La Pasión en
San Lucas
El tercer
evangelista tiene ya una solemne introducción a la Pasión. Recostados ya para
iniciar la Cena, Jesús adquiere un tono profundo y le dice a los Doce: “He deseado ardientemente comer esta Pascua
con vosotros antes de padecer, pues ya no la comeré hasta que se cumpla el
reino de Dios”. Es realmente un anuncio de lo que empieza en este momento: “antes de padecer”. Y ya no volverá a
comerla. Porque ya en el Reino de Dios será todo muy distinto. Y toma una copa
y brinda con sus apóstoles, volviendo a repetir que ya no la volverá Él a tomar
en esta vida.
Sigue el
anuncio del traidor. Y la Institución de la Eucaristía, en paralelo con los
otros sinópticos, al igual que el anuncio de las negaciones de Pedro, con la
particularidad de dirigirse directamente a Pedro con una doble llamada de atención:
“Simón, Simón: mira que Satanás ha
logrado cribaros como el trigo. Yo he pedido por ti al Padre para que tu fe no
desfallezca. Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. No es sólo un
anuncio; es a la vez aviso y encargo, intercesión por el que se va a tambalear
y en quien seguirá Jesús poniendo su confianza. Y Simón acabará siendo el que
ponga en pie a los otros escandalizados apóstoles.
Y pregunta
Jesús a todos ellos, queriéndolos preparar para la lucha: “Cuando os envié sin bolsa ni alforja ni sandalias. ¿os faltó
algo? Responden: -No. Pues ahora, el que
tenga bolsa o alforja o manto, que lo tome. O que venda el manto para comprar
espada, porque os digo que está escrito de mí: ‘será contado entre los
malhechores’. Porque lo que se refiere a mí, toca a su fin”. Ahora hay que
pertrecharse para la batalla. Yo voy a mi final y como malhechor. Vosotros lo
vais a pasar mal y tenéis que prepararos. Y con esas expresiones extremas de
Jesús, llega a decirles que más van a necesitar de fuerza que de manto. Y lo
hace con esa comparación de la espada. Simón mira a la pared y halla la
solución: Señor: aquí hay dos espadas.
Dos adornos de la “sala amueblada”. Y queda en evidencia: no ha entendido nada.
Por eso Jesús corta por lo sano y como queriendo hacerles despertar de aquel
error, pronuncia un “¡Basta!” muy
seco. Realmente no lo han entendido en algo tan serio como quería trasmitirles.
Y de ahí, al
Huerto, donde san Lucas aporta detalles peculiares: señala la distancia a la
que se sitúa para orar: un tiro de piedra,
unos 30 metros. De rodillas, aunque
otras traducciones lo expresan “postrado”, aplastado sobre el suelo, lo cual es
propio del abatimiento de los momentos finales “en agonía”, “en sudor copioso como de gotas de sangre que caían hasta
el suelo”. No se puede perder de vista la expresión: “como de” gotas de sangre… Ha hecho correr mucha tinta porque no
dice expresamente que sudó sangre. Sí dice que corría el sudor como corre la
sangre de una herida, de modo que caía hasta el suelo.
Otro detalle típico de Lucas es “el ángel del cielo que se le apareció para
confortarle”. Teniendo en cuenta que la escritura bíblica habla
frecuentemente del “ángel de Dios” para expresar al mismo Dios, es una muy
interesante referencia a esa presencia de LA FE INCONDICIONAL de quien está
agonizando en medio de un terrible sufrimiento que le ahoga, pero en esa misma
realidad está viviendo su fe inquebrantable. Es su gran ángel, su gran fuerza
para seguir hasta el final, y ser Él mismo quien despierta a los suyos para
llamarles la atención sobre el traidor que llega.
Liturgia del día
ResponderEliminarLos textos de hoy mantienen y elevan la tónica que se comenzó el domingo. Entonces se nos invitada a vivir una Cuaresma festiva y gozosa. El lunes se insiste en ello, porque lo antiguo ha pasado y no se recordará más; hago un cielo nuevo y una tierra nueva”. Hoy se expande la idea con dos textos gozosos: Ez 47, 1, 9-12 y Jn 5. Del Santuario brota el agua que va haciéndose más copiosa y va cubriendo cada vez más hasta no poder vadearse. Agua que purifica las aguas podridas, y que fecunda de tal manera que los frutales dan doble cosecha y las márgenes del torrente tienen arboleda abundante.
Ésta es la razón de la Cuaresma (que hoy hace referencia expresa a un aspecto básico: el bautismo, su fuerza transformadora y vivificadora. EL AGUA, elemento primordial de la vida en todas las culturas y que constituye toda un vida cuando “fluye del Santuario”.
Juan nos traerá otro episodio de agua, un agua muy peculiar que se remueve de vez en cuando por “un ángel”, y que quien entra primero queda curado de su enfermedad. A la vera del agua un paralítico que siempre llega tarde (porque él no puede apenas moverse, y no tiene a nadie que le eche al agua).
Surge Jesús que es el verdadero ángel, y que acaba siendo “el alguien” que intervenga para la sanación del tullido. Y más allá que el agua en sí, viene el gran poder de Jesús que manda al hombre ponerse en pie y tomar su camilla y echar a andar.
Sería el gran símbolo de la verdadera Cuaresma que no mira atrás sino que nos impulsa a ponernos en pie y caminar…: echar a andar…, sin camilla, sin parálisis…