Liturgia
Moisés sabe ya que él no entrará en la tierra prometida
Pero le hace al pueblo un discurso de reconocimiento de Dios, como el Dios
único que se ha acercado al pueblo y se le ha hecho presente en hechos
prodigiosos y liberadores. Y le va haciendo una relación de esos hechos: que
pregunte a los más ancianos para descubrir esa maravilla. Y ya en el presente,
el pueblo ha oído la voz de Dios y ha sobrevivido. Y Dios se ha buscado un
pueblo sobre el que depositar sus dones y en el que hacer signos y prodigios
con mano fuerte y brazo poderoso, como ha sido la liberación de la esclavitud
de Egipto. Medita en tu corazón que el
Señor es el único Dios. Y tú guarda sus preceptos y mandamientos que te
prescribe para que seas feliz tú y tus hijos, y prolongues tus días en la
tierra que el Señor te da para siempre.
Moisés sigue siendo ese hombre noble y único, paciente y
comprensivo, que ha ido salvando los diversos momentos difíciles por lo que ha
pasado el pueblo. Y por los que va a seguir pasando, en tanto no se den las
circunstancias de poder entrar en la tierra que Dios le ha prometido.
El SALMO 76 insiste en la afirmación: Recuerdo las proezas del Señor.
El evangelio (Mt 16,24-28) no es un evangelio de hechos
sino de enseñanza de principios fundamentales del seguimiento de Jesucristo.
Ahí tenemos ese casi axioma esencial que Jesús establece como condición para
estar con él: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con
su cruz y me siga. Lo malo de estas frases estereotipadas es que ya las
metemos en el zurrón de nuestra “ciencia espiritual” y no tiene la repercusión
real que tiene que tener. “Venirse conmigo” queda muy bonito y “negarse a sí
mismo” queda como “frase hecha”. De ahí a NEGAR y CONTROLAR la propia vida
hasta meterla en la verdad de “negarse” (el amor propio, las propias ideas, las
propias comodidades, las propias posturas ante la vida…), hay una distancia
abismal. Hemos conseguido crear una “vida cristiana” a medida, sin que llegue a
tocarnos más allá que en 4 formas prácticas concretas y con sordina. Otras
cosas más vitales rebotan como en un frontón y nos devuelven la pelota sin que
haya traspasado nuestro mundo interior. Jesús habla de “semilla en el camino”,
o de la que se recibe con gusto pero sin arraigo, o de la que se ahoga en medio
de las realidades de la vida. Y eso no es una parábola que se medita sino una
realidad que afecta directamente a ese negarse
a sí mismo.
Luego viene tomar la
cruz y seguir a Jesús que lleva su cruz. Todas las cruces nos vienen grandes.
Siempre hubiéramos aceptado “otra cruz”. Y no llegamos a asumir la nuestra, la
que nos corresponde, la que es real, con la que toca caminar tras Jesús, que no
endulzó su cruz ni por un instante. Ahí tenemos ese ejemplo que corre por los
móviles del individuo que va recortando poco a poco su cruz para hacerla más
llevadera, y finalmente se encuentra con una grieta amplia del camino que
pueden pasar quienes llevan intacta su cruz y la usan como puente, y él no
puede atravesarla porque se le ha quedado corta. Ese es el problema. Que muchas
veces nos quejamos de que Dios no nos oye, pero nosotros hemos recortado
nuestra cruz, y nos hemos acomodado en una vida “espiritual” no acorde con el
“tamaño” que nos corresponde.
Y Jesús pregunta: ¿Y
ahora qué puedes hacer por recuperarla? Porque recortar la cruz es tan
fácil como usar un serrucho. Pero los trozos se quedaron en el camino: ¿cómo
alargar ahora?
Dice Jesús que pagará
cada uno según su conducta.
Estos párrafos del evangelio son de una fuerza impresionante,
y deben hacer pensar. No deben pasar por alto. Deben crear en nosotros un sexto
sentido para captar los diversos momentos de Dios en su paso por nosotros. Es
hermosa la Palabra de Dios, es hermosa la Eucaristía. Pero ambas realidades
deben ser origen y meta. Origen de un compromiso más hondo en captar su llamada
en nosotros. Y meta a la que nos dirigimos para darle más pleno sentido cada
vez. Dos realidades de CRECIMIENTO que nos están llamando a vivir de acuerdo con
esa invitación de Jesús a seguirlo.
Cuando vivimos demasíado pendientes de nosotros mimos, tenemos el peligro de volvernos hipersensibles y frágiles´. Pero si nos unimos y confiamos en Cristo, ya no tendremos la necesidad de buscar protección porque con Él nos sentiremos bien, diremos las palabras adecuadas Y realizaremos nuestras obras con perfección cristiana. El saber que Jesús camina a nuestro lado nos da seguridad. Es el don de la FE.
ResponderEliminarHoy es la fiesta de Santa Clara. Ella sólo reconocía un error en la vida: no gastarla enteramente por Él.