ni la vida propia o ajena, no el mismo valor de la persona…
Ahí
resuena con mucha más fuerza la palabra de Jesús: Vosotros sois la luz del mundo.
Precisamente ahora más, cuanto que la oscuridad se extiende más. Una LUZ que no
puede quedar tímida o acobardada, ahí situada bajo el tejado de un templo, o en
la alcoba de un domicilio. La LUZ está para iluminar, para expandirse, para
hacer que se vea allí, en aquellos ámbitos, en los que se hace densa la
oscuridad. ¿Y no ocurre que esa oscuridad la tenemos muchas veces bajo el mismo
techo? No se trata de pretender meter
con calzador, de forzar situaciones (que sería contraproducente). Pero “alumbre vuestra luz de manera que –al verla-
se convierta en reclamo… Brille la luz como antorcha de fuego (que es otra manera de ser luz), y ese fuego emprenda
alrededor.
Como
la SAL, cuyos efectos son también expansivos…, que se diluye la sal y al
diluirse, penetra y deja el sabor. Ésta es nuestra vocación; a ello nos destina
Jesús, y nos lo pone delante como afirmación; no sólo como deseo.
La
2ª lectura –aun no formando parte directa del mensaje litúrgico- viene a
acentuar ese rasgo de la sal que se ha de diluir para salar. Y así San Pablo no quiere
saber otra cosa que a Jesucristo, y éste crucificado. Su apostolado no
es de palabras brillantes; no es ser un torrente que se impone… Su fuerza
apostólica es haberse aferrado a la potencia de Cristo crucificado, que es la
manifestación del poder de Dios. Con esa fuerza es con la que Pablo siente esa
exigencia de UNIR LAS MANOS con sus fieles, con el resto de las comunidades
cristianas, porque en esa realidad está la fuerza del Evangelio.
Y
cuando nos hace falta tener una síntesis de todo, un VALOR TANGIBLE en el que
tenerlo todo, la liturgia nos hace traspasar lo que son palabras y
explicaciones, lo que es el mismo Evangelio proclamado al ALTAR DEL SACRIFICIO,
donde encontramos precisamente al Cristo Crucificado. Solo que ya dio el PASO pascual y que ya es un RESUCITADO
que se nos hace símbolo en el CIRIO PASCUAL que está como LUZ permanente para
seguir emprendiendo nuestras LUCES…, como una expresión de COMUNIÓN que no se
queda en el momento, sino que ya es nueva fuerza para emprender y engarzar el
mundo diario, personal y social de cada uno.
Y
hoy esa COMUNIÓN tiene una forma expresiva de participación, cuando nosotros,
en el lado de acá, y aquellos, en el lado de allá, vamos a comulgar la misa EUCARISTIA.
Vamos a hacer visible y patente que vivimos con nuestras MANOS UNIDAS.
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