LITURGIA
Hoy es muy rica y densa la
1ª lectura, con la exhortación que Moisés le hace al pueblo hablándoles de
Dios. ¿Qué es es lo que te pide tu Dios?
[Deut 10, 12.22].
- Que temas al
Señor tu Dios, que sirvas a tu Dios y que guardes sus preceptos y mandatos que Él te dio. Un pueblo primitivo
necesita tener un cierto temor. Aún no está preparado para vivir del amor.
Necesita un freno grande que le mantenga en su punto, y ese freno se indica en
el temor hacia el Dios superior. Pero el temor ha de concretarse en la fidelidad
a los mandatos y preceptos y en el servicio obediente que debe relacionarle con
Dios. Eso mismo, andando el tiempo, tiene su traducción en el AMOR, que es la
verdadera forma de relación que la criatura debe tener con su Señor. De hecho,
cada vez que encontramos la palabra “temor” en la biblia, tiene un paralelo muy
claro con la relación amorosa que debe existir entre el hombre y Dios.
De hecho ese “temor” expresado más arriba, viene a
estar fundamentado en el conocimiento que debe tener el israelita de que Dios hizo el cielo y la tierra y todo cuanto
la habita…, y ese Dios se enamoró de vuestros padres y los amó y o escogió de
entre todos los pueblos… Va quedando claro que la relación que Dio desea es
una relación de enamorado, de un Dios que elige expresamente a un pueblo y en
él deposita sus enseñanzas y sus promesas.
Circuncidad
vuestro corazón (otra vez nos habla de amor, que es el que brota del corazón) y no
endurezcáis vuestra cerviz, porque el Señor es Dios de dioses y Señor de los
señores.
Dios grande y
terrible:
grande porque no hay otro como él. Y a la par que es ese Dios cercano
enamorado, suscita el sentimiento de lo terrible
(que causa terror reverente) porque Dios no es uno de nosotros y queda en la
altura de su trascendencia. “A Dios sólo servirás y a él solo amarás”, porque
Dios es cercanía y trascendencia: siempre está más alto y por encima de los
hombres. Pero al mismo tiempo ese Dios no
es parcial, no acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al
forastero, dándole pan y vestido. Queda expresado de forma sencilla el
misterio de Dios.
Y adonde todo eso conduce es a que ese pueblo ame al
forastero, y a que el hombre se apegue a Dios, y Dios sea su orgullo po las enormes hazañas que hizo a favor nuestro, y
que nuestros ojos han visto.
Puede ser que “leamos” simplemente, y nos parecerá
hermoso. Y ojalá que nos sirva para una meditación que nos haga conocer más y
mejor a nuestro Dios, que es ese Dios que ha presentado Moisés, con el añadido
substancial de que toda su realidad nos la ha manifestado a nosotros en
Jesucristo. En él tenemos la imagen clara de Dios, afinada por la delicadeza
que nos aporta el conocimiento de Jesucristo.
En el evangelio de Mt 17, 21-26 Jesús repite una vez
más el anuncio de lo que va venir sobre
él: Al Hijo del hombre lo van a entregar
en manos de los hombres, lo matarán pero resucitará al tercer día. Los
discípulos se pusieron muy tristes. Es verdad que resucitaría, pero eso les
suena a ellos menos, mucho menos, que le hecho de la muerte a manos enemigas.
Lo de resucitar no era un hecho que se les ofreciese a ellos como algo normal.
Lo de morir lo entendían mucho más y con más realismo. Y eso es lo que les
ponía tristes.
Llegan a Cafarnaúm y se presenta el tema del
tributo: ¿Lo paga Jesús o no? ¿Está Jesús por encima del tributo a no? Jesús
deja primero en claro que los hijos no
son los que pagan el tributo, pero para no escandalizar, lo pagará. Cierto
que él no tiene dinero para ellos, pero encarga a Simón Pedro echar el anzuelo
en el mar y el pecad que pesque traerá una moneda en la boca, con un valor
doble a lo que hay que pagar, Que lo tome Simón y que pague por Jesús y por el
propio Simón.
Deja claro de una parte a Jesús y sus deberes
cívicos, y de otra el carácter providencial de aquel pago. Es de las pocas
veces que Jesús actúa a favor propio con su poder, pero lo hace enseñando a que
lo cortés no quita lo valiente y que no se excluye él del pago del tributo
civil.
El Señor nos ha dado una Ley y nos exhorta a cumplirla para que la convivencia entre los hermanos sea posible. Todos tenemos que contribuir al bienestar de todos. Recibimos unos beneficios y, por lo tanto,tenemos unas obligaciones que no se limitan a unas aportaciones económicas. Los cristianos tenemos que ayudar desinteresadamem al que lo necesite y a esforzarnos diariamente por una convivencia pacífica, generosa y fraterna.
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