REINA DE LAS FAMILIAS.- La familia, con ser una
institución humana, es juntamente una realidad esencial en la vida de los
hombres, de modo que bien puede mostrarse como realidad que lleva el sello
divino. La familia es cosa sagrada. De ahí la guerra que está padeciendo desde
los enemigos de todo orden establecido, donde están los dirigentes políticos y
los medios de comunicación mediatizados por fuerzas superiores supranacionales.
Uno de los objetivos de esa actuación es directamente acabar con la familia, realidad
tan fácil desde los colegios y la enseñanza sesgada.
En medio de esa
realidad, María fue madre de familia, de una familia ejemplar, y María defiende
la familia como algo básico para la obra de su Hijo. La familia es la iglesia
en germen. En la familia deben crecer los valores y principios cristianos. Y
eso va mucho con María, para quien la obra de su Hijo es algo fundamental. Por
eso se le invoca con la advocación de REINA DE LAS FAMILIAS, esperando su
patrocinio y su actuación en todas y cada una de ellas.
LITURGIA
Hubo en aquel concilio gran
discusión con el tema de la circuncisión o no circuncisión de los gentiles.
(Hech.15,7-21). Al cabo se levantó Pedro haciendo uso de su autoridad, y
declarándose a sí mismo apóstol de los gentiles. Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el
Espíritu Santo igual que a nosotros. ¿Por qué provocáis ahora a Dios
imponiéndoles a esos discípulos unas cargas que ni nosotros ni nuestros padres
hemos podido soportar?
Y contraponiendo
claramente la ley a la gracia…, el cumplimiento de normas a la acción salvífica
de la redención, afirma que nosotros
creemos que lo mismo ellos que nosotros, nos salvamos por la gracia el Señor
Jesús. Lo que equivale claramente a decir que no es necesaria la circuncisión.
Con todo, Santiago,
como relator, resume la discusión recordando que eso estaba ya profetizado de
antiguo, y que por tanto no hay que
molestar a los gentiles que se convierten. Basta con que no se contaminen con
la idolatría, la fornicación y la sangre de animales estrangulados. Esto de
la sangre era importante porque en la sangre se significaba la existencia de la
vida, y la vida es sagrada. Y en el animal estrangulado, se conserva la sangre
del mismo. Lo cual nos estaría también llamando a todos al respeto de esas tres
notas significativas, para vivir una vida acorde con la fe: no contaminarse con
la idolatría, la fornicación y la falta de respeto a la vida.
Llevado ya al extremo, es el argumento que esgrimen los
testigos de Jehová para no aceptar las transfusiones de sangre. El absurdo está
en dejar morir con tal de no recibir la transfusión, anteponiendo el medio al
fin. Y por razón de no recibir lo que puede salvar una vida, aceptar la muerte
que se podría evitar. El católico sabe que un medio que no supone muerte sino
vida, es perfectamente asumible, siguiendo el pensamiento de Cristo: En sábado ¿se puede salvar una vida o
dejarla morir? Y se da la respuesta a sí mismo actuando en favor de un
enfermo.
El evangelio es breve
y casi que no avanza en la idea más allá de lo que ya ha dicho antes.
Jn.15,9-11 es la síntesis que nos afirma en boca de Jesús que como el Padre me ha amado, así os he amado
yo. PERMANECED EN MI AMOR. Tema que ya ha quedado explicado. Lo que
podríamos decir más novedoso es que el amor que Jesús a nosotros es el mismo
amor del Padre a Jesús. A la manera del amor de Dios a su Hijo, así es el amor
de Jesús a nosotros. Lo importante es permanecer en ese amor de Jesús,
guardando los mandamientos de Dios y guardando el mandamiento de Cristo sobre
el amor. También ahí el amor que hemos de vivir entre nosotros es COMO el que
Jesús ha puesto en nosotros. Jesucristo vive el amor de Dios y permanece en ese
amor guardando la voluntad de Dios.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra
alegría llegue a plenitud. Dicho esto en el contexto de una hora antes de
entrar en la pasión, tiene un valor excelente, porque supone la alegría
interior de quien vive la voluntad de Dios, y quiere que esa misma alegría sea
la que vivamos nosotros en toda su extensión. Una alegría que sólo se entiende
desde la fe.
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