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LITURGIA
Celebramos la
VISITACION DE LA VIRGEN MARÍA, como colofón del mes dedicado a ella. Y lo
hacemos con lecturas propias, como corresponde a una fiesta litúrgica. Tomamos
la carta a los Romanos, 12,9-16 en el que San Pablo describe un ideal de vida a
los cristianos, y que hoy se aplica excelentemente a la vida de Maria. Dice
Pablo que vuestra caridad no sea una farsa,
no meras acciones externas que no brotaran de un interior que se implica en ese
amor al prójimo. Y concreta: aborreced lo
malo, apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros,
estimando a los demás más que a uno mismo. Todo un ideal, un planteamiento
de vida cristiana en lo esencial y distintivo de ese seguimiento de la voluntad
de Jesucristo.
En la actividad no
seáis descuidados; en el espíritu manteneos ardientes. Servid constantemente al
Señor. Es el otro aspecto de la vida en plenitud cristiana: la oración, la
unión al Señor. Es la plenitud de la caridad, que halla en la relación con Dios
el punto culminante.
Otra característica: la
alegría; que la esperanza os tenga alegres; firmes en la tribulación, asiduos
en la oración La oración como parte de la vida, porque sin oración no se
puede pasar. Una oración que no se limita a rezar, sino que reflexiona y
profundiza y deja que el alma encuentre respuestas en el diálogo con Dios,
dejando que su Palabra penetre y exija.
Contribuid a las
necesidades del pueblo de Dios; practicad la hospitalidad. Dos concreciones
de la caridad.
Bendecid, no
maldigáis. Bendecid a los que os persiguen. Con los que ríen, estad alegres;
con los que lloran, llorad.
Tened igualdad de trato
unos con otros, y poneos al nivel de la gente humilde.
Es una lectura que no puede cortarse y apenas comentarse.
Es un manual de examen de conciencia que bien podríamos utilizar en nuestras
confesiones.
El evangelio de Lc.:1,39-56 nos narra el momento en que María, ya encinta de Jesús,
el Hijo de Dios, poniéndose al nivel humilde y servicial, hace el incómodo
viaje desde Nazaret a la montaña de Judea para servir a su anciana pariente,
que está embarazada de seis meses. Isabel prorrumpe en gritos de júbilo y admiración
porque va a visitarla la madre de su
Señor, revelación que ha recibido Isabel, invadida por el Espíritu Santo,
que nota saltar de gozo a su criatura dentro del vientre, en ese encuentro
misterioso de los dos concebidos, desde el seno de sus madres.
Isabel bendice a María, la agasaja y la alaba. Y María, sin
negar ni poder negar todo lo que Isabel dice de ella, voltea hacia Dios esas
alabanzas y las hace alabanza de Dios, de la grandeza de Dios que ha hecho maravillas en la pequeñez de su
esclava. María no se ve a sí misma sino como esclava del Señor. Y lo
admirable es que Dios, el Dueño y Señor, se ha dignado abajarse hasta esa esclava,
levantándola del polvo y colmándola de bendiciones.
Es el canto del MAGNÍFICAT que merece la pena aprenderse de
memoria porque es una de las oraciones más hermosas, construidas por la Virgen
como respuesta a las palabras de Isabel.
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