Desde la
fachada, al interior
Así
podríamos expresar como un slogan lo que es el Sermón del Monte, del que está
tomado el Evangelio de hoy. El Sermón del Monte es la síntesis completa del
Reino de Dios. Lo que se llamaba “un paradigma” y hoy se dice “icono”: algo que
–bajo- un enunciado, abarca una forma de vida y una manera de ser. Para
entendernos en términos civiles: es la “Constitución”. Bajo los artículos
expresos, hay en cada uno un mundo de realidades, a las que hay que irles
sacando partido en la medida que la vida y las aplicaciones se van
explicitando.
La
primera lectura de hoy es del “Eclesiástico”: 15, 16-21. En aquella cultura ya
se enuncia un principio básico; cada persona elige su vida. Tiene posibilidades
de elegir el fuego o el agua…, y lo mucho que hay entre medias. Se elija muerte
o vida, lo ve el Señor. Y ese es el punto esencial de referencia para todo. Y dichosos
los que caminan en la voluntad del Señor, que canta el Salmo como una
llamada a la buena elección.
Llega
Jesús, en el Monte –Mt 5, 17-37- y dice: Yo
no he venido a anular lo anterior; pero sí vengo a llevarlo a su interioridad. Lo que hubo hasta ahora cumplió su
misión. Pero el Reino de Dios está muy por lo alto de aquello. Y os pongo casos
concretos, dice Jesús.
Se os dijo: no matarás. Y muchos lo
viven perfectamente no matando… Pero Yo os digo: el que está peleado con su hermano, ya lo ha
matado en su corazón. Llegan muchos con esa tarantela: “Yo no robo ni mato”.
¿Y tu actitud con tu esposo/a? ¿Y con tu padre o madre o hijos o abuelos? ¿Y
con tu trabajo, compañeros y jefes? ¿Y con esa chica o chico que sales? Porque hay muchas formas de matar y muchas
manera de anular… También con el silencio que ignora. También con la exclusión:
“Para mí, como si se hubiera muerto”.
¿Qué diferencia hay entre matar y tener ya por muerto o prescindir de
alguien como si no existiera? ¿Y si se le tiene sometido a una tensión, a un temor,
a una imposición, a una forma de esclavización emocional?
Quiere
decir que Jesús ha saltado desde la materialidad típica de las prácticas
farisaicas a la verdad interior que no admite engaño, porque la ve Dios, como decía la 1ª Lectura.
Se os dijo: no cometerás adulterio. Y –aparte
de cómo se le pierde el respeto al tema, ya desde aquel entonces- es que Yo os
digo que mirar y desear a una
mujer (a un hombre), ya ha sido adulterio interior. Y aparte del sentido
social por el respeto a un/una casado/a (con posesión amorosa de la otra
persona), hay por medio todo un juego de pasiones carnales, que están a años
luz del amor. Por consiguiente, el deseo lascivo de hombre o mujer, aun no
casados, la devaluación del sexo –realidad sagrada- al mero goce genital…, a la
brutalidad del “usar y tirar”…, es evidente que rompen los moldes de la ruptura
con el planteamiento de Jesús…, con un icono del Reino que está presentando.
Hemos
pasado de un “hecho” concreto a una actitud de vida, a una novedad interior
como talante de vida. También eso lo ve
Dios, y no valen las falacias de “ser dueños de…” Cada cual es libre de tirarse por un tajo.
Pero lo ve Dios…
Se dijo: no jurarás, cumplirás tus
compromisos adquiridos con el Señor. Como en un contrato civil: lo pactado
es sagrado. Y no hace falta jurar. Basta un apretón de manos. Así era; así
bastaba. Pero Yo os digo: basta
con vuestro SÍ o NO. Que lo demás, viene
del maligno. Y se queda uno pensando
en qué valor tienen hoy los compromisos adquiridos, desde la simple puntualidad
a una cita, al compromiso de pertenencia a un grupo, a los trabajos que
dependen de haber dicho que SÍ a alguien o para algo… Y así podríamos decir
muchas cosas. Quien no es capaz de ser verdadero en su afirmación o negación,
¿qué valor le vamos a otorgar cuando jura? Si ya no le es suficiente que Dios lo ve, ¿qué valor tienen sus
juramentos?
Me
he quedado en el armazón. Para nuestra cultura conceptual, vale. Pero Jesús
hablaba a orientales, y eso le llevaba a ponerle “imágenes” para que
entendieran: el peleado o que ofende a su
hermano, merece la condena del fuego. Por tanto, si vas a presentar tu ofrenda
a Dios, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí
mismo tu ofrenda, ve a reconciliarte con tu hermano, y luego vuelves a
presentar tu ofrenda. Estribillo de la 1ª Lectura: Dios lo ve.
¿Has
mirado con deseos lascivos a otro u otra? Dice Jesús en otra imagen muy
clarificadora: Sácate el ojo; córtate la
mano o la pierna… En la era del Internet, y con él un peligroso erotismo y
hasta visitas pornográficas (o cualquier otro modo o medio), las expresiones de
Jesús están en pleno vigor. Y no para crear tuertos, mancos o cojos, sino para
hacerse muy conscientes de que hay que adoptar actitudes drásticas cuando
tenemos la vida consagrada a Dios por nuestro Bautismo, nuestra fe y nuestra
participación en la Eucaristía. Dios lo
ve.
De
ahí que el paso desde la mera apariencia de fuera a la verdad que exige el
interior que ha conectado con Jesús y su evangelio –con el Reino de Dios- lleva
leguas de distancia. De lo exterior, vale tomar la parte que conduce a lo
interior. Todo lo creado está puesto ante la persona para que elija. Pero en
toda elección debe haber ese “ojo” interior… En todo lo que yo elijo, DIOS LO VE.
La radicalidad de Jesús no admite "medias tintas" por nuestra parte. Es evidente, que como humanos somos frágiles, débiles... pero sólo si nos apoyamos en El, si cimentamos nuestra vida en el Evangelio, hacemos de Su Palabra nuestro estilo de vida. En ocasiones, podemos caer en la tentación de sentirnos incapaces de cumplir con el mensaje de Jesús, pero con nuestras debilidades ya cuenta El, no es ajeno a nuestras fragilidades. Nuestra propia aceptación como seres limitados y necesitados de El, debe ser el punto de partida para caminar con un proyecto de vida cuya meta sea gozar de su Reino.
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