LITURGIA
Hoy tenemos en la liturgia
del día dos parábolas en esas dos lecturas correspondientes. En Jue 9,6-13 y en Mt 29, 1-16. En la 1ª lectura es
una parábola que enseña la estupidez de pueblos que a la hora de elegirse unos
dirigentes, eligen el peor. O también, cómo hay pueblos a los que nadie quiere
dirigir, salvo el tirano. Está expuesto como una asamblea de árboles que van a
elegirse rey, y empiezan dirigiéndose a los árboles nobles y símbolos de
prosperidad: el olivo, la higuera, la vid. Pero esos árboles no están
dispuestos a perderse a sí mismos, dejando de dar sus frutos para ponerse a
ejercer una misión entre los otros árboles. No se dejan llevar de la ambición
por ese reinado que les ofrecen, pues ellos ya dan sus frutos por sí mismos. En
cambio la zarza acepta ser rey, aunque ya lo hace amenazante desde el mismo
primer momento. Ahí acaba la narración. El breve comentario que hace la
introducción a este texto es la realidad de los que rechazan a Dios como rey y
se van buscando otros reyes que los gobiernen. Es el caso que viene
desarrollando el libro de los Jueces, que nos expone que el pueblo se desvió de
su camino y que se fue tras los falsos dioses de pueblos extranjeros, mientras
abandonaba a su verdadero Dios. Y los jueces que Dios nombraba (no reyes,
porque sólo Dios es Rey) trataban de enderezar a ese pueblo que se había
apartado del Señor. Al final el pueblo no hacía caso ni a los tales jueces,
porque se empeñaba en que le diesen un rey. La parábola viene a expresar la
locura de un pueblo que acaba eligiéndose a “la zarza”, que les tiranizará y
les hará pasar por momentos muy malos.
En el evangelio cuenta
Jesús una de las parábolas más consoladoras, que podría equipararse a la del
“padre bueno” al mostrar a un amo que tiene el corazón abierto a todos, aunque
no todos sean igualmente de fiar. Nos muestra a un Dios que es fiel a su
palabra y al mismo tiempo es generoso y da más de lo que cada uno merece.
Expone Jesús al amo
que se concierta con los hombres que están en la plaza para esperar ser
contratados, en pagarles un denario por
la jornada de trabajo en su viña, jornal amplio, sin duda, para lo que era
habitual en los otros amos que contrataban jornaleros. Aceptan el trato
aquellos trabajadores y se van tan contentos a vendimiar en aquella viña.
El amo sale a las 11
de la mañana y encuentra a otros hombres que buscan trabajo pero que han sido
menos diligentes en acudir a la plaza. También a ellos los envía a su viña,
pero ya sin contrato previo. Y sale a las 12 y sale a las 3 y a la caída de la
tarde y sigue habiendo remolones que, encima de todo se justifican diciendo que
nadie nos ha contratado. Pues también
a todos ellos los envía a su viña a trabajar. Representa todo esto a Dios que
siempre llama, y que a nadie quiere dejarlo fuera. Aunque acudieron tarde,
aquellos también son llamados.
Y cuando llega el
momento de pagar, el amo encarga que se empiece a pagar a los últimos. Y a
ellos les da un denario. Piensan los de la primera hora que a ellos les darán
más, porque ellos han soportado el peso del calor y del trabajo el día. Pero el
amo cumple con ellos el contrato que había convenido con ellos y les paga su
denario. Protestan. Y el amo responde con toda lógica: ¿No nos concertamos en
un denario y estuvisteis de acuerdo y felices? Pues ahí tenéis vuestro denario.
Podéis iros contentos. Que yo ahora quiera dar a los otros un denario, eso es
ya cosa mía.
El Corazón de Dios no
se ha quedado en dar una parte del jornal a los que trabajaron solo una parte
de la jornada. Cuando Dios plantea su llamada, lo único que busca es que se le
siga, sin llevar la cuenta de quién llegó antes. El hecho es que llegue, aunque
sólo trabajaron “un hora”…, pero acudieron a la viña. Eso es el fondo de la
parábola: que sepamos acudir a la llamada de Dios. Los habrá que puedan tener
la satisfacción de haber sido diligentes y estar toda su vida al servicio de
Dios. Pero esos mismos tienen que tener la grandeza de alegrarse de que otros,
aunque haya sido tarde, al final también han acudido a la llamada de Dios. El
gozo de un alma noble es que no sólo ellos reciben el “jornal” que les
pertenece, sino que su gozo se aumenta cuando ven que los otros acabaron por
estar en el ámbito de Dios, sirviendo a Dios y perteneciendo a la viña del
Señor.
Cada uno de nosotros tiene una misión en la tierra. Jesús nos necesita a todos.Cuando nos ponemos al servicio de los demás, atendemos al propio Jesús. No nos pide mucho,se nos pide rendir según el talento que hemos recibido, en el espacio y en el tiempo donde el Señor nos ha colocado. Nos empeñamos en hacer muchas cosas; pero olvidamos fácilmente a los que más nos necesitan. Somos muy necesarios y, a través de nuestra Oración, iremos descubriendo el servicio que debemos prestar en cada momento.
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