LITURGIA
Pablo –como ayer- sigue
presentando sus credenciales ante los tesalonicenses (1ª, 2,9-13)
mostrándoles que sus trabajos y fatigas
los llevó alegremente, con tal de no ser gravoso a nadie. Pablo tiene siempre
el prurito de haber llevado el evangelio a los fieles sin que a ellos les haya
supuesto una carga económica. Ha trabajado con sus manos y se ha ganado su
sustento para poder así entregar gratis su labor apostólica. Y eso mismo se lo
hace saber a aquella comunidad a la que dirige la carta que estamos siguiendo
con la liturgia.
Pero no es una labor
que se realiza hieráticamente como hecha con autoridad y poder, sino que la ha
realizado con un sentimiento de padre hacia sus hijos, unas veces empleando el
tono suave y otras el tono enérgico que requieren las circunstancias. Pero
siempre desde el cariño hacia ellos y buscando mostrarles a Jesucristo.
Y lo satisfactorio de
todo eso es que ellos han acogido esa palabra que les ha dirigido y que la han
recibido como palabra que viene de Dios y no de hombre, Palabra que permanece
operante en medio de ellos.
Esa es la gran
virtualidad de la Palabra de Dios, que actúa en el corazón de las personas y
les lleva a una transformación de sus actos y del modo de ser del indivíduo.
Esa palabra viva y eficaz y penetrante como espada de doble filo, que llega a
tocar lo más íntimo y profundo de la persona.
Es la pregunta que
tenemos que hacernos, para ver que nuestra oración sobre la palabra de Dios nos
entra dentro y nos cuestiona y exige y transforma. Porque la cuestión que debe
planteársenos es si al cabo de tiempo de hacer oración, nuestras formas de
pensamiento y de actuación van superándose y se van haciendo concordes con esa
Palabra que nos ha llegado. Porque es indispensable que al cabo de un tiempo de
oración, haya un cambio en el alma de la persona orante.
Siguen –y finalizan-
los “ayes” de Jesús (Mt 23,27.32) ante el problema que constituye el modo de
ser farisaico. Jesús está próximo a su pasión y ha roto por medio adentrándose
en dicho problema. Quisiera Jesús no quedarse en la “acusación” de tales formas
sino que su denuncia sirviera para sacar a aquellos hombres de su modo de vivir
y de proceder.
Hoy les pone delante
lo que es el fondo esencial de su fallo: que son como sepulcros encalados.
Sepulcros, porque contienen muerte y podredumbre, maldad y engaño en sus
corazones. Pero “sepulcros blanqueados” porque toda esa malicia la tienen
disimulada bajo apariencias exteriores de hombres probos y espirituales. Pero
llevan a sus espaldas todo lo que Jesús les ha ido poniendo delante, que es un
conjunto de falsías con las que ellos pretenden ir adelante, aunque sea a costa
de los demás.
El último “ay” o
lamento de Jesús sobre las actuaciones farisaicas es menos inteligible a
primera vista. Refiere Jesús el dicho de ellos que construyen mausoleos a los
profetas y a los justos, bajo el pretexto de reparar el daño que hicieron los
antepasados. Con lo cual están reconociendo el mal que hicieron esos
antepasados. Pues bien: andando el tiempo, otros vendrán con el mismo argumento
para reparar el daño que éstos hacen ahora. Esos fariseos de ahora son, pues,
tan culpables como los que les precedieron, y ellos mismos lo están
atestiguando con su discurso actual.
Sería una manera de
hacernos caer en la cuenta de que muchas cosas que nosotros juzgamos de otros,
tendríamos que volverlas sobre nosotros
mismos, porque aquello que enjuiciamos con tanta claridad cuando miramos hacia
afuera, tendremos que volverlo sobre nosotros mismos porque lo que vemos
defectuoso en otros, no es justificable cuando somos nosotros los que lo
hacemos. Y esto es un día a día y lo hemos de saber constatar. Es el primer
paso. Lo primero es hacernos conscientes de nuestro defecto, admitir que se
da en nosotros ese mismo defecto que tan
fácilmente descubrimos en otra persona. Y a partir de ahí, podrá venir la
corrección. Que puede ser en dos direcciones: no es tan defecto criticable lo
que hace un prójimo; o yo debo corregir en mí lo que veo malo en el otro.
Porque yo no puedo cambiar a la otra persona, pero sí puedo intentar la
corrección en mi vida personal,
Los “ayes” de Jesús
ante los fariseos, nos habrán sido útiles a nosotros. No es una página negativa
o molesta; es útil.
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