Día de la Madre. Yo veneré a mi madre. Y sin embargo tengo que confesar que siempre
tuve el pensamiento, en día como hoy, en la Madre del Cielo. Entonces se
celebraba este día el día de la Inmaculada. Cuestiones prácticas de la vida de
los negocios, provocaron el cambio a Mayo. Diciembre ya llenaba los comercios
con la Navidad y “reyes”, y mayo quedaba vacío a efectos de ventas. Y entonces
se “aconsejó” pasar a esta fecha actual el día de la Madre. Pero yo sigo
remitiéndolo a María, con tanta más razón cuanto que ya no tengo a mi madre de
la tierra. Por tanto, FELICIDADES a mi Madre del Cielo, parabienes y alabanzas,
y amor filial.
Y a todas las madres de la tierra, mi recuerdo lleno de
veneración por su inmensa grandeza y valor humano, insustituible.
LITURGIA
Repetimos 1ª lectura, de los Hechos
(5,27-32.40-41). Los sacerdotes y los senadores judíos –los ancianos del
pueblo- han conminado a los apóstoles a no
hablar en nombre de ese; “en cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra
enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre”.
Advertimos que no nombran a Jesús, y lo sustituyen por “Ese”. Es que el
llevarlo hasta la cruz fue para que su nombre no se pronunciara ya nunca más,
porque era maldito el que colgaba de un madero. Entonces hablan de “Ese”,
pretendiendo callar a los apóstoles.
Pedro y los demás, replicaron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Y le pone nombre
propio a “ese”: El Dios de nuestros
padres resucitó a JESÚS, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. La
diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel
la conversión y el perdón de los pecados. Testigo
de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
Esta respuesta exasperó a los jefes religiosos, pero no
tenían argumentos para hacerles callar. Y tomaron la cobarde venganza de
hacerlos azotar y soltarlos.
Y los apóstoles salieron gozosos de haber padecido ese
ultraje por el nombre de Jesús.
En el evangelio (Jn.21) nos encontramos con ese capítulo
añadido al evangelio por el propio Juan o por su comunidad en la que se nos
cuenta la tercera aparición de Jesús a sus apóstoles, a 7 de ellos, que se
encuentran junto al lago y se van con Pedro a pescar.
Pedro lo ha decidido y los demás asienten. Pero la pesca no
se da y pasan la noche en blanco, recordando, hablando o dormitando, o
intentando alguna que otra vez nuevamente la pesca.
Y es a la madrugada siguiente cuando aparece el personaje
desconocido en la playa, preguntando si tienen pescado… Una forma de ratificar
que no han conseguido pescar nada. Y la
respuesta escueta del “No”, dada por aquellos hombres, manifiesta el estado de
ánimo de aquella noche baldía.
El personaje les indica que echen la red a la derecha de la
barca, y –como ya no tienen nada que perder- la echan y obtienen una pesca tan
abundante que les cuesta trabajo sacar la red.
Ante este hecho inesperado, el discípulo amado del Señor
alza la voz y dice: ES EL SEÑOR.
¿Por qué el evangelista no se nombra a sí mismo y habla del
“discípulo a quien Jesús tanto quería”? ¿Es por humildad? La realidad es más
significativa: no quiere personalizar en un nombre concreto porque quiere que
toda su comunidad de cristianos encuentre sitio en ese personaje. Son todos
“discípulos amados” y todos tienen que descubrir en la vida y en los hechos de
la vida, que ES EL SEÑOR.
Pero no sólo aquella comunidad a la que se dirigía el
evangelio y que toma parte activa en él. También nos llega a nosotros la misma
realidad: hemos de descubrir al Señor en todos los momentos y hechos de nuestra
vida. Lo que vivimos, lo vivimos en la presencia del Señor y reconociendo su
mano en los acontecimientos. Que a veces nos resultarán misteriosos y aun
dolorosos, pero que siempre MÁS ALLÁ, aparece la mano del Señor.
La gran presencia del Señor en nuestras vidas es LA
EUCARISTÍA. En ella reconocemos claramente que ES EL SEÑOR: esto
es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi sangre. Tratemos de hacer de la
Eucaristía un centro de atracción de las realidades de todos los días, para que
la presencia real de Jesucristo nos impulse a vivir mejor, más acordes con su
voluntad santa.
Oremos a Dios, nuestro Padre
-
Por la Iglesia y por el Papa y por los cristianos perseguidos, Roguemos al Señor.
-
Por la firmeza de nuestra fe y la defensa de nuestras creencias, Roguemos al Señor.
-
Para que sepamos descubrir la mano de Dios en los acontecimientos, Roguemos al Señor
-
Para que la Eucaristía nos haga más actual e influyente la presencia de
Jesús, Roguemos al Señor.
Danos la fe sincera y comprometida que se refleje en
nuestras obras y en nuestras actitudes y pensamientos.
Por Jesucristo N.S.
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