La Pasión en
San Lucas (2)
Siendo así que
Lucas es el evangelio más cercano y –podríamos decir- más “humano”, tiene
diversos rasgos que elevan su relato a conocer que el que padece es Hijo de
Dios. Su mismo comienzo: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con
vosotros…, y no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios”,
pone ya una nota que se sale de un anuncio humano.
El “ángel” del
Huerto, otro detalle que pone sobre un hecho que se sale de normal.
Y cuando es
apresado Jesús “los que estaban alrededor,
viendo lo que iba a pasar, dijeron: ‘Señor, ¿acometemos con la espada?’ Y
antes de esperar respuesta ya uno de
ellos hirió al siervo del pontífice y le cortó la oreja. Pues bien: el
único evangelista que dice que Jesús “cogió
la oreja y lo curó” es San Lucas. Y acabará el relato con la expresión: ésta es vuestra hora y la del poder de las
tinieblas, que no expresan los otros sinópticos.
Y aunque sea
adelantar acontecimientos, Lucas se extiende en el diálogo de Jesús con el
ladrón de su derecha y le promete: hoy
mismo estarás conmigo en el Paraíso, lo cual es una confesión abierta de la
divinidad.
Volviendo al
punto del Huerto, prendimiento y conducción de Jesús a los sacerdotes, el
tercer evangelio es el que sitúa el juicio contra Jesús “al amanecer”, como
algo distinto de los otros dos evangelios.
Otro momento
característico de Lucas es la ida a Herodes, que no es recogido por ninguno de
los otros. Y es un momento de gran importancia porque Herodes se situaba al
margen del proceso, con tal de que Jesús les divirtiera con algún milagro. Y
sin embargo Jesús no dijo allí ni una sola palabra, hasta el punto de que la
reacción de Herodes es considerarlo “un loco” (o un tonto, un infeliz) del que
se burla y hace que los demás se rían, porque no supo aprovechar “su oportunidad”.
Su guardia, después de despreciarlo e
insultarlo, le puso un vestido brillante y lo remitió a Pilato. Aquel día se
hicieron amigos Herodes y Pilato, que estaban enemistados.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los
magistrados y al pueblo, y les dijo: ‘Me habéis traído a este hombre como a
perturbador del pueblo, y veis que yo –después de examinarlo ante vosotros- no
he encontrado culpa alguna de la que le acusáis. No tampoco Herodes, pues lo ha
remitido. Por tanto, nada ha hecho digno de muerte’. También esto es solo de San
Lucas. Con una conclusión que rompe todos los moldes de la lógica y de la
justicia: Por tanto, lo soltaré después de castigarlo. Como no ha hecho
nada digno de muerte, lo sustituye por un castigo, que Lucas no concreta. Juan
sí lo hace con el primer “castigo” –terrorífico en sí mismo, que son los
azotes. Pero es que esa misma referencia del 4º evangelio nos lleva a un paso
previo a la crucifixión. Pilatos engañaba (y se engañaba) pensando que con la
flagelación podría evitarse la cruz…, pero –por si acaso- ya llevaba eso
adelantado.
Y Juan, con
Mateo y Marcos nos narrará después ese otro castigo (al que hace Pilato oídos
sordos) de la corona de espinas y la burla de los soldados. San Lucas no ha
contado ninguno de los dos “castigos”.
Aparecerá la
novedad de San Lucas en aquellas mujeres llorosas que se ponen junto a Jesús en
el camino del Calvario, a las que Jesús les advierte que no lloréis por mi; llorad más bien por vuestros hijos, causantes o
víctimas de esta situación que se produce en
el leño verde.
Liturgia del día
ResponderEliminarContinúa la vertiente gozosa de una Cuaresma que mira al triunfo, y que responde a la fórmula de imposición de la ceniza: Convertíos y creed el evangelio. Porque –Is 49, 8-15- es en la alegría y el gozo del Evangelio en el que hay que vivir este sentido profundo cuaresmal: En tiempo de gracia te he respondido; en el día de salvación te he auxiliado… ¡Salid, venid a la luz!...; exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas… El Señor consuela a su pueblo. Y con una pregunta que está pidiendo ya una respuesta amorosa, dice: ¿Es que puede una madre olvidarse de su pequeño? Para responderse Dios a sí mismo y trasmitirnos los sentimiento de su Corazón: pues aunque ella se olvidare, yo no me olvidaré de ti.
El evangelio es de Juan -5, 17-30-. Con eso ya está dicho mucho. Pertenece al género de los discursos de Jesús en un evangelio que presenta a Jesús en su realidad divina. No presenta sucesos que se puedan “representar”, sino dichos que hay que leer despacio y meditar. Comienza con la afirmación paralela: Mi Padre trabaja y yo también trabajo. La obra del Padre y la de Jesús es la misma obra. Él hace lo que ve hacer al Padre, y el Padre le da la potestad igual al Hijo.
Quiere decir que se está declarando Dios. Lo que mira a ese triunfo final al que nos quiere remitir esta liturgia o pedagogía de este día de Cuaresma. Eleva, pues, nuestra esperanza y nos sitúa así ante un espíritu que debemos fomentar en estos días. Que, con poco que se mire, ya en las primeras lecturas nos llevan de la mano a un sentimiento de “adviento”: realmente esperamos un nuevo nacimiento, que se verificará por el MISTERIO PASCUAL.