La sabatina es una costumbre muy
tradicional: tener en el sábado un gesto o acto especial y distinto a los demás
días, en honor de la Virgen. O con algún formulario que uno ya tiene, o
simplemente con el rezo de una Salve o, en este tiempo, el Regina Coeli. Es la
FELICITACIÓN SABATINA, muy arraigada en el sentido mariano de la vida de los
fieles. Se potencia en Mayo, que ya es el mes dedicado a María, y en el sábado
se añade esa “flor” más significativa que expresa el sentido de devoción a
nuestra Madre y Madre de Dios.
¿Solemos tener nuestra
sabatina habitualmente? ¿La podemos reincorporar a nuestras devociones? El modo
ya es indistinto. De lo que se trata es de ese beso a nuestra madre en ese día
dedicado a ella y que nos renueva nuestra manera de ofrecerle un detalle más.
LITURGIA
La lectura 1ª repite la
tenida el domingo pasado, y está tomada de Hech.13,44-52. Pablo tiene la
satisfacción de ver que toda la ciudad se ha puesto a la escucha de la palabra
de Dios que él predica. Los judíos se llenan de envidia y coraje contra Pablo y
responden con insultos a las palabras de Pablo. Entonces él y Bernabé les
comunican la situación que ellos han provocado: el propósito de estos apóstoles
era dedicar sus enseñanzas a los judíos, en primer lugar, pero ya que ellos no
se consideran dignos de escuchar la palabra de Dios, Pablo y Bernabé se
dedicarán a los gentiles.
La alegría entre los
gentiles fue grande y alababan la palabra del Señor, y muchos de ellos
creyeron.
Pero la reacción de
las señoras distinguidas y principales fue violenta, en plan de persecución
hasta expulsarlos del territorio. Es lo típico de las gentes aferradas a sus
modos de vivir la religión. O dice el predicador lo que ellos quieren que digan
y que halaga la vanidad de esas personas (ancladas en sus maneras particulares
de entender la religión), o se produce el rechazo frontal. Esto no es sólo de
aquellos momentos. Esto se está produciendo ahora con el Papa actual, que busca
acercarse más al evangelio y las actitudes evangélicas, y ya no se produce ese
movimiento tan especial del “santo súbito”, sino una actitud crítica de parte
de los mismos católicos que no quieren que les levanten los pies de sus
seguridades adquiridas. Es el mismo pecado de los fariseos con Jesús y de
aquellos judíos y señoras con Pablo y Bernabé. El hecho que se persigue es
vivir una religiosidad acomodada que viste muy bien pero que no es fiel al
evangelio de Jesús.
Jesús les dice a sus
Once (Jn.14,7-14) que “si me conocierais
a mí, conoceríais al Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto”. Felipe
debió extrañarse: ¿Habían ellos visto al Padre? Y se dirigió a Jesús para
decirle: Muéstranos al Padre y nos basta.
No había entendido a Jesús, Y Jesús tuvo que volver repetir lo que había sido centro de este
discurso: Felipe, ¿tanto tiempo conmigo y
no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.
Esta es la gran
lección de este evangelio: la identidad de Jesús con el Padre. Jesús como sacramento del Padre. Y un sacramento
es una realidad visible que hace presente otra realidad invisible. Al Padre no
se le ve porque el Padre no tiene cuerpo. Pero el que ha visto a Jesús en toda
su realidad humana, está visualizando lo invisible de Dios.
No es un decir, aclara
Jesús. Las obras que yo hago son las
obras que hace el Padre; lo que yo digo, es lo que dice el Padre. Yo voy al
Padre, y lo que pidáis al Padre en mi nombre, yo lo haré.
Queda patente la identidad divina de
Jesús. El Padre y yo somos uno. Y si me
pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Pedir al Padre o pedir al Hijo es
igual. Porque es pedir a Dios. En el motor de esa petición está el Espíritu
Santo que es el que nos impulsa a pedir.
Desde la iglesia los jesuitas en Amsterdam meditamos su precioso comentario de hoy sábado, esperando comience la eucaristía de hoy . Que la Virgen le proteja siempre
ResponderEliminarBuenos días Padre, hemos leído su liturgia y nos unimos a la felicitación que ha recibido desde Ámsterdam.
ResponderEliminarEsto le hará ver que sus comentarios no caen en saco roto.
Un saludo-