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La “devoción” no es la
piedad, la emoción espiritual, como puede entenderse demasiado popularmente. La
etimología de la palabra devoción nos lleva a un sentido de “voto”, compromiso,
rendición a la voluntad de Dios. María es pues un recipiente sin fronteras de
esa actitud de quien se pliega a la voluntad de Dios, y asiente
incondicionalmente a la propuesta que Dios le hace, y que le fue renovando
desde muy diversas formas a lo largo de la vida de María. Y María fue
respondiendo fielmente en cada oportunidad. Por eso ella es MODELO de esa
entrega a Dios. Modelo que nos invita a reproducirlo nosotros desde nuestras
realidades diarias.
LITURGIA
La persecución contra
Esteban no acabó en la muerte del diácono. De hecho la violencia llama a la
violencia y la persecución se extendió virulentamente por Jerusalén, de modo
que muchos seguidores de Jesús hubieron de huir y refugiarse en ciudades
limítrofes. Casi todos los apóstoles permanecieron allí. Saulo se fue
distinguiendo en esa persecución, penetrando en las casas y arrastrando a la
cárcel a hombres y mujeres.
Pero la providencia de
Dios siempre es activa y donde los hombres buscaban acabar con la fe en el
Señor, la dispersión de los fieles por otras ciudades vino a ser el gran
momento de testimoniar un género de vida que llamaba la atención. Incluso Felipe
hizo signos que atrajeron la atención de muchos, y echó demonios. Curaron paralíticos y lisiados, y un
movimiento de alegría vino a inundar la ciudad de Samaria. Quizás ese sea el
signo más palpable de la nueva y Buena Noticia que se iba extendiendo. La
alegría de la fe, la alegría de Jesús.
Una vez me regalaron
un libro y su título era: DIOS ES ALEGRE, que me hizo pasar muy buenos momentos
de hilaridad porque su contenido era de chistes religiosos de muy buena índole,
como publicados por una editorial religiosa, que trataba de hacer constar que
la religiosidad no está reñida con la alegría, sino todo lo contrario.
El evangelio
(Jn.6,35-40) comienza con lo mismo con que acababa ayer: la confesión de Jesús
que se declara PAN DE VIDA. Y por tanto que el
que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará nunca sed.
Pero la conclusión de esa afirmación lleva una queja: Os lo he dicho y no creéis.
Luego continúa el
discurso, sin relación directa a lo anterior: Todo lo que me da el Padre, viene a mí, y al que venga a mí, yo no lo
echaré fuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la
voluntad del que me ha enviado.
Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino
que lo resucite el último día. ¿Y qué es lo que le dio? Que todo el que cree en
mí, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Esa es nuestra
vocación: CREER EN JESÚS, enviado del Padre. Y una vez más hay que acentuar lo
que es creer en Jesús, como algo que va mucho más lejos que la creencia y se
plasma en el compromiso de una vida que vive en actitudes y hechos muy acordes
con el estilo de Jesús.
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