La pasión en
San Juan (6)
Pilato ha
visto cómo ha quedado Jesús: sin figura
humana, lo describe Isaías. Con las carnes deshilachadas por la brutalidad
de la flagelación, y todo el cuerpo tiritando por el frío de la fiebre y los
calambres que le provocan las espinas que le rozan los huesos. Y Pilato cree todavía
que eso es ya bastante para poder salvar a Jesús. No lo libraría muy
favorablemente pero habrá sacado su intento.
Mandó a Jesús
que le siguiera hasta el exterior y con una expresión vacía, dijo a los
sacerdotes, magistrados y guardias (según este evangelio no hay pueblo o no se
ha nombrado aún): He aquí al hombre…, a este deshecho de hombre; a quien teníais
miedo y ya veis lo que es… Y aquellos jefes religiosos –como impulsados por un
intento animal que se crece con la sangre-, gritan: Crucifícale, crucifícale. Ya sabían ellos que Pilato estaba vencido.
Ya estaba visto que a Pilato lo podían manejar como a un pelele. Y por tanto el
secreto era no darle tregua.
Pilato vuelve
a reaccionar en abierto disgusto contra ellos y como quien les tira una piedra,
les dice Tomadlo vosotros y crucificadlo.
Porque yo no encuentro en él causa. ¡Que ya era una confesión de impotencia
e irresponsabilidad!, porque si no halla causa de muerte, no debía dejarlo en
manos de sus furibundos acusadores. Pero esa es la historia tristísima del juez
derrotado y vencido y que lo que quiere es salirse del caso “con las manos limpias”
(¡aunque tan sucias!).
Y los jefes
judíos dan otra vuelta de tuerca: Nosotros
teneos una ley y según esa ley debe morir porque
se ha hecho hijo de Dios. Ahora Pilato experimenta más miedo: podría
estar maltratando a un “hijo de dioses”, y eso era un tema que provocaba el
temor en un ciudadano romano, lleno de dioses para todo, y de dioses vengativos.
Por eso se mete otra vez en el tribunal y manda a Jesús que le siga. Y casi con
pavor, le pregunta de una forma genérica que abarcaba mucho: ¿De dónde eres tú? Esa pregunta podía
llevar a algo estremecedor. Pero encontró el silencio de Jesús. Jesús tenía ya vista
la absoluta incapacidad e inoperancia del juez. Era inútil responder. No iba a
cambiar nada.
Y Pilato repite
su escenita de querer aparentar autoridad, cuando en el fondo estaba acusándose
a sí mismo: ¿A mí no me respondes? ¿No
sabes que tengo autoridad para condenarte y autoridad para salvarte?
Provoca risa si no fuera tan trágico. ¿Qué autoridad ha mostrado hasta ahora?
¿Qué respuesta merece aquel pelele? Lo curioso es que Jesús casi que habló para
disculparle algo, a la vez que le hacia ver que hay cosas más de arriba y que no tendría poder sobre Jesús si no se le hubiera dado de lo alto. Por eso
quien me entregó a ti, tiene un pecado mayor. El 4º evangelio mete también
su cuña de “lo divino”, que debe presidir la narración, tal como este evangelio
está concebido.
Y Pilato teme
mucho más. Se está viendo pequeño ante el propio Jesús. Vislumbra que, en
efecto, allí hay algo que le supera. Y casi molestamente nos repite el texto: Desde entonces Pilato buscaba soltarlo…
¿Quién iba ya a creer en esa veleidad del presidente?
Y aquellos
judíos dieron el golpe de gracia: entraron por la parte política y personal: Si sueltas a ese, no eres amigo del César
Y sabía Pilato que eso, en boca de los ladinos judíos, era una amenaza seria de
denuncia.
Liturgia del día
ResponderEliminarMe impactó un título que leí una vez: “Por qué muere y por qué matan a Jesús. Son dos vías diferentes que confluyen en una en los planes redentores de Dios. Y las lecturas de hoy nos apuntarían esas dos líneas: La 1ª es la profecía que hace Isaías 42, 1-7: el “Siervo de Dios” es un llamado a restablecer LA JUSTICIA (=la gracia de Dios), y hacer que el mundo camine derecho. Y para eso es el siervo humilde que no grita, que no clama, que no vocea por la calles. Que no apaga lo poquito bueno que queda en la mecha, ni troncha la caña cascada. Lo que “Dios creó y desplegó” fue vida y aliento.., y alianza que da luz a las naciones, para que los cautivos salgan de la prisión. Es el “por qué” muere Jesús: todo un proyecto salvador, un “plan B”, supuesto el destrozo del A que hizo el pecado en el mundo.
Pero ese pecado existe y destroza. Y por él “matan a Jesús”. Habían celebrado una comida festiva. María, la hermana de Lázaro, había ungido los pies de Jesus con un ungüento valioso…, y un corazón que expandió fragancia por toda la casa. Pero Judas estaba bajo ese pecado del rechazo, de la mentira, de la protesta. Y le pareció mal… (Nos dirá San Juan que –aunque Judas ponga de justificante del señuelo de los pobres- la realidad es que él hurtaba de la bolsa común. Y lleva a mal que no haya aumentado esa bolsa con los posibles 300 denarios).
Pero hay más: Jesús defendió a la mujer. Y eso fue darse la puntilla porque suponía, de una parte, descalificar a Judas, y de otra ensalzar la obra de UNA MUJER (cuando la mujer estaba tan relegada). Y Judas “le guardó” aquello a Jesús. Aquella “humillación” que le había dolido tanto…, y aquel dinero que no había conseguido, se lo iba a pagar el Maestro con creces… “Por eso mataron a Jesús”…, porque los hombres pusieron todos los elementos para matarlo, porque estaban llenos de pasiones de una y otra clase. Los judíos, ante la gente que creía en Jesús, decidieron darle muerte…; y en el colmo del paroxismo, también pensaron matar a Lázaro, que era el icono de la vida que había traído Jesús.
Días para meditar y meterse de lleno en el sufrimiento de Cristo.
ResponderEliminarEl Señor ,vestido en son de burla con las insignias reales,oculta bajo esta trágica apariencia la grandeza de Rey de reyes.La creación entera depende de un gesto de sus manos. Cuando más débil se le ve,no duda en afirmar ese título que tiene por derecho propio. Su reino es el Reino de la Verdad y la Vida,el reino de la Santidad y la Gracia,el reino de la Justicia,del Amor y la Paz
Mientras contemplamos estas escenas de la Pasión,ante este triste espectáculo,me siento obligada a desagraviar al Señor. Al escuchar ese clamor que no cesa y que más que de voces,está hecho de obras poco nobles,exprerimento la necesidad de gritar muy alto,"conviene que Él reine".Que reine en nuestra vida,en nuestros corazones,en nuestras obras,en nuestros pensamientos,en nuestras palabras,en todo lo nuestro.