FE desde la
ceguera
Hace
unos años me encontré con un ofrecimiento de un amigo a participar en un “blog”…, un lenguaje que me era tan ininteligible
como el mismo idioma chino. Este amigo me dio una pequeña noción y ahí tuve mi
irrupción en un blog informático. Era
un blog arreligioso y mis participaciones “anodinas” en la forma aunque con mis
intenciones constructivas en el fondo. Y extraigo hoy, al cabo de los años, una
de mis intervenciones en aquel blog:
Me llega otra historia, del eminente
oftalmólogo J de Shalom, que salió de excursión con unos amigos y vinieron a
toparse con un invidente. Hubo
curiosidad entre los acompañantes sobre qué reacción produciría aquello en el
amigo.
Sin aparatos, sin
instrumental, salvo una bolsa de campaña que siempre llevaba consigo, examinó
al hombre. Pensó. Los amigos observaron su gesto y lo jalearon. En un improvisado quirófano bajo el potente
foco del sol en su cenit, le extrajo las enormes cataratas que le impedían la
visión.
Dejó un espacio
prudencial de tiempo. Y luego le
preguntó si veía. El hombre dijo que
veía unas vacas muy próximas pero como bloques que se movían. J de Shalom se fue directo con sus dedos
hacia los ojos del paciente y le aplicó sus pulgares a los párpados durante un
rato, como quien hace pasar su propio calor a los ojos enfermos. Los amigos
contenían el aliento. Cuando retiró sus
dedos, el hombre dijo que veía, y que aun a distancia distinguía bien.
El oftalmólogo se limitó
a recomendarle que no entrara al pueblo porque los polvos de los silos y los
humos de las chimeneas le perjudicaban.
Eso era verdad. Pero en el fondo era también la sencillez del
médico, que prefería pasar desapercibido y no quería el aplauso de la gente. Y era también verdad que aquel que había sido
invidente, se había entregado con fe en el hombre que se ofreció a intentar
curarlo.
Esta historia es más
larga, pero el hecho concreto concluye aquí aparentemente.
Recuerdo
algunos comentarios: admiración ante tal noticia, que desconocían, pero que admiraban.
Alguno, más metido en temas religiosos, que veía esa historia más larga que yo dejaba caer. Al final hubo una aceptación
del relato mío, sin haber olido que estaba contando un suceso evangélico.
Porque si se cuenta un hecho como el del “oftalmólogo J de Shalom”, era
admirable… Pero si se cuenta de Jesús en un blog arreligioso, no era creíble.
Y
sin embargo OCURRIÓ. Varios detalles lleva el relato de Mc 8, 22: alguien se
preocupa del ciego y lo trae a Jesús, y piden la intervención de Jesús sobre el
ciego: que le imponga las manos. Otro
detalle: Jesús lo apara de la gente; lo saca de la aldea… Hace falta un espacio
de soledad, intimidad, “desierto” del alma. Otro: lo lleva Jesús de la mano.
Era ciego y no podría conducirse solo. Jesús se ocupa de él. Sigue el “proceso”:
Jesús le toca con su saliva en los ojos, y el ciego empieza a ver muy
difusamente. Ve pero confusamente. Ve hombres (las mismas personas que le
llevaron a Jesús) pero se le antojan árboles en movimiento. Quiere decir que
aún no ve más que bultos. Otra fase: Jesús ahora pone sus dedos en los ojos del
ciego y mantiene su “toque” sobre aquellos ojos. Y cuando retira Jesús sus
manos, el ciego ve con diafanidad.
Ha
descrito Marcos el proceso de la fe: alguien tiene que empezar a acercar al “ciego”
del alma: La fe, por el oído, dice
San Pablo. Una vez que se ha dado el primer paso, Jesús entra en liza, pero
llevando al alma a un “desierto”, a esa fase necesaria de personalización de la
fe, en la que ya no sea necesario “ser llevado”…; el momento en que el contacto
primero con Jesús, personalmente, abra un poquito los ojos, como para “divisar
algo”. La fe no suele ser un fogonazo que llega de pronto en plenitud. Va
creciendo desde un primer germen, se va iluminando al contacto con Jesucristo,
pero con todas las dudas y dificultades acumuladas, que –de momento- se hacen “bultos
que se mueven”. Luego Jesús pone sus manos en esos ojos…, hace pasar su fuerza en el calor de su presencia…,
y el individuo encuentra una luz tan clara en su fe que AHORA VE PERFECTAMENTE,
con toda claridad. De tal manera que el creyente llega a tener mucha más
claridad en lo que CREE que en lo que ve con los ojos.
Jesús
le dice al recién curado que no se lo diga a nadie. ¡Como si pudiera quedar
oculto que el ciego está viendo…! Lo que pasa es que cada “ciego” de la aldea
tendrá que ir “viendo” por un proceso también lento y propio suyo; no porque ya
el otro ciego ve…
Yo
os puedo acabar de contar aquella historia de mis pinitos en aquel blog amigo
que me invitó, me recibió, me halagó… Pues que no hubo milagro de ver. Que la
ceguera siguió ceguera y hasta acabó violenta. Que perdí al que me ofreció como
amigo (aunque yo lo sigo considerando tal, pero sin poder entrar en la deriva
posterior). Y que sólo queda entonces esa esperanza de que algún seguidor del
blog aquel, hubiera tenido la suerte de encontrarse con J de Shalom…, que de
seguro le conduce “afuera” y con su “maletín de campaña” le abre los ojos a la
fe.
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