25 de marzo de 2015 (Zenit.org) - La intensa lluvia con la que ha
amanecido hoy Roma, no ha sido impedimento para que miles de fieles, venidos de
todas las partes del mundo, hayan acudido a la plaza de San Pedro para
participar en la audiencia general en presencia del santo padre Francisco.
Antes de salir a la plaza, el Papa ha hecho una parada en el Aula
Pablo VI, para saludar brevemente a los enfermos que siguen desde ahí la
audiencia. Después ha recorrido la plaza con el papamóvil cubierto y ha
saludado y bendecido a los presentes. Una manto de colores formado de paraguas
e impermeables daba color hoy a la plaza de San Pedro.
En la serie de catequesis que el Santo Padre está haciendo sobre
la familia, esta mañana la ha dedicado al día que celebramos hoy, la
Anunciación. Así, en su resumen hecho en español, Francisco ha indicado:
“Queridos hermanos y hermanas, el 26 de marzo celebramos la fiesta de la
Anunciación. El Arcángel Gabriel visita a la virgen María y le dice que
concebirá y dará a luz al Hijo de Dios. Con este anuncio, el Señor ilumina y
refuerza la fe de María, como hará luego con su esposo José, para que Jesús
nazca y sea acogido en el calor de una familia”. Asimismo ha recordado que “hoy
que, en muchos países, se celebra la Jornada por la Vida, se cumplen veinte
años de la encíclica Evangelium Vitae, en la que la familia ocupa un puesto
central. Desde el el principio, Dios bendijo al hombre y a la mujer para que
formasen una comunidad de amor para transmitir la vida”. Y ha añadido que “en
el sacramento del matrimonio, los esposos cristianos se comprometen con esta
bendición durante toda la vida; y la Iglesia, por su parte, se obliga a no
abandonar a la nueva familia, ni siquiera cuando ésta se aleje o caiga en el
pecado, llamándola siempre a la conversión y a la reconciliación con el Señor”.
Finalmente, ha señalado que “para llevar a cabo está misión, la Iglesia
necesita una oración llena de amor por la familia y por la vida”. Por eso, ha
pedido el Papa, rezar “insistentemente por el próximo sínodo de los obispos,
sobre la familia, para que la Iglesia esté cada vez más comprometida y más
unida en su testimonio del amor y la misericordia de Dios con todas las
familias”.
A continuación, el Santo Padre ha saludado a los peregrinos de
lengua española, en especial a los grupos provenientes de España, Uruguay,
Colombia, Argentina, México y otros países latinoamericanos. “Les pido por
favor que no falten las oraciones de todos por el Sínodo. Necesitamos
oraciones, no chismes. Que recen también los que se sienten alejados o no están
habituados a rezar. Muchas gracias”, ha observado Francisco.
También hoy, el Pontífice ha hecho un llamamiento a favor del
trabajo recordando que está profundamente relacionado a la dignidad de la
persona. Francisco ha pedido que no prevalezca la lógica del beneficio, sino la
de la solidaridad y de la justicia. “Al centro de cada cuestión, especialmente
en la laboral, se pone siempre la persona y su dignidad. ¡Cuando no se gana el
pan, se pierde la dignidad! Este es el drama de nuestro tiempo, especialmente para
los jóvenes, los cuales, sin trabajo, no tienen perspectivas para el futuro y
pueden convertirse en presa fácil de las organizaciones criminales”.
Al concluir la audiencia, tras los saludos en los distintos
idiomas, el Papa ha dedicado un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y
a los recién casados a quienes “acojo con alegría en el día en el que la
Iglesia celebra la solemnidad de la Anunciación del Señor. En este misterio
vemos el dibujo con el que Dios nos ha hecho partícipes de su vida inmortal y
también la generosa disponibilidad de María, que ha acogido con fe el anuncio
del Ángel”, ha indicado. Y así, ha deseado de corazón a los jóvenes, a las
personas que sufren y a los recién casados “crecer en la generosa
disponibilidad hacia el Señor, siguiendo el ejemplo de la Virgen Santa”.
"Me has preparado un cuepo...Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad". La solemnidad de hoy nos enseña a contemplar y a valorar la humanidad de Jesús. Se hizo carne de nuestra carne, para poder ser "Dios con nosotros"y para decirnos con unas palabras y con unos gestos, que no nos pueden pasar desapercibidos, cuánto nos ama. Lo que nos salva y santifica es unirnos a la existencia de Jesús y vivir la nuestra como Él , como un don para los demás,como es la voluntad de Dios.Jesús es el modelo del camino que tenemos que emprender para llegar a la Casa del Padre que ya nos espera para decirnos: "hijo, todo lo mio es tuyo".
ResponderEliminarLiturgia del día
ResponderEliminarHoy llega tarde pero quiero dejarla aquí. Abrán es un personaje de mucho mérito porque, extraño y de país diferente, y ajeno a la historia de aquel pueblo que empieza a narrarnos la Biblia, acepta una llamada de Dios, muy a fondo perdido, y se traslada al país de Canaán.
Dios hace pacto con él (Gn 17, 3-9) al modo de los pactos de Dios, que son todo gratuidad, y le cambia el nombre por Abrahán (=padre de una multitud), y le promete una generación sin fin, con una descendencia perpetua, y que será SU DIOS.
Hecha la promesa, lo que Dios le dice es: Guardad mi alianza tú y tus descendientes por siempre.
Jesús es el punto central de esa descendencia hasta poder afirmar que “Abrahán vio mi día y se llenó de alegría”. (Jn 8, 51-59). Evidentemente los judíos reaccionaron con mofa: No tienes 50 años ¿y has visto a Abrahán? Era menester estar en el meollo de la Sagrada Escritura, en ese punto omega que es Cristo, al que todo se dirige, para poder entender la frase de Jesús.
Quizás por eso el primer renglón de este evangelio sea tan necesario ahora (como entonces y como siempre) para poder tener una visión que abarque mucho espacio. Y esa era la que no tenían los judíos. Les dice Jesús: Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre. Estaría ahí el secreto que nos llevara a una oración más efectiva que la del simple saber, simple “hacer oración”, porque en realidad “guardar mi palabra” es algo que abarca la vida de la persona.