LITURGIA
Tengo una dificultad de no
pequeña monta para afrontar el tema de un día festivo y es que no dispongo de
los textos litúrgicos en mi actual ubicación. Por ello intentaré aproxímame lo
más posible, pero pidiendo disculpas por la menor exactitud de los datos que
puedo dar.
Hoy ha comenzado la
liturgia con la huida de Elías de la persecución en la que se ve envuelto. Y en
su escondrijo recibe la palabra de Dios que le pregunta: ¿Qué haces aquí, Elías? Es una palabra con la que nos podemos topar
nosotros en nuestros encuentros con el Señor, Porque una cosa es lo que hacemos
y otra por qué lo hacemos. Y a lo mejor ahí radica muchas de las explicaciones
de por qué nuestras obras agradan o desagradan a Dios: en el por qué de una
determinada manera de proceder. Elías huía con razón porque había sido
amenazado de muerte. Otra cosa es si delante de Dios la solución es meterse en
una cueva y refugiarse allí.
Y Dios le hace salir
de la cueva porque va a pasar Yavhé y debe estar atento Elías para descubrir su
presencia. Y Elías salió de la cueva y sintió que pasaba un viento fuerte que
rompía los montes. Elías ve claro que Dios no está en ese viento. Luego se
produjo un terremoto. Y Elías no pudo identificar a Dios con el terremoto. Ni
luego con el fuego que sucedió a continuación.
Siguió una suave
brisa, un susurro, y ahí sí descubrió Elías la presencia de Dios. Dios está en
la suavidad, en la presencia que reconforta y que estimula, con la que Elías
recobra fuerzas para seguir ahora no su camino sino el camino de Dios.
Por eso más de un alma
debiera descubrir a Dios en su vida y en su conciencia no en las angustias y en
las intranquilidades, sino buscarlo en la paz misma de su corazón, en el
susurro suave en el que Dios se hace presente.
Me he preguntado por
qué se ha escogido hoy este texto y la respuesta viene dada por el evangelio de
Mateo que hoy venía a colación en la lectura continuada del evangelista que
tenemos en este ciclo: nada menos que la institución de la Eucaristía, el más
suave aliento que nos ha legado Dios en esa presencia sublime y humilde de
Jesús en el Sacramento, nada comparable con el viento huracanado, el terremoto
o el fuego. Toda una presencia serena, misteriosa y paradógicamente oculta bajo
el velo de las Sagradas Especies del pan y del vino, pero siendo el amor
palpitante de Dios que se ha hecho presente en la forma más simple que podía
presentarse. Ahí donde lo elementos normales de la alimentación, el pan y el
vino, vienen a ser transformados en el mismo Jesucristo, el Señor.
También ahí cabe que
en el encuentro de la persona con la <eucaristía, surja –de parte de Dios-
esa pregunta a nosotros: Qué haces aquí…
Vienes, comulgas, participas… Pero ¿qué más? ¿Adónde te lleva la participación
en este Sacramento?
Una respuesta podría aportarnos
la 2ª lectura (Rom 9, 1-3) en el que el Apóstol siente tal celo por las almas
que bien quisiera, si eso fuera posible, ser anatematizado él por tal de salvar
a los hermanos que se pierden. La liturgia, pues, nos conduciría hoy a un celo
profundo por la salvación de los hermanos, y que ellos pudieran descubrir la
presencia de Dios en sus vidas, y con ello la salvación por la que Jesús se ha
hecho comida y bebida para los demás.
Muy acertado su comentario. Y muy necesario.
ResponderEliminarAunque me surge la duda de como armonizar ese "susurro de Dios", con la cruz que se equipara a cargas y sufrimiento. En fin, hoy no estoy muy inspirado.
Jesús, manda a sus discípulos que vayan a la otra orilla; a la tierra de los paganos, es decir, los discípulos de Jesús, tienen que tener inquietudes misioneras. Es la Iglesia en salida.Jesús está solo en la montaña. Solo la Oración con el Padre da sentido y hace fecunda la acción evangelizadora.
ResponderEliminarLas altas olas y el viento huracanado, representan las dificultades que encuentra la Iglesia para llevar a cabo su tarea.Podemos encontrar obstáculos de cualquier clase. Todos son manifestaciones del pecado que quiere estar presente en el corazón de los hombres. Pedro es muy atrevido, muy pagado de sí mismo; le parece que puede caminar sobre el mar embravecido, como Jesús.A pesar de todas nuestras limitaciones y de todos los defectos de todos, nuestra vida de seguimiento de Jesús, sólo se puede realizar si nos mantenemos muy juntos dentro de la barca de la Iglesia, sin atrevernos a saltar al mar; esforzándonos por acoger a los hermanos tal y como son; convencidos de que el Evangelio sólo se puede vivir y comunicar en el seno de la Iglesia donde Jesús está presente. Creo que Dios nunca llega tarde para socorrernos. Creo que no dejará de amarnos nunca con su amor infinito y todopoderoso y que siempre podremos amarle como hijos, necesitados de todo.