ÚLTIMOS DATOS
de San Mateo
El evangelista
Mateo ha seguido muy de cerca –a veces al pie de la letra- a San Marcos. Cosa
nada extraña puesto que la narración primigenia de los evangelios sinópticos es
la de Marcos. Mateo –catequista de comunidades asentadas entre los judíos
convertidos- se hará notar en aspectos que hagan comprender que lo anunciado en
el Antiguo Testamento se realiza en plenitud en Jesús, el Enviado de Dios. De
ahí que se detenga con más amplitud que los otros en las consecuencias
inmediatas y palmarias de la muerte de Jesús: “El velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo. Tembló la tierra y
las piedras se partieron. Los sepulcros se abrieron y resucitaron muchos
cuerpos de santos que habían muerto. Salieron de los sepulcros después de la
resurrección de Jesús y entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos”.
Y ya irá pegado al final de los otros evangelistas hasta el dato –también importante-
de las precauciones de los príncipes de los sacerdotes y los fariseos, que el día siguiente a la parasceve dijeron a
Pilato que pusiera sello y guardas en el sepulcro, no fueran a robarlo los
discípulos y quisieran dar a entender que había resucitado…, y el último engaño sería peor que el primero.
El “velo del
Templo” cubría el misterio sagrado del Sancta Sanctorum y era el supremo signo de
la fe judía. Ese “signo” se rasga y deja patente “la figura” de lo que ya no
significará nada, porque a ese Antiguo Testamento le sucede uno mucho más alto
y no simbólico sino real: Jesucristo es el Hijo de Dios que hace patente a
Dios, sin velos ni misterios ocultos.
Por la fuerza
de esa nueva realidad, las piedras se parten y los muertos resucitan de sus
sepulcros abiertos. Y hay un dato, posiblemente más catequético y pedagógico, y
es que esos muertos resucitados no salen de sus sepulcros hasta después de la
Resurrección del Señor.
Y tampoco deja
de ser curioso que situar al día siguiente de la Parasceve –el Gran Sábado- el
momento de ir a pedir a Pilato el sellado y vigilancia del sepulcro de Jesús,
es en realidad inútil y –pensándolo bien- ya imposible. Porque ese “día
siguiente” es el domingo. Habría que pensar que eso hubiera sido posible a
partir de las 6 de la tarde del mismo sábado (si es que eso era factible en
aquella solemne celebración). No puede ser el domingo mismo porque para entonces
Jesús ya ha resucitado y la piedra ya ha sido removida y no ha lugar al terror
de la guardia (ni al soborno para que mientan) porque cuando llegaran ya estaba
todo hecho.
Ese detalle lo
expongo a título de estudio y curiosidad, porque es de mínima importancia en el
fondo de la cuestión. Y me fijo más en esa “salida del sepulcro de los muertos”
tras haberse realizado la resurrección de Jesucristo. Porque eso sí nos incumbe
ya directamente, por cuanto que nuestra resurrección es ya una realidad que ha
tenido su presagio en aquellos santos que
habían muerto y que salen de la muerte y se hacen visibles en la Ciudad
Santa. Lo que suponía para tantos increyentes que no admitieron a Jesús, la primera
manifestación, aun indirecta, de que el famoso muerto del Gólgota ha dado la
vida con su muerte, y ha vencido con su resurrección. Aún no conocida pero ya
anunciada con ese hecho extraordinario de los muertos resucitados desde sus
sepulcros. Un adelanto de aquello de Jesús
bajando a los infiernos y apareciendo a los padres que esperaban su santo
advenimiento.
Liturgia del día
ResponderEliminarAparte de que hoy caben dos formularios diferentes, yo sigo en correspondiente al LUNES de la 4ª semana y que hace de continuidad con el mensaje gozoso y alegre de ayer, que no busca tanto remachar en medio de la mortificación de la Cuaresma sino darle a la Cuaresma su verdadero contenido, que no es el de privación cuanto de creación y mirada adelante. Muchos siguen manteniendo una primacía del Viernes Santo, en vez de su sentido de PASO hacia el gozo y la fiesta de la Resurrección.
Ayer se abrió más ese contenido con un domingo que –incluso en los ornamentos (donde los hay)- quería atemperar el morado y lo sustituía por el rosa. Y comenzaba la antífona de entrada con un “Festejad…, vivid el gozo”. Y hoy –Is 65, 17-21- incide en la misma idea, ahondando mucho más con un sentido profético y mesiánico: Mirad: voy a crear un cielo nuevo y una nueva tierra; de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua… Voy a transformar a Jerusalén en alegría y a su pueblo en gozo y me gozaré de mi pueblo. Por decirlo así, se está convirtiendo el sentido cuaresmal en una luminosa esperanza de adviento, y tal adviento que señala ya una novedad fundamental.
El evangelio (Jn 4, 43-54) nos pondrá ya la realidad de esa promesa, que se ha verificado en Jesús, señalándose que es el Jesús recibido bien en Galilea (porque habían visto todo lo que había hecho), el mismo que había convertido el agua en vino. Es la tarjeta de presentación. Hoy esa tarjeta se convierte en presencia cuando aquel funcionario le suplica que baje a su casa para curar a su hijo enfermo. Y Jesús –con ese poder del “nuevo cielo y nueva tierra”- pronuncia una palabra que es bastante: Anda, tu hijo está curado.
Y en efecto en esa misma hora, el hijo, a distancia, había quedado libre de su enfermedad. Y creyó el funcionario y toda su familia. San Juan indicará que es el “segundo signo” en Galilea, tras las bodas de Caná. ¡Ha llegado realmente la alegría y el gozo del ‘vino nuevo’, que es el que quiere resaltar el verdadero fondo de la Cuaresma.