La Pasión en
San Juan - 1 -
No perdamos de
vista el enfoque de este 4º evangelio, que ya desde su primer renglón se sitúa
en “el Verbo estaba en Dios y el Verbo
era Dios”. Para entender su evangelio y asimismo la Pasión, hemos de tener
en cuenta el marco general: San Juan siempre se expresará desde ese arranque
primero. Así su relato primero en el contexto de la Cena es una confesión
solemne de su divinidad: Antes de la
fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús
que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los
suyos, los del mundo, al final los amó hasta el extremo”. Y mientras
cenaban, cuando ya el diablo había inspirado a Judas Iscariote que lo
entregara, sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que
salió de Dios y a Dios volvía, se
levanta de la cena, deja su manto, y tomando un lienzo, se lo ciñó; echa agua
después en un balde y se pone a lavar los pies a sus discípulos, y a secarles
con el lienzo con que estaba ceñido…
Y cuando ha
acabado, se deshace del lienzo, deja el balde, de viste la túnica, ocupa su
sitio y dice: ¿Sabéis lo que he hecho con
vosotros? Vosotros me llamáis maestro y
Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, Maestro y Señor lo he hecho
así con vosotros, es para que vosotros os lavéis los pies unos a otros
Queda claro
que entramos en “otra Pasión”. En diversos detalles irá siempre surgiendo “el
Maestro y el Señor”, con diferencia a las narraciones de los sinópticos en los
que resaltaba la realidad humana de Jesús, el padecimiento del hombre que se
hizo igual a todos, menos en el pecado.
Ya en ese
momento de ponerse a los pies de sus apóstoles, Simón Pedro se siente
incomodado por el gesto del Maestro (gesto propio de criados), y en una
reacción espontánea y noble, retrae sus pies y dice con molesta admiración: ¿Tú, Señor, lavarme a mí los pies? No me los
lavarás jamás. Y Jesús responde: Si
yo no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo. Sin duda era una
situación extrema, que Pedro ni había podido imaginar. Y con la
isma espontaneidad saca los pies del diván y se remanga los brazos y le dice: Pues entonces lávame los pies, las manos y
hasta la cabeza. No era tanto lo que pretendía el gesto de Jesús. Aprovecha
para aclarar que estáis limpios…, aunque
no todos De esta forma situarse a los pies de Judas era el último recurso
para ablandar aquel corazón que estaba cerrado: no estaba limpio. Por eso, al acabar todo esta secuencia del
lavatorio, Jesús vuelve decir: Seréis
dichosos si, sabiendo estas cosas, las practicáis. No hablo de todos vosotros;
yo sé a quienes elegí, pero el que come mi pan, levantó contra mí su calcañar.
Os lo digo desde ahora para que cuando
suceda, mantengáis la fe en mí.
Luego vino ese
momento durísimo en que Jesús hace ver a Judas que sabe Jesús que es él quien
le entrega. Jesús se había conturbado interiormente. El discípulo amado, que
estaba cerca de Él, por insinuación de Pedro pregunta quién es, en un gesto íntimo de echar la cabeza en el pecho de
Jesús, buscando la confidencia secreta. Y Jesús le dice que es aquel a quien yo dé el bocado que voy a
mojar. Y mojando un trozo de pan, tuvo con Judas la deferencia de darle a
la boca ese detalle de amigo. Pero la verdad es que si hubiera sido acíbar no
le sienta peor a Judas, que se pone muy nervioso. Y Jesús, que lo observa y lo
ve a punto de gritar, le da una salida airosa: Lo que vas a hacer, hazlo pronto. Y nadie se enteró. Del fondo del
problema. Judas salió y con él llevaba colgado a Satanás.
LITURGIA DEL DÍA
ResponderEliminarEl tema es “la justicia de Dios” convertida en misericordia y compasión, así para un inocente como para un culpable.
Susana [Dan 13] es inocente de las acusaciones de los dos viejos que quieren acostarse con ella, a lo que ella no asiente. Cuando la llevan a la muerte porque esa es la venganza de ellos por no haber podido realizar su intento, surge un chiquillo que grita que “yo soy inocente de este crimen”. Lo toman en serio y ese niño, llamado Daniel, pone en evidencia la mentira de aquellos hombres y salva una vida inocente. Daniel ha sido “la justicia” de Dios, por quien Dios se ha valido para salvar aquella vida de una muchacha buena.
En Jn 8, 1-11 hallamos a una mujer culpable de adulterio, cogida in fraganti. Según la Ley debe morir apedreada. Y los ancianos de Israel vienen a ejecutar esa Ley. La mujer, huyendo de ellos viene a toparse con Jesús que enseña en el Templo. Y allí se refugia instintivamente. Sus acusadores-ejecutores hallan una segunda causa para sus planes: desvirtuar también a Jesús, al que le plantean la Ley y el adulterio de aquella mujer. No hay salida. Jesús no puede decir que no se cumpla la Ley. Tampoco va a decir que lapiden a la mujer, aunque sea dolorosamente culpable. Y LA JUSTICIA de Dios, aplicada por Jesús, es muy normal: Pueden apedrearla para cumplir la Ley, pero… que sea quien esté inocente de pecado (y precisamente de ese pecado de adúlteros) quien tira la primera piedra. La mujer ha pecado. Pero los hombres justicieros también.
Todos se escabulleron empezando por los más viejos (que tenían más carga encima). Las piedras fueron cayendo a lo largo de las túnicas. Y nadie tiró la piedra.
Jesús entonces le dice: Yo tampoco te condeno, pero EN ADELANTE, no peques más. Justicia misericordiosa y juntamente exigente para el futuro. Es la síntesis de lo que tiene que ser todo arrepentimiento nuestro.
Me gusta el Cristo de San Juan, aunque es de la misma escuela que el de San Lucas, no parece del mismo taller. Se le ve más Maestro, más feliz por cumplir su Misión redentora. Se le ve su condición divina, Nadie le va a quitar la vida; cuando los soldados y los guardias lo buscan para prenderlo, Jesús les pregunta:"¿ A quién buscáis?" Contestaron: "A Jesús de Nazaret". Y, cuando les dijo :"YO SOY", comenzaron a huir y a caerse al suelo. En aquel preciso momento podía haberlos"fulminado" a todos. Pero Jesús, en el Evangelio de San Juan no es un reo, es un rey..Él tenía poder para liberarse de aquella Hora; pero debía morir para entregarnos su ESPÍRITU. Cuando Juan nos habla de la muerte física de Jesús, también quiere subrayar la donación de Sí mismo que Jesús realiza en el momento de su Muerte, por decir que nos entregó su Vida y nos regaló su ESPÍRITU. Esto es como decir que el Calvario es Pentecostés. El Evangelio de San Juan nos refiere que un soldado le traspasó el costado con una lanza y, que, "al instante brotó de su costado sangre y agua": Agua, el Bautismo. Sangre: la Eucaristía. Del Corazón de Cristo nacen los sacramentos de la Iglesia.
ResponderEliminarEl Evangelio de San Juan, todo él habría que leerlo de rodillas para contemplar a un Rey que es Dios y que extiende sus Brazos en la Cruz como si fuera un reo , para salvarnos. La CRUZ de Jesús es un Trono y su Muerte no es una derrota, es su Victoria.También es nuestra victoria. Cristo no nos condena porque desea ardientemente la salvación de todos, como a la adúltera nos perdona y como a ella nos dice: "anda, no peques más" Tenemos que controlar nuestro pensamiento y no apedrear al que cometa un error; tampoco apedrearnos a nosotros mismos y pedir todos los días y recibir el perdón de Dios al tiempo que le agradecemos que nos quiera tanto.