REINA DE LA PAZ.- Aprovechemos que es tema de la liturgia de hoy para encontrar en
María un modelo de mujer en paz. Siempre vivió en la paz de Dios. Y en ese
clima –que es el propio de Dios y en el que Dios se hace presente- recibió
aquel anuncio del ángel. Dice el texto que se turbó, pero no en su paz interior
sino en no saber qué saludo era aquel. Era turbación motivada por la sorpresa
de lo inesperado. Pero de su paz de alma da fe su serenidad para afrontar la
situación: “¿Cómo puede ser eso, pues no conozco varón?” Sencillamente no
encajaba el anuncio con la realidad. Pero la realidad –admite María- puede ser
otra, y sólo le queda que saber cuál es el plan de Dios. Para concluir con una
madurez inconmensurable ponerse a la entera disposición de Dios: “Hágase como
Dios quiere”.
Esa es la paz que nos trasmite María. La paz con la que
hemos de proceder en nuestras tribulaciones, acudiendo a María para que ella
nos asesore y nos conduzca de la mano hasta la paz de Jesús.
LITURGIA
La verdad es que las dos lecturas que llevan la
voz cantante (1ª y evangelio) son repeticiones de temas que hemos tenido hace
poco, y que necesariamente el blog –reflejando esa realidad- tiene que repetir
lo que ya ha quedado dicho en su momento correspondiente.
La lectura de los Hech.15,2.22-29 comienza de nuevo
planteando el tema de la circuncisión que aquellos que bajaron de Judea querían
imponer a los gentiles que habían abrazado la fe en Antioquía. Luego salta ya a
la solución del caso, cuando Pablo y Bernabé suben a Jerusalén para consultar
con los apóstoles y presbíteros, y se juntan en Concilio para deliberar sobre
el asunto. Y tras estudiarlo en la presencia de Dios, concluyen que no hay que
imponerles a los gentiles unas cargas que a ellos mismos les habían resultado
insoportables. Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las indispensables. Y envían a Silas y
Judas como encargados de comunicarlo a la iglesia de Antioquía, con la única
tripe exigencia que deben de guardar y que abarca, dicho en términos muy
nuestros, que la adoración es sólo a Dios y no a cualquier otra cosa, ni
a uno mismo; que se abstengan del uso del sexo egoísta que se toma por
puro placer personal; y que respeten la vida, porque el hombre o la
mujer no son dueños de la vida, y que de la vida humana sólo dispone Dios. Haréis bien en vivir todo esto.
El evangelio (Jn.14,23-29) nos pone delante cómo se vive
esa adoración única a Dios: El que me
ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada
en él. Por el contrario, el que no ama a Dios, no guarda su Palabra. Y
advierte Jesús que las palabras que les está diciendo son palabras que vienen
de Dios.
Con todo, no está completado el mensaje, porque todavía no
están en condiciones de acogerlo. Pero vendrá el Paráclito, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, que
será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando lo que yo os he dicho.
Será la acción interior del Espíritu de Dios la que abra el entendimiento de
aquellos hombres para que trasmitan el mensaje de Jesús. Y será ese mismo
Espíritu el que en nosotros vaya conduciéndonos a entender la Palabra de Dios y
Palabra de Cristo.
La paz os dejo, mi paz os doy, no como la paz que da el mundo. La paz que da Jesús es una paz
interna y profunda, que no está reñida con la dificultad y la contrariedad que
puede sobrevenir. Por encima de ello planea siempre una paz honda, que se da en
el fondo del alma y que no se altera por motivos externos.
La paz del mundo es una paz superficial que se pierde a la
primera de cambio, cuando surge la dificultad. Una paz inconsistente que
depende de lo placentero del momento. La de Cristo no es así. Y aun
anunciándole ahora que Jesús se va a marchar (y es a su muerte), no debe
temblar el corazón de ellos. Se va Jesús pero preparará sitio para todos, y
luego volverá al lado de ellos. Si me
amarais os alegraríais de que voy al Padre. Os lo he dicho ahora, antes de que
suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo en mí.
En la Eucaristía, antes de llegar a la comunión, el
sacerdote invita a los fieles a darse un signo de paz. No hace falta darla a
todo alrededor. Es un signo y con el signo a derecha e izquierda, basta. Lo que
se está significando es que el que participa en la Comunión es una persona que
tiene paz dentro de su alma y la trasmite por donde va.
Al Dios de la paz le pedimos que mantenga nuestra alma en paz.
-
Que vivamos la libertad de espíritu que nos ha de dar el adorar sólo a
Dios, aun por encima de nosotros mismos. Roguemos
al Señor.
-
Que seamos dueños de nuestra conciencia para respetar nuestro cuerpo y
nuestra alma. Roguemos al Señor.
-
Que en nuestros criterios tengamos claro el respeto a la vida, desde la
concepción a la muerte natural. Roguemos
al Señor.
-
Que amemos a Dios guardando todos sus mandamientos. Roguemos al Señor.
Danos un alma limpia que camine los caminos de la vida en
dirección hacia el Cielo.
Por Jesucristo N.S.
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