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LITURGIA
Los Hechos (13,13-25) nos
siguen mostrando el celo apostólico que dominaba en aquellas comunidades y en
los más representativos. A partir de ahora casi que se va a reducir el relato a
la acción de Pablo. Hoy nos lo presenta con sus compañeros, bajando a Perge y
Panfilia. Juan Marcos se volvió a Jerusalén. Bajaron a Antioquía de Pisidia y
fueron invitados a dirigirse al pueblo en la sinagoga, y Pablo tomó la palabra
e hizo un resumen de la historia del Antiguo Testamento hasta llegar a Juan
Bautista, que ya presenta a Jesús, del que se declara indigno de ser su criado.
El SALMO (88) viene a
apuntalar ese celo por la palabra de Dios, anunciando
tu fidelidad por todas las edades. La misión de la iglesia es la difusión
de la palabra de Dios y de la fe en Jesucristo, como camino que conduce al
Padre y lleva a la salvación (o salud plena con la que hemos de caminar en el
día a día).
El evangelio de Juan
salta hoy al momento de la Cena (13,16-20), y Jesús exhorta a sus discípulos a
poner en práctica cuanto les ha enseñado. Y eso lo dice a sabiendas de que
entre ellos hay uno que no sigue esa pauta. No
lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quién he elegido, pero tiene que
cumplirse la Escritura: ‘El que
compartía mi pan, me ha traicionado’. Os lo digo antes de que suceda, para que
cuando suceda sepáis que yo soy.
Este final tiene dos
sentidos: de una parte es que Jesús se está anticipando a los hechos y
anunciando algo que va a suceder, algo muy desagradable que va a provocar el
escándalo de los apóstoles. Y quiere decírselo de antemano para que cuando
suceda, se den cuenta que ya estaba previsto: que Jesús es el mismo que cuando
ahora anuncia y cuando suceda el desastre.
Otro sentido de mucha
mayor trascendencia es el significado del YO SOY, que entronca con el YO SOY de
Dios a Moisés. Y por tanto que aunque suceda el tal desastre, Jesús sigue
siendo el mismo Dios y llevando la historia con su dominio de Dios.
Ahora bien: Jesús
enviará en su momento a sus apóstoles a dar testimonio de la verdad. El que reciba a su enviado lo recibe a él.
Pero no queda ahí la cosa, sino que el que lo recibe a él, recibe al mismo Dios
que lo envió. De donde se deduce que recibir al enviado de Jesús es recibir la
misma misión de Dios.
Es claro que el
evangelio de San Juan no se presta a mucha explicación. Es demasiado conceptual
y casi no queda más opción que la de explicar sus términos. Por otra parte es
muy cíclico: una misma idea se repite una y otra vez, y lo que no se ha
entendido la primera vez, queda explicitado por las otras repeticiones. No me
quedan, pues, muchas opciones para explicar ni para extender el contenido de
estas notas litúrgicas a las que se atiene el blog.
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