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Es el ofrecimiento del
día a María Santísima, “Del todo”, sin querer reservarme nada para mí. Un
abandono total en el corazón de la madre. Eso comporta una serie de actitudes
personales: mis ojos tienen que
mirar como miraba María, y apartarse de aquello de que María apartaba su
mirada; por ejemplo de lo que podían ser defectos ajenos. Mis oídos para solo prestar atención a lo que construye, a lo
positivo. Mi lengua, que no debe
pronunciar palabra que desdore al hermano, al semejante, y debe hablar palabras
edificantes, acordes con la palabra de Dios. Mi corazón: un corazón puro,
limpio, abierto, servicial. Que es la manera de que todo mi ser esté puesto en las manos de María y le venga a
obsequiar con cariño filial.
LITURGIA
Lo habitual: al cabo de un
tiempo en que ya se ha consolidado bastante un nuevo orden de cosas, que han
superado las prácticas antiguas, surgen los retrógrados que pretenden volver a
esas prácticas, y vienen como iluminados que traen la verdad. Pablo y Bernabé
se encuentran que en su misión entre los gentiles, no han considerado que
hubiera que circuncidarlos para abrazar la nueva fe. Y ellos están convencidos
de que es así. Pero para fundamentarse y caminar acordes con el resto de los
apóstoles, se vienen a Jerusalén para dilucidar qué valor tiene la novedosa
exigencia de circuncidar a los que van a abrazar la fe cristiana. (Hech.15,1-6)
Los recibieron
cordialmente en Jerusalén. Y ante la insistencia de algunos fariseos sobre la
necesidad de circuncidar, se reunieron los apóstoles y los presbíteros para
estudiar el caso y dictaminar. Estamos a las puertas del primer concilio
ecuménico de la Iglesia naciente.
Entramos en Juan en el
capítulo 15, que comienza con la nueva “personalidad” o identidad que Cristo
dice de sí: Yo soy la vid. De hecho
es una comparación porque la vid no es una persona y Cristo es persona. De ahí
que se trate de una alegoría o comparación, para expresarse una manera de
actuar de Jesús. La vid se compone del tronco principal y de las ramas. El
tronco es el que lleva la fuerza y la distribuye en sus sarmientos, que tienen
vida por estar entroncados en el tronco central. Y pierden toda su razón de ser
cuando son cortados y separados de la vid. Los sarmientos se llenan de hojas
que dificultan el desenvolvimiento del fruto. De ahí que el viñador tiene que
despampanar…, quitarle hojas al sarmiento, e incluso cortar aquellos sarmientos
que perjudican a los más desarrollados.
He ahí el punto de
comparación que busca Jesús: Yo soy la
vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo corta y
a todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Es la descripción
sencilla del desenvolvimiento de una vid.
Jesús ahora se dirige
a sus apóstoles y les dice que ellos están ya limpios por las palabras que les
ha comunicado. Lo que les toca es permanecer
en mí y yo en vosotros, como sarmientos unidos a la vid y la vid
sosteniendo y vitalizando a sus sarmientos. “Permanecer
en” es una imagen muy rica, que va mucho más allá de ser sarmientos de la
vid. Encierra la idea de “inhabitación”, que es uno de los temas preferidos por
los místicos, y que encierra una imagen muy agrícola del INJERTO. Sobre el
tronco vigoroso principal, se incrusta un esqueje de otra especie, que acabará
soldándose y formando parte inseparable del tronco vigoroso. Nosotros somos
injertados a la vid de Cristo, de manera que ya no somos nosotros sino que es
Cristo quien vive en mí.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo
que deseáis y se realizará. Otro misterio de la oración, por el que Jesús
nos dice algo que luego tiene su modo de ejecución, pues muchas cosas pedimos
que no se realizan. Seguramente es que no pedimos “permaneciendo en él”,
ajustándonos a la voluntad del Padre. Pero nunca nos desanimemos porque lo que
hoy no se ha realizado, está ahí a las puertas de realizarse al modo de Dios.
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