AUXILIO DE LOS CRISTIANOS. La Advocación de María Auxiliadora está muy metida en el sentir del
pueblo, y de una manera especial los que se han educado o relacionado con la
congregación salesiana. Nos han legado una devoción especial a esta advocación
de María.
Siempre es de
actualidad esa necesidad de ayuda y auxilio que tenemos los cristianos. Somos
pobres criaturas y el pobre necesita de una mano protectora que se le tienda
para tener dónde acogerse, en especial en los momentos de angustia o desazón.
Pero en general siempre necesitamos como el niño que vive pendiente de la mano
de la madre que lo sostiene o incluso lo levanta cuando se ha caído.
María realiza esa
labor con nosotros y es la mano fuerte que abraza, que acoge, que estimula y
levanta. Y si siempre es eso una realidad, tanto mayor la necesitamos en unos
tiempos en que lo cristiano no es bien recibido por una sociedad laicista y
material.
Que María, AUXILIO DE
LOS CRISTIANOS extienda su mano a la Iglesia en estos momentos históricos que
vivimos.
LITURGIA
La 1ª lectura de hoy es
apacible. Hech.9,31-42 nos muestra a una Iglesia en paz en toda Palestina, y
Pedro recorriendo el país. Baja a Lida y allí se encuentra con un hombre
paralítico de hace 8 años, sin poder levantarse de su camilla. Pedro se dirige
a él y le dice: Eneas: Cristo te da la
salud: levántate y haz la cama. Y Eneas se puso en pie, lo que llamó la
atención de los presentes, que se
convirtieron a la fe en toda Lida y en Sarón.
Está Pedro en Lida.
Cerca de Lida está Jafa, donde vivía una discípula, Tabita o Gacela que se
dedicaba a hacer mantos y muchas limosnas y obras buenas. Pero enfermó y murió.
Los discípulos, sabiendo que Pedro estaba cerca le mandaron un recado para que
se viniera inmediatamente a Jafa.
Ya estaban las viudas
y plañideras en su papel y al llegar Pedro le mostraban entre lágrimas y
lamentos los mantos que hacía Tabita. Pedro mandó salir a todos y se hincó de
rodillas y se puso en oración. Luego se levantó, se dirigió al cadáver y le
dijo: Tabita, levántate. Ella abrió
los ojos y al ver a Pedro, se incorporó. Pedro le tendió la mano y la levantó.
La noticia se corrió por toda Jafa y muchos se convirtieron.
Hoy revienta
finalmente la situación en Cafarnaúm: Jn.6,61-70. Muchos discípulos que seguían
a Jesús, al oír aquello de comer la carne del Hijo del hombre, se
escandalizaron y dijeron: Este modo de
hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?
Jesús se hizo
consciente de ello y lejos de suavizar lo dicho, les planteó algo más allá: ¿Esto os hace vacilar? ¿Y si vierais al Hijo
del hombre subir adonde estaba antes? Las palabras que os he dicho son espíritu
y vida.
Jesús es consciente de
que no creen en él, y el evangelista lanza un dardo endemoniado sobre Judas, a
quien mete dentro de la situación de los que no creen: pues sabía Jesús desde el principio quiénes no creían y quién era quien
le iba a entregar.
Por eso Jesús se
ratifica y por eso os he dicho que nadie
puede venir a mí si el Padre no se lo concede. El hecho fue que muchos ya
no siguieron con Jesús. Y Jesús, con gran sentimiento se dirigió a sus
apóstoles y les preguntó: ¿También
vosotros queréis marcharos? Era un momento de suspense porque no se podía
saber la reacción de aquellos hombres. Pero Pedro salvó rápidamente la
situación, respondiendo: Señor, ¿a quién
vamos a acudir? Tú tienes palabras de
vida eterna; nosotros creemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.
Era un profundo acto de fe en su persona. Lo que sobrepasa todo lo
ininteligible de su discurso. Cuando él lo dice, será. Es, en definitiva, el
resumen de la aceptación plena de Pedro, que llevó tras de sí a los otros, que
se pegaron a la misma realidad: la Persona de Jesús.
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