LA PASIÓN, en
San Juan (3)
El 4º
evangelio nos dice que fue llevado
primero a casa de Anás, que era el suegro del pontífice de aquel año, que era
Caifás. Ya quedó citado ayer el interrogatorio, y la bofetada del criado.
¿Bofetada o golpe de puño cerrado desde atrás, desde donde vigilaba el criado?
Que Jesús reaccionara ante aquello era una “doble pregunta”: a Anás –que estaba
haciendo de juez- y al criado que se había tomado la justicia por su mano. Y
digo que la pregunta iba a Anás porque ¿cómo permitía el “juez” semejante
desmán de un criado a un preso al que estaba interrogando el propio Anás?
Anás se hizo
el ciego y lo envió atado a Caifás. [Caifás era el que ya hacía tiempo había
dado este consejo: Es mejor que un solo hombre muera por el pueblo. Consideraba
que Jesús era una amenaza para la paz del pueblo, si el tema llegaba a los
romanos. En realidad había hecho de profeta porque esa es la redención: que un
solo hombre muere por el bien de todo un pueblo, la humanidad] ¡Éste iba a ser
el “juez oficial” para juzgar a Jesús!
Llevan, pues,
a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era temprano. Y ellos no entraron para no mancharse y poder comer la Pascua. ¡El
contraste! Todo el odio acumulado contra Jesús y “el escrúpulo” de no
contaminarse pisando terreno pagano…
Tenemos ya a
Jesús ante Pilato, quien empieza debidamente preguntando ¿qué acusación traéis contra este hombre? Y como quien se siente
picado en el amor propio y en la dignidad judía, responden de mala manera: si no fuera un malhechor, no te lo habríamos
traído. Es un pique entre autoridades, y si mal respondieron los judíos, no
es menor la patada que les da Pilato: Tomadlo
vosotros y juzgadle conforme a vuestra ley. Si vuestra ley permite juzgar
sin saber la causa, arreglaos. Y si no, ¿para qué lo traéis? La respuesta es de
escalofrío porque prejuzga la sentencia: Nosotros
no tenemos poder para matar a nadie. Y el evangelista apostilla: Para que se cumpliese lo que Jesús había
dicho indicando de qué muerte había que morir.
Tengo que
reconocer que me dejó un tanto extrañado el comentario de Benedicto XVI que
dice que los judíos no querían la crucifixión. Sin embargo llevarlo a los
romanos como malhechor –y para “dar muerte”- está abocando a la crucifixión,
que es la muerte que Jesús había indicado
de cómo iba a morir.
Pilato entro
en el Pretorio y llamó a Jesús. Debía estar impresionado. No presentaba Jesús
signos de malhechor. No había tenido jamás una denuncia o queja sobre Jesús.
Los judíos vienen a por todas… Y optó por preguntarle a Jesús. Lo curioso es
que en este evangelio no aparece una previa acusación de pretender hacerse “rey
de los judíos”, pero puede darse por hecho que la hubo, porque la pregunta de
Pilato es precisamente esa: ¿Eres tú el
rey de los judíos? Suena a broma en la boca del gobernador, teniendo
delante a un hombre traído atado de mala manera. Caía por su peso la
contrapregunta de Jesús: ¿Dices eso por
lo que tú sabes por ti mismo o por lo que otros han dicho de mí? Pilato
debió sentirse mal y cortó la conversación: ¿Qué
has hecho? Yo no soy judío y no entiendo vuestras cosas. Cuando te han
traído será por algo. Y Jesús respondió: Mi
reino no es de este mundo. ¡Más intriga todavía…] Luego, ¿tú eres rey? Ahora sí que está perdido Pilato. Y por si
faltaba poco…: Sí, soy rey. He venido a este mundo para dar testimonio de la verdad.
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