LITURGIA
Is 56,1. 6-7 es un canto a
favor del extranjero. Y una llamada al extranjero a vivir acoplado a las
costumbres y usos del país. El extranjero ha de haberse dado al Señor para servirlo y para amar el nombre del Señor y
ser servidor de Dios. Extranjeros que guardan las leyes de Israel, lo mismo
en prácticas concretas –el sábado-, como en el plano superior de la alianza. A ellos los traeré a mi monte santo.
Estamos viviendo un
momento histórico que hace actual el tema, unas veces por parte del “país” que
–en sus grupúsculos más extremosos actúa contra el extranjero por el hecho de
ser extranjero, y otras veces por parte de los extranjeros que constituyen
guetos extraños a la cultura de un país, y acaban siendo una amenaza para la
sana convivencia e integración.
Isaías ha hablado de
extranjeros que se han dado a Dios para servirlo, y no por caminos extraños a
ese Dios que se adora en el país de acogida, sino también con hechos tan
concretos como sus fechas de culto (“el sábado, para los judíos), y en todas
las leyes que se encierran en la alianza. Habla, pues, de esa integración por
la que el extraño acoge el estilo del que le acoge y así llega a hacerse “menos
extranjero”, aunque permaneciendo en su ser, por el respeto que el país de
acogida concede a esos extranjeros que lo visitan o que se establecen en él.
Es el caso que nos
narra con un hecho singular el evangelio de Mt 15,21-28. Jesús ha salido hasta
los límites de Tiro. No es rechazado. Y una mujer extranjera a Israel, reconoce
a Jesús y tiene conocimiento de los poderes de Jesús. Lo reconoce “Señor, Hijo de David”… Se adapta la
mujer a un concepto hebreo, a un título ajeno a su cultura, y muy propio del
país de Jesús.
Jesús tiene un momento
de distancia entre lo que es la aceptación, sin más, de la mujer extraña, y lo
que son sus impulsos instintivos de hacer el bien sin mirar el origen étnico de
aquella mujer. Por un momento Jesús se encuentra distante porque sólo se siente
enviado a las ovejas de Israel, y tiene el impulso de abandonar el lugar sin
actuar a favor de aquella petición de ayuda que la extranjera pide para su
hija.
Pero la insistencia de
aquella mujer, la fe que muestra, la adaptación a los mismos dichos del país de
Jesús: No está bien echar a los perros el
pan de los hijos, acaban venciendo la resistencia de Jesús y Jesús “sale”
de sus límites (“las ovejas de Israel”), y le concede a la extranjera el deseo
que ha presentado. Es más: le alaba su fe, que admira a Jesús…, la de una
pagana que se ha adaptado a la creencia de otro país, de aquel “Señor, Hijo de
David” y así ella “ha servido a Dios” (aunque no fuera su dios sino el de
Israel.
He aquí lo que nos
sitúa ahora ante el momento histórico presente, que estamos viviendo. Los
extranjeros que no aceptan las costumbres y modos del lugar que han tomado como
sitio de asentamiento, no pueden ser ni bien vistos ni bien acogidos porque no
viven la reciprocidad de la acogida y de su adaptación al medio. Y lo que no es
admisible es que los que han sido acogidos benévolamente en un lugar, pretendan
ahora colonizar a ese lugar desde una cultura y formas extrañas y hasta
hostiles. A esos extranjeros se les dice sencillamente que se marchen porque no
han acogido las leyes y formas de ese país al que ellos han acudido en busca de
un porvenir mejor.
A esa misma idea nos
lleva la COMUNIÓN. Nos unimos a todos nuestros hermanos, incluidos los que no
son “de los nuestros”, de nuestra cultura. Pero pedimos que haya
correspondencia. No les exigimos que ellos comulguen nuestra comunión sino que
la respeten totalmente como nosotros respetamos la suya o sus modales. Y que
seamos capaces de tender la mano –ellos y nosotros- en gesto de paz y buena
vecindad, y nunca con gesto de guerra, de odios, de rechazo de lo que
constituye una sana convivencia. Comunión en la reciprocidad por la que ponemos
por delante la paz, la paz verdadera, la paz sin traiciones. Y por supuesto la
paz que no hace víctimas de muerte ni de ocultos intentos de colonización
invasora.
En Jesús, Dios se rebajó hasta hacerse hombre con todas sus limitaciones: no lo fingió, fue real que nació pequeñito, que tuvoque aprender a caminar y tuvo que aprender a hablar, como todos los hombres. Nos cuesta creer que Jesús, ya mayor,fuera aprendiendo cosas, pero así nos lo da a entender el Evangelio de hoy.
ResponderEliminarLo que pretendía Jesús era que su mensaje sobre el Reino de Dios provocase la conversión de todo el pueblo santo de Israel que habia sido elegido por Dios para que llevase la Buena nueva al resto de la Humanidad; pero se encontró con la oposición de Israel y con la apertura a la fe de algunos paganos, como es el caso de lamujer cananea. Y así es como fue aprendiendo que el plan divino de la saltvación, discurría por caminos inesperados. Claro que Jesús no tenía ninngun inconveniente en acoger a los paganos: la mujer cananea,el leproso samaritano o la propia samaritana siendo los primeros en tomar la decisión trascendental de acoger como hermanos a los creyentes de origen pagano.