Siete panes repartidos
Hace
exactamente una semana la liturgia nos abría boca con lo que pudiéramos llamar “los
preliminares” de la multiplicación de los panes en su versión más conocida: la
de los 5 panes y los cinco mil hombres. Pero aquello quedó en los prolegómenos,
porque el lunes nos llevó a otros pasajes bíblicos. Hoy, sin embargo, nos detiene
en esa otra redacción que vamos a desarrollar, y que es un calco de la
anterior, con las cifras cambiadas. Tan igual que hay comentaristas que piensan
que es el mismo relato pero utilizando
números que son más significativas para el mundo griego, mientras que la otra
redacción empleaba números más expresivamente simbólicos para el mundo judío.
El
hecho es que tenemos ante nosotros el relato de una muchedumbre que está
siguiendo a Jesús [“que están conmigo”…; que
así llevan tres días…] y que no tienen
qué comer. Y desde la delicadeza del Corazón de Jesucristo hay ya una
preocupación: si los despido ahora, pueden desfallecer por el camino, ¡y no
digamos de los que han venido desde lejos…!
En el Corazón de Jesucristo hay un sentimiento de “lástima”. Y así lo debió expresar a sus discípulos, como un
desahogo del alma. Y porque así quiere compartir con ellos y que ellos
sintonicen con Él.
La
reflexión que ellos se hacen es la natural: ¿Y
de dónde se puede sacar pan, aquí en despoblado, para que queden satisfechos?
También pretendía Jesús esa constatación. “Aquí” no hay dónde echar mano. “Aquí”
no hay salida posible. Y cuando más lástima podía causar aquella situación es cuando
Jesús da el paso hacia la solución que –humanamente- ya se sabe que no existe.
Pide que las gentes se sienten en el suelo… Que ya era para los apóstoles una
señal que barruntaba que el Maestro pudiera hacer una “de las suyas”.
¿Se
apercibía la muchedumbre de todo lo que estaba pasando por el sentir de Jesús,
y por las conversaciones con los Doce? En medio de su hambre, ¿estaban
conscientes de su situación? Debiera ser afirmativo, pero el evangelista no nos
indica ni un mínimo rasgo de reacción de aquella gente numerosa. Se diría que
andan tan entusiasmados con el Maestro, con sus enseñanzas, su compañía, que ni
dan muestras de sus estómagos vacíos. Ahora les han dicho que se sienten en el
suelo, y se sientan. Repito que no hay ni una palabra del evangelista sobre el
particular, aunque bien nos gustaría saber algo de las sensaciones que
experimentaban…; que entre cuatro mil hombres, ya tenía que haber variedad de
sentimientos.
Jesús
pregunta cuántos panes hay. Hay 7,
informan los apóstoles. También algunos peces. Jesús toma aquellos panes, pronuncia la acción de gracias, los parte y los va dando a los discípulos
para que los sirvieran a la gente. Y se van “partiendo” cada parte de pan,
y los van “repartiendo”…, y lo que era una nonada para tanta gente, ha
resultado abundancia al “compartir”… En
efecto: comen los cuatro mil, y sobrarán trozos de pan como para llenar siete
canastas.
A
cualquier lector que se vaya deteniendo mínimamente en las expresiones, no
puede menos que saltarle la chispa de los gestos preliminares: tomó los panes, pronunció la acción de
gracias, los partió, los fue dando… Cuando ese relato lo recibe
quien frecuenta la Santa Misa, es evidente que le resuenan las palabras
eucarísticas… Y no andará muy lejos de lo que el evangelista está trasmitiendo.
Porque ese mundo hambriento, que humanamente no puede saciarse, únicamente
hallará saciedad cuando sea atendido y socorrido por Jesús. ¡Ah!: y cuando haya
quien ponga a disposición los pobres siete panes de que dispone para sí, y
decida compartirlos con otros. Será Jesús quien –desde su acción misteriosa- llegue
a realizar ese milagro de multiplicación, que llega a todos y todavía sobra…,
para quienes pueden venir después…
Claro
gesto de Eucaristía…, de nuestras Eucaristías, que no están hechas para “devoción”, ni para quedarse en el
individualismo de la persona, sino para abrir abanico hacia tantos que
necesitan que comparta y reparta el que tiene “sus 7 panes”, y sabe comprender
que codo con codo lleva a su vera “una muchedumbre” de hambrientos. Y no da por
hecho todo, y tiene todavía que “reservar canastas” de ese “Pan” porque seguirá
habiendo siempre alguien que necesita. Y hasta es posible que sean personas que
están precisamente necesitadas de ese
Pan, que más de una vez no somos capaces de ofrecer, cuando hay gentes que –aun
sin saberlo (como aquellos del descampado) tienen vacíos los estómagos del alma.
El
relato de Marcos tiene un final tranquilo, distinto de aquella otra ocasión en
la que los apóstoles tuvieron que irse solos, obligados por Jesús. Ahora, una
vez que Jesús despide a la turba, se embarca con sus apóstoles y marchan a la
región de Dalmanuta.
Ha
quedado patente el sentimiento de Jesús:
la lástima ante la muchedumbre
hambrienta… Los sentimientos salidos de
su Corazón. Hoy celebra la Compañía de Jesús a San Claudio de la
Colombière, un apóstol del Corazón de Jesucristo, uno que hizo cuanto pudo por
esa expresión del amor de Dios, en Cristo, sabiendo que él poco era y poco
podía, pero que es todopoderoso quien
desconfía totalmente de sí, pero confía
únicamente en el amor de Jesucristo.
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