La Pasión en
San Mateo
Aunque es
imposible quedarse sólo en las variantes de este evangelista porque resultaría
un puzle carente de piezas, y por tanto sin sentido, voy a intentar hacer más
parada en esos datos que capto como más nuevos en el relato de San Mateo.
Arranca el
tema en el capítulo 26, y hace referencia inicial a “cuando Jesús hubo acabado todos esos razonamientos”, siendo así
que el cp. 25 ha estado dedicado a parábolas que advierten sobre la necesidad
de respuesta a las invitaciones del Reino de Dios: parábola de las 10 doncellas
–prudentes y necias- y los “talentos”, o la ya más definitiva de ese “juicio
final” que sitúa a derecha e izquierda, en la bendición o en la maldición.
Acabadas esas
exposiciones, Jesús pone sobre el tapete nuevamente que “de aquí a dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del hombre va a ser
entregado para ser crucificado”. En el pensamiento de Jesús hay una
simultaneidad de la fiesta judía y de su muerte. Curioso, porque “por entonces se reunieron los sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del sumo sacerdote, Caifás,
y acordaron prender a Jesús, pero decían: ‘No durante la fiesta’, no sea que se
alborote el pueblo”.
Coincide todo
esto con aquel banquete en casa de Simón el leproso, donde una mujer unge a
Jesús con perfume valioso, y “los
discípulos lo llevaron a malas porque ese perfume podía haberse vendido a alto
precio y darse a los pobres”. Bien sabemos que aquella reacción tuvo su
paladín en Judas Iscariote. Y que Jesús defendió a la mujer. ¡Y aquí sí es
verdad que lo pagó a “alto precio”.
Porque uno de los doce, el llamado Judas Iscariote,
yendo a los sumos sacerdotes dijo: ¿qué queréis darme y yo os lo entregaré?
Tenemos una variante importante con Marcos: que Judas no sólo no va a hacer la
traición por despecho contra el Maestro, y como reacción a haber quedado Judas
humillado ante la defensa que hace Jesús de la mujer, sino que Judas va a
rehacerse crematísticamente de aquel “alto precio” que no se obtuvo con la
venta del perfume. Judas va no sólo a ofrecerse como el que entrega al Maestro
sino el que lo vende. Y obtenido el “contrato” por 30 siclos de plata (moneda
del Templo), busca ya el momento de esa burda acción.
Se prepara la
Cena con sigilo para que Judas no pueda saber dónde y no vaya a reventar ese
momento tan importante en la mente de Jesús. Y cuando están a la mesa, Jesús se
desahoga con sus discípulos, diciéndoles:
“En verdad os digo que uno de vosotros me entregará”. La conmoción en
aquellos hombres fue enorme. Y les llegó tan de improviso que lejos de decir: “yo
no”, preguntaron estremecidos y tristes, tímidamente, uno tras otro: ¿Soy yo, Maestro? La mirada de Jesús era
amorosa y compasiva, y les iba manifestando con su semblante que no eran… Judas
fue capaz de preguntar, ya al final: ¿Soy
yo tal vez, Rabí? El rostro de Jesús fue ahora el que se estremecía ante
aquella desfachatez. Y dominándose para disimular, pero en voz queda que sólo
la percibió Judas, le dijo: “Tú lo has
dicho”.
La forma en
que quedaba aquello esa muy tensa. Judas debió sentirse muy mal por dentro
porque su acción no estaba secreta. Jesús tampoco se quedaba bien porque se
mascaba la violencia del momento, con todos los apóstoles atentos a la menor
palabra. Y Jesús, rehaciéndose y como un pensamiento que llevara dentro de
antemano, se dirige serenamente a Judas y le encarga algo… Era dar salida a
aquella engorrosa situación.
Liturgia del día
ResponderEliminarHoy nos lleva el espíritu cuaresmal a un tema que bien pudiéramos decir que no está de moda: Dios ha puesto unos mandamientos, que Jesús –después- no abroga sino que los lleva más allá. En tiempos en los que nada se quiere mandado o prohibido…, en que cada uno quiere ser “dueño absoluto” de su vida, las lecturas de hoy nos llevan a los mandatos y decretos con lo que viviréis y tomaréis posesión de la tierra que el Señor os va a dar. Sigue diciendo Moisés: Yo os enseño unos mandatos y decretos como me ordenó el Señor mi Dios para que obréis según ellos. Guardadlos y cumplidlos porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra prudencia. Los pueblos circundantes –mucho más desarrollados culturalmente- se admirarán al oír estos mandatos como de un pueblo sabio y prudente y una gran nación.
Ésta es la realidad: el “código de conducta” que se encierra bajo los mandamientos, decretos y preceptos de Dios, es lo más completo que puede darse para poder convivir unos con otros, y todos en su relación con Dios como punto referencial soberano, y no en opiniones o maneras parciales que sólo se viven en relación con el egoísmo personal o tribal de personas, países y regiones.
Cuando llega Jesús, advierte que todos esos mandatos está en vigor. Lo que Él va a hacer no es anularlos o modificarlos sino ahondar en ellos hasta la mayor plenitud: que lo que quedaba en unas prácticas concretas se haya de vivir como espíritu que sale de dentro y que coge a la persona desde lo más profundo. Y quien lo hace así y lo enseña así, ese es el más grande; y quien no lo hace así es mínimo y sin valor en el nuevo Reino que Él inaugura, sobre las bases de la religión ya existente.
Dios ha puesto unos mandamientos y la palabra de Dios dada a Moisés no cambia; Jesús vino a enseñarnos el espíritu nuevo con el que debemos observar esta Ley que es inmutable porque es expresión de su AMOR y de su VOLUNTAD. Y, la obediencia y la amorosa respuesta del hombre determinarán su eterna felicidad. "El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes...será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quién los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos".El hombre es grande cuando se une a Dios, vive según su voluntad y se hace partícipe de su santidad, de su bondad y de su sabiduría divina. Son muchos los fieles que se han unido a Dios,que le han consagrado su vida, porque son conscientes de su Amor incondicional y quieren corresponderle como su criaturidad les permita. Y, los Religiosos que, además de cumplir todos los preceptos y de aceptar todo tipo de circunstancia providencial, a través de un voto de obediencia le ofrecen a Dios, como sacrificio de sí mismos, la total entrega de su voluntad.
ResponderEliminar"Heme aquí, ¡oh Dios! que vengo para hacer tu voluntad"(Hb,10)
El hombre, aunque es un ser contingente, mediante su voluntad, se posee a sí mismo y tiene la libertad de gobernar su vida; por eso cuando, como hijo, amorosamente se vuelca en los brazos de Dios y le ofrece su voluntad entera, realiza el completo sacrificio de sí mismo, de su Yo y ya no se pertenece; lo mismo que el Religioso que ha hecho unos votos formales de pertenencia a Dios...Bueno, yo solo me refiero al "voto" de obediencia por ser el que más une y que está al alcance de los todos los fieles .