Apostolado
evangélico
Jesús
envió a sus apóstoles de dos en dos a salir por los pueblos y aldeas a hacer el
bien. [Mc 6, 7-13]. Como el enemigo número uno del bien es “el malo”, la “primera autoridad” que les dio fue contra los espíritus inmundos…, los demonios. Y como más que exorcismos hacía falta un
cambio en la mentalidad [“mente” en
la Biblia es la persona entera en lo más profundo del ser], ellos se dedicaron
a predicar la conversión. Si se llegara a sobrepasar las prácticas “de la
ley”, y se aceptara la doctrina que enseñaba Jesús, habría esa conversión. San
Pablo es exhaustivo en esa explicación, en su constante contraposición entre
“apoyarse en cumplir la ley” y abandonarse en la promesa gratuita de Dios. Claro: “gratuita” para nosotros; porque a
Jesús le costó el alto precio de su vida.
Y a los
enfermos les ungían con aceite y los curaban. [Cuando Santiago escribe en su
cara una misión que deben ejercer los sacerdotes, habla de orar sobre los enfermos y ungirlos con aceite].
Aquellos
Doce hombres que salen a los caminos, llevan un encargo de Jesús: Para el camino, un bastón, y nada más. Ni
pan, ni alforja, ni dinero suelto… Unas sandalias, pero no una túnica de
repuesto. En efecto: tan apoyados en “la promesa” que ni siquiera ayudas
materiales para el camino.
En
cuanto a la estancia, “donde entréis
y hasta que os vayáis”…, allí os
quedáis. Con tal que os reciban. Porque si en algún lugar no los van a recibir,
o no los escuchan, que no sufran por ello. Sencillamente, sacuden hasta el
polvo que se les haya pegado a los pies…, para no llevarse nada de ese lugar, y
que quede claro que si no los han recibido no es porque ellos han hecho o dicho
algo inconveniente. Más bien quedará patente que la “culpa” estuvo en quienes
no los recibieron.
El
relato queda ahí. Y para lo que es el apostolado cristiano (=en el nombre de
Cristo…, en lugar de Cristo, preparando la llegada de Cristo), ha dicho mucho.
Parecería hasta excesivo ese ir sin pan,
sin dinero, sin alforja donde guardar un mendrugo de pan… Pero bien que
está enseñando Jesús que al ir a hacer el servicio al evangelio, nunca podemos
buscar (por detrás) nuestra propia ventaja, “los primeros puestos”, unos
“derechos adquiridos” en razón de ese servicio. Lo que Jesús está inculcando es
que cada uno que sirvamos la causa del Evangelio, lo vivamos con la muy
profunda convicción de que “hacemos lo
que debemos hacer, pero somos siervos in-útiles” [no para nuestra utilidad…],
pues aún en lo espiritual, nada podemos “ganar” por méritos propios… Sólo vale
acogerse a la promesa gratuita de Dios…, y ese
bastón, como única apoyatura
Por
eso cuando Jesús habla de ese “quedarse donde entren” (y que si no los reciben
no sea por “culpa” de ellos), puso por delante el modo de marchar
apostólicamente con las alforjas vacías de todo.
Cuentan
del venerable Padre Tarín –que viajaba a sus misiones por los pueblos con un
simple maletín de mano- que se culpaba del fracaso de una misión en uno de esos
pueblos, por haber llevado “demasiadas cosas”…
Y se queda uno mirando todo el matalotaje del “yo” con que llevamos
adelante nuestros apostolados, nuestros servicios al evangelio, y a lo mejor
por ahí podemos comprender que no expulsemos demonios de las almas… No podremos
sacudir ese polvo, no podremos “probar la culpa” de otros, mientras no hayamos
mirado esas alforjas nuestras. Es regla
de oro.
Y
con poco que nos paremos a mirar hacia nuestro dentro-dentro, no será difícil
que veamos más “nuestra obra” que la gratuidad de servicio al Reino, sin que
pase por delante ni la sombra de uno mismo. Trabajamos y nos desgastamos en ese
servicio a la Iglesia “en tal sitio”…
Y ahí, precisamente “ahí”, en el “tal sitio”, podemos encontrar la “trampa”. Y
no viene mal, entonces, “sacudirnos el polvo de los pies para probar nuestra
propia culpa”. Se nos había pegado “ese polvo”… Nuestra mano izquierda sabe
demasiado bien lo que hizo la derecha… La “alforja” iba con nosotros, y ya
hemos visto que Jesús dijo que “ni alforja”.
Sandalias y bastón para poder caminar… Nada más.
Aquí va a
cortar el evangelista las narraciones de hechos de Jesús, porque –una vez que
han salido los apóstoles a su misión- no tiene nada que decir sobre posibles
actividades de Jesús. Es que Jesús forma ya tal unidad con ellos en la causa
del reino, que la “continuación” del relato se va a ir a la historia de Juan Bautista. Hasta que
regresen los Doce de la misión apostólica y se retome la unidad del grupo como
algo específico de la misión de Jesús.
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