Liturgia
Moisés era el hombre
más paciente del mundo, nos dice el libro de los números (12, 1-13), y no
sólo tuvo que soportar las quejas del pueblo en el desierto sino que María y
Aarón también murmuraron contra él. Y Dios interviene llamando de improviso a
Moisés, María y Aarón a la Tienda del encuentro.
Dios bajó en la columna de nube y llamó aparte a María y
Aarón, y les hizo saber que Moisés era alguien distinto de los demás en la
presencia de Dios. A los otros, Dios les habla de otra manera. A Moisés, cara a
cara. ¿Cómo se han atrevido a hablar contra él?
Cuando se retiró la nube, la piel de María estaba
descolorida, y Aarón intercede por ella ante Moisés, y Moisés pide a Dios que
la cure. No se ha resentido, no ha tomado venganza. Verdaderamente Moisés era el más fiel de los siervos del Señor.
Decía ayer que algo tenía que haber ocurrido fuera de orden
para que Jesús apremiara a sus discípulos
a subir a la barca solos, mientras él despedía a la gente (Mt 14,22-36). Y después de despedir a la gente se subió
al monte él solo. Necesitaba de esa oración, de ese tiempo de intimidad.
Pero juntamente llevaba sobre su alma a aquellos discípulos suyos.
Y sucedió la temible tempestad del Lago, con la
particularidad de que Jesús no iba en la barca. Aquellos hombres, muchos de
ellos profesionales del mar, lucharon y trabajaron para salir del atolladero
pero las olas arreciaron: el viento les
era contario.
Y llegada la madrugada, Jesús no se queda en el monte,
donde oraba, porque la verdadera oración está presidida por la caridad, y él
estaba sabiendo que sus hombres lo estaban pasando muy mal. Y deja la montaña y
se viene a ellos. Dice el evangelio que andando
sobre las aguas.
Eso mismo hace mucho más terrorífico el momento porque
piensan ellos que sólo los fantasmas pueden desenvolverse sobre las aguas, y
por tanto ver acercarse a ellos aquella figura blanca les provoca el terror del
fantasma que viene por ellos, y no saben si es peor la ola que mueve la barca
peligrosamente o el fantasma que se acerca. Y gritaron como niños llenos de
espanto. Jesús alzó la voz y les dijo lo que era consigna de su presencia: ¡Ánimo, soy yo!, no tengáis miedo.
Digamos que todo lo ocurrido hasta aquí tiene su explicación con razones o
explicaciones humanas.
Donde comienza lo llamativo es en la salida de Simón Pedro,
que –en su delirio- es capaz de pedirle a Jesús la prueba de que es él. Y la
prueba es que pueda ir Pedro hasta Jesús
andando sobre el agua. No cabe duda que la escena es incluso chusca, porque
se convierte en espectáculo que hasta querrían impedir los compañeros, de Pedro
que echa la pierna fuera de la borda, dispuesto a salir andando sobre el agua.
Y echa la otra pierna ¡y se pone a andar por el mar! ante la estupefacción de
los otros Once. Y anduvo un pequeño trecho hasta que una ola le envolvió y Pedro
dejó de mirar a Jesús y se quedó pensando en sí mismo y en lo que estaba
haciendo. Y entonces comenzó a hundirse.
Pedro gritó angustiadamente: Señor, sálvame… Pedro, el pescador no sabía en ese momento ni
nadar. Jesús extendió su mano (estaba muy cerca) y lo asió. Y con sorna tuvo
que decirle: ¡Qué poca fe!, ¿por qué has
dudado?
Subió Jesús a la barca junto a Pedro y el mar amainó. Y los
Doce se echaron a los pies de Jesús, como salidos de una doble pesadilla,
reconociendo que Realmente eres Hijo de Dios. Iban aprendiendo a base de
tropezones, pero ahora, por decirlo así, estaban más cerca de creer que Jesús
rompía los moldes.
Atracaron en Genesaret, donde fue agasajado por sus
habitantes, que propagaron la noticia de su estancia y vinieron gentes de todas
partes. Le pedían que les dejara tocar la
orla de su mando y quedaban curados.
Sería difícil sacar la consecuencia de estos sucesos, pero
yo invito a releerlos con tranquilidad y “traducirlos” a nuestras realidades:
¿por qué Jesús apremia a los Doce a subir solos a la barca? ¡Cómo Jesús no se
desentiende de ellos en la tribulación! ¡Con qué facilidad vemos a Jesús como
fantasma! ¡Cómo amaina la tempestad cuando se le hace subir a la barca! Cómo se
le recibe con alegría y basta rozar su manto… Hay muchos temas que no son para
leerlos sin más y pasar a otra cosa…
Pedro caminaba sobre las aguas del mar a la vista de todos, pero, también a la vista de todos, cuando le falla la confianza y la fe en su Maestro, se hunde.Fueron momentos impresionantes para todos. Todos reconocieron al Mesías; Pedro no se quedó sobre la embarcación, se dirigió hacia donde estaba JESÚS y todos vieron cómo caminaba sobre las aguas embravecidas, Pedro caminaba y caminaba sin importarle que las olas fueran muy altas y que el viento fuera huracanado; su fe era tan fuerte que lo mantenía sobre el mar,¿ Qué pasó entonces? No era normal que un hombre caminara sobre las olas... pero Pedro se dirigía a Jesús lleno de confianza; él sabía que Jesús le esperaba; mientras lo miraba, todo le parecía posible. De la misma manera si a travé de la Oración y de los Sacramentos, nosotros permanecemos unidos a Jesús, caminaremos firmes en nuestro peregrinar, aunque sean muchas las dificultades; dejar de mirar a Cristo, es hundirnos, es incapacitarnos para dar un paso, aún en tierra firme, sin olas.
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