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LITURGIA
Se está centrando este
domingo en la idea de “un mundo nuevo”. Es el leiv motiv de estas tres lecturas
que nos pone hoy la liturgia.
En la 1ª, de los
Hechos de los Apóstoles (14,11-27) Pablo exhorta a perseverar en la fe,
advirtiendo a los cristianos de que hay
que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios, porque no se vive la fe
desde la comodidad y la práctica tranquila de unas devociones. Pablo y Bernabé
recorre diversos lugares y acaba de nuevo en Antioquía, la comunidad que los
había enviado, y a la que dan cuenta de los trabajos realizados por la extensión
del Reino de Dios.
En la 2ª lectura, el
Apocalipsis (21,1-5) nos habla del cielo
nuevo y la tierra nueva que vino a preparar Jesús. Lo antiguo ha pasado y
ahora se abre todo a una novedad: una
Ciudad santa, nueva Jerusalén que descendía del Cielo, enviada por Dios. Es
la nueva vida que sigue a la resurrección de Jesucristo, que establece en el
mundo un nuevo estilo de vida. Tan nuevo que el vidente escuchó aquellas
palabras: Ésta es la morada de Dios con
los hombres; acampará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos.
Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque el primer mundo ha
pasado. “Ahora hago nuevo el universo”.
Hay una mezcla de
planos: Por una parte es la realidad de la nueva vida que supone vivir de la
fe, ya en este mundo. Por la otra parte hay una clara referencia a la otra vida
donde ya no cabe el sufrimiento…, donde el mundo del dolor ha pasado y donde
hay un universo nuevo.
El evangelio
(Jn.13,31-35) también nos lleva a dos planos. Cuando Judas sale del Cenáculo,
Jesús se siente liberado de un peso: ahora
es glorificado el Hijo del hombre. Judas estaba siendo ya una rémora en el
desenvolvimiento de aquel grupo. Jesús se libera cuando Judas sale.
Pero esa salida es al
mismo tiempo el principio del fin, porque Judas ahora va a preparar el
prendimiento del Maestro. Es la otra glorificación, la que va a suponer la
muerte, con la que se va a cumplir el designio salvador de Dios: Ahora Dios es glorificado en él; pronto lo
glorificará (referencia clara a la resurrección que seguirá todo este
momento duro de la pasión que se avecina).
E incide Jesús en lo
que es su testamento final para aquellos apóstoles que le han acompañado: Me queda poco que estar con vosotros. Os doy
un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. Jesús
se va. Pero quiere que aquel grupo viva unido en el amor, y no cualquier amor
sino el mismo amor de Cristo, ese amor que es desprendido y que está por encima
de todas las circunstancias adversas que puedan darse.
Y eso no es sólo una
recomendación o testamento que se da a los Once. Se trata de una mística que ha
de distinguir a todo discípulo de Jesucristo. No se trata de vivir el amor
afectivo, porque el afecto no puede forzarse ni provocarse por mero
voluntarismo. Se trata de vivir el amor al modo de Cristo, que supone hacer el
bien por encima de toda circunstancia. Y hasta tan punto de que la
señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a
otros.
Esto es el mundo nuevo
que ahora y aquí establece Jesucristo y que nos incumbe a nosotros
directamente, y adonde nos lleva de forma esencial la EUCARISTÍA, que es la que
hace actual en este momento la enseñanza de estas lecturas que hemos tenido.
A Dios, el autor de la
tierra nueva y el nuevo cielo, dirigimos nuestras peticiones.
-
Que nos dé gracia para perseverar en la fe, sabiendo que hay que pasar
mucho para entrar en el Reino. Roguemos
al Señor.
-
Que vayamos preparando día a día esa nueva tierra que adelante el Cielo
al momento actual. Roguemos al Señor.
-
Que con nuestra fidelidad en la vida ordinaria glorifiquemos a Cristo. Roguemos al Señor.
-
Que nos amemos unos a otros con el amor desinteresado y generoso de
Jesucristo. Roguemos al Señor.
Te suplicamos que la
Eucaristía, de la que participamos, nos haga vivir en el día a día el modo de
ser de Jesucristo.
Que vive y reina por
los siglos de los siglos. Amén
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