Mc 7: Una joya
de la verdad
Estaba
Jesús –puede deducirse- en alguna de aquellas invitaciones en las que se entremezclaban
gentes muy diversas. Están los apóstoles y están los fariseos. Y está preparado
todo lo necesario para ese ritual
purificatorio que debía seguirse –en principio. Por motivos de higiene, pero
que el mundo farisaico había convertido en “espiritual”, los comensales hacían
sus abluciones antes de ponerse a la mesa. Era un conjunto de exageradas “limpiezas”
que rayaban en lo supersticioso o lo escrupuloso, y por tanto quedaba muy ajeno
al mundo que Jesús enseñaba y del que había hablado tantas veces con sus
discípulos. Entonces esos discípulos se han quedado al margen de tantas formas
externas como vivían ansiosamente los fariseos.
Y
un grupo de fariseos se vino a Jesús a preguntarle “por qué sus discípulos comían con
manos impuras”. Se me antoja que a Jesús le sonó aquello fatal. “Manos
impuras” era que no seguían el angustioso ritual de lavar las manos hasta el codo [“a fuerza de codos”; “restregando
bien”, dicen otras traducciones…, en lo que se revela el sentido tan fuera de
lo normal que había en aquel concepto de “manos impuras”. Y se añadirá a eso el
obsesivo lavar de platos, jarras, vasos y ollas… En esa selva de lavatorios
entra la contraposición de las “manos impuras”]. Naturalmente a Jesús le llegó
al corazón esa pregunta del grupo aquel. Y no era que hubieran tildado a sus
propios discípulos; era que así vivían “la religión” los fariseos y así la
enseñaban…, y así confundían a las gentes, y les hacían sentirse “impuras” por
cosas tan nimias y alejadas del sentido auténtico del corazón bueno.
Por
eso Jesús saltó con vehemencia, resaltándoles la frase de Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero
su corazón está lejos de mí; el culto que me dan está vacío, porque la doctrina
que enseñan son preceptos humanos”.
Ya estaba dicho todo, y con palabras que no eran nuevas, ni ahora as
inventaba Jesús. Pero Jesús va a bajarles al concreto para que sepan que es lo
verdaderamente impuro. Y es que
vosotros anuláis el mandamiento de Dios, por seguir las tradiciones de
vuestros antepasados. Y por si no se enteran, les pone un ejemplo real que
clamaba al Cielo: os habéis inventado la especie de que si uno declara que sus bienes son “ofrenda al Templo”, ya no tiene que
ayudar a su padre y a su madre. Con ello se han quitado de en medio, de un
plumazo, ¡verdaderamente impuro! lo que era el cuarto mandamiento de las Tablas
de la Ley que Dios entregó a Moisés y Moisés trasmitió al pueblo.
¡Eso
sí es IMPUREZA! Eso es lo que ensucia no
ya las manos o el estómago, sino el mismo corazón… Por eso “el corazón de ese
pueblo está lejos de mi”. Es el corazón de la trampa, del engaño, de la absurda
pretensión de “engañar a Dios”…, o de engañarse a sí mismos bajo el nombre de
Dios. ¡Eso es lo que hace impura a la
persona!, lo que falsea la religión.
La
conclusión de todo eso lo encierra Jesús en una frase final, que es la que
recorre los siglos, la que nos abarca a nosotros…, la que nos obliga a mirar
dentro de nosotros…: “Y COMO ÉSTAS,
HACÉIS MUCHAS”. Yo no puedo nunca pasar por encima esa expresión de Jesús.
Me lleva de inmediato el pensamiento a esa cantidad de modos externos, muchas
veces también superficiales, que nada
comprometen…, y que –sin embargo- vienen a constituir con cierta facilidad las “religiosidades”
y “piedades” de más de uno, entre los que no me quedo fuera, como quien ve los
toros desde la barrera. Con un poco de honradez espiritual podemos encontrar en
nuestra vida que nos agarramos a costumbres “de siempre”, a piedades fáciles, a
limosnas que nos dejan tranquilos…, y a diferentes expresiones que parecen religiosas
y que, sin embargo, no están siguiendo el mandato de Dios…, e incluso lo están
soslayando.
Son
“muchas cosas como éstas” a las que Jesús está mirando, y a las que nos invita
ahora a mirar nosotros, porque no
pretende echárnosla en cara, pero sí quiere que seamos tan sinceros que
nosotros mismos las descubramos y empecemos a tener el corazón puro, sin que se pierdan las fuerzas espirituales en
bagatelas que saciarán, sí, el aspecto piadoso, pero que bien sabemos que no
llegan a transformar formas personales y actitudes. Incluso algunos habrían de
afrontar el claro engaño de andar orillando determinadas exigencias de la
conciencia, queriendo seguir tal como venían haciendo…, sin afrontar la verdad,
aunque al borde de zonas claramente opuestas a mandatos del Señor.
Por
supuesto que es más frecuente el engaño sutil…, el que pretende estar
fundamentado en “la propia sinceridad”, pero que –visto desde fuera- deja
cierto tufo de soberbia interior, de orgullos personales, de autodefensas de
las posiciones adquiridas… Naturalmente esta labor de sinceridad es muy
personal. Y hasta tendríamos que acabar con lo mismo de ayer: no se va a ver…,
o se ve y no se sabe enfrentar…, o se sabe y no se tiene decisión de hacerlo… [la lucha con Dios los años enteros…], y
es que tiene que haber ese TOQUE DE
JESÚS, y ese dejarse tocar y desbancar por Jesús… Hay que estar en
disposición para el momento en que eso ocurra.
Nos
ayude hoy la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes, cuya fiesta celebramos.
Al meditar en la fiesta de hoy NUESTRA SEÑORA DE LOURDES ,vemos cómo el Señor ha querido poner en manos de su Madre todas las verdaderas riquezas que nosotros imploraramos y que nos ha dejado en Ella el consuelo del que andamos tan necesitados.Con alegría vemos cómo a los santuarios de la Virgen se acercan personas de todo tipo y condición y se postran a sus pies.Quizá no se habrían acercado si no hubieran experimentado la debilidad,el dolor o la necesidad propia o ajena..
ResponderEliminarLe decimos:SALUD DE LOS ENFERMOS,RUEGA POR NOSOTROS.