La noche en
Marcos - 1
En el
evangelio de Marcos la noche se da con un juicio inicial en cuanto que los
hombres que prendieron a Jesús lo llevan al Palacio. Estaba preparado Caifás, el sumo sacerdote y se juntan todos los
sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Todo el “Consejo” o “Senado”
[el Sanedrín]. Lo que en sí sería extraño dadas las altas horas de la noche en
que tiene lugar todo esto: sobre las 1 o 2 de la madrugada), y los componentes
del Senado, ancianos en su mayoría.
Y conforme
entran a Jesús, San Marcos ya nos lo pone en la sala del juicio, y todos
aquellos jefes buscando razones y motivos para descargar la condena. Y digo “descargar
la condena” porque la sentencia estaba dada de antemano. Lo que había era que
darle visos de legalidad. Y aportan testigos, que como no saben lo que dicen,
ni saben decir lo que los jefes quieren que digan, no acusan de nada serio y
que tenga fuerza para una sentencia extrema que está preparada por el mismo
Caifás (como consta por otro evangelista).
Salió al final
un “testigo” que con buena o mala fe dijo algo que no era verdad pero que tenía
visos de mayor gravedad: Ésta ha dicho
que él destruiría el templo hecho por hombres y haría en 3 días uno no hecho
por hombres. Meterse con el Templo era ya una acusación grave y de
envergadura porque el Templo era el símbolo religioso y político de aquella
nación. Con todo no fue tan ratificada la acusación y no se pusieron de acuerdo
los testigos.
Caifás opta
por impresionar. Se levanta de su asiento, da unos pasos adelante, poniéndose
en medio, con clara intención de intimidar y de mostrar su autoridad. Mira de
frente a Jesús, a quien trata de “achicar” y le hace una primera pregunta
inocua, pero malintencionada, buscando poder coger a Jesús en sus propias
palabras: ¿no oyes lo que están
testificando contra ti? ¿No respondes nada). Jesús no le dio el gusto y Él se
mantenía callado y no respondía nada.
Para mí es un
silencio sagrado. Un silencio ejemplar. Un silencio de persona que está muy por
encima de aquellas bajezas. Un silencio de quien está convencido que nada va a
valer de lo que pudiera decir. SILENCIO DE VIDA INTERIOR, silencio de
prudencia. Silencio de majestad. Y Caifás se encontró desarmado. No había
conseguido arrancar a Jesús de su postura. Y entonces se va derecho a la
pregunta que no debió hacer, porque pedía al preso que diera él mismo los
motivos para una condena. Y Caifás se decidió a ir por derecho y a lo más
hondo: ¿Tú eres el Mesías, el Hijo del Bendito? Jesús no podía
escurrir el hombro. Era ya una confesión de fe y Jesús no podía fallar a esa
fe. Y muy a sabiendas de que estaba dando el motivo para la sentencia final,
respondió: Yo soy. Y todavía dijo más: Veréis al Hijo del hombre sentado
a la diestra del Poder y viniendo entre los ángeles del Cielo. Acababa
de citar en primera persona dos profecías (Salmo 109 y Dan 7,13) que
acreditaban su confesión mesiánica.
Caifás
exteriorizó su “dolor”, su quemazón interior. Se abrió su manto como quien
siente arderle el pecho ante una blasfemia tan grande, y buscó de inmediato la
connivencia del Sanedrín: Oísteis la
blasfemia; ¿qué os perece? La sentencia estaba servida y “justificada”.
Todos a una (menos alguno) contestaron diciendo: Es reo de muerte.
Dos preguntas
dejo ahí: ¿qué dolió más en el Corazón de Jesús? ¿Acusación de blasfemo o la
sentencia?
LITURGIA DEL DÍA
ResponderEliminarEn la 1ª lectura –Is 1, 10, 16-20- hay una exhortación de Dios a la purificación de la conciencia, la búsqueda de la justicia, la defensa del oprimido y la ayuda al huérfano y a la viuda. Y en teniendo esas actitudes sociales caritativas, ahora se puede entrar en diálogo con Dios, que dejará limpia el alma de esas personas, aunque sus pecados hubieran manchado como color de grana. Dios los dejará blancos. Porque Dios no se queda con el “recuerdo” del mal anterior, y para Él sólo existe ya el momento presente.
Es todo lo contrario de esa falsa justicia de los fariseos y léguleyos del sistema (Mt. 20, 17-28), que dicen cosas bonitas pero no las hacen; se quedan en sus trece y exigen de los demás. Lo que les interesa es aparecer. Y Jesús dice: a esos no les llaméis ni padre ni maestro, ni jefe, porque el único Padre, Maestro y Jefe es Dios, y Él no se queda con el mal que se hizo. En Él dominará siempre la misericordia
PADRE : Pido a Dios que le de a usted , capacidad para perdonarme .
ResponderEliminarQuerido Anónimo: todos los Sacerdotes que han recibido el Sacramento del Orden, tienen "capacidad" para perdonar los pecados. Hay unos pecados especiales y unos Ministros designados por el Obispo para ayudar en estos casos extraordinarios. Lo importante es reconocer nuestro pecado e ir en seguida a pedir ayuda. En el confesonario es el mismo Padre el que nos espera; Él nos ha movido el corazón para que lloremos nuestro pecado, porque quiere establecer un diálogo amoroso paternal con cada hijo rebelde y lo acoge y lo abraza fuertemente para que no lo vuelva a dejar. Yo, también soy una gran pecadora; amo muchísimo a Dios; todos los días y a todas las horas hablo con Él, se lo ofrezco todo; le prometo ser estupenday, al final del día tengo que pedirle perdón y reconocer que no soy tan estupenda..¡Conviérteme, Señor! ¡Haz mi corazón semejante al tuyo!
EliminarMi buen ANÓNIMO
ResponderEliminarSi es que hubiera algo que perdonar, eso está hecho. Y si no hay nada de qué perdonar, más hecho todavía.
PADRE : Eternamente agradecida por su PERDÓN.
EliminarEl primero entre vosotros sea vuestro servidor,"nos dice el Señor.Para eso tenemos que dejar nuestro egoísmo y descubrir esas manifestaciones de la caridad que hacen felices a los demás.Si no luchamos para olvidarnos de nosotros mismos,pasaremos una y otra vez al lado de quienes nos rodean sin darnos cuenta que necesitan una palabra de aliento,valorar sus cualidades,animarles a ser mejores;en una palabra,a servirles.
ResponderEliminarEl egoísmo ciega y nos cierra el horizonte ; la humildad abre camino a la caridad en detalles prácticos y concretos de servicio.